Determinantes conductuales de la administración proambiental

AutorLidia Díaz Sánchez
Páginas125-155
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VII
Determinantes conductuales de la administración
proambiental
Lidia Díaz Sánchez
Universidad de Sonora, México
Introducción
A
partir de los años sesenta y el devenir de los setenta el ser humano fue asu-
miendo que no se puede producir todo a cualquier costo ecológico, ni tomar
el crecimiento económico como el único parámetro del éxito y del bienestar
de una sociedad (Iñiguez, 1994; Iñiguez y Moreno, 1997; Montada y Kals, 2000).
Una condición mínima para el logro del desarrollo sustentable es el mantenimiento
del capital natural al nivel actual o por encima del mismo. Ese capital, que antes no se
tenía en cuenta por sobreabundante, se ha transformado en un elemento limitante. El
desarrollo sustentable exige reglas de gestión: proteger el ambiente signif‌i ca también
saber administrarlo (Aguilera, 1994; Pol y Moreno, 1994; Santacreu, 1994).
El consumo de energía en los países industrializados ha alcanzado niveles
que generan muchos problemas, dada nuestra actual tecnología (Flavin y Dunn,
1999). El costo económico y ambiental del exceso de consumo de recursos se
refleja en el decremento progresivo de los mismos, en la inflación, en los des-
equilibrios geopolíticos, en la contaminación del aire y del agua, en los derrames
de petróleo, en los residuos químicos y radioactivos, en la destrucción de áreas
forestales, entre otros (Hess y Martínez-Torvisco, 1994; Aragonés y Amérigo,
1998; Súarez, 1998). No todos los recursos naturales son renovables, o su reno-
vación es demasiado lenta, para el ritmo de consumo al que están sometidos. Los
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CONDUCTAS PROTECTORAS DEL AMBIENTE
problemas que ha generado el uso irracional de los recursos naturales y los dese-
chos materiales de las sociedades conf‌i rman la crisis ecológica por la que atraviesa
nuestra civilización. Es por ello que se esté planteando, en los países desarrollados al
menos, cómo conservar y administrar adecuadamente las riquezas que quedan. Pero
en este problema se encuentran involucrados no sólo aspectos técnicos, sino parale-
lamente aspectos conductuales (Maloney y Ward, 1973).
En el plano institucional los planteamientos globales frente a los problemas del
medio ambiente hacen hincapié en las actuaciones colectivas cuyos objetivos prin-
cipales son: lograr la implicación de los ciudadanos en el control de los recursos
medioambientales y producir cambios en los gobiernos y en las políticas institucio-
nales, directamente mediante mandatos legislativos, inversiones gubernamentales,
políticas de impuestos y otros (Hess y Martínez Torvisco, 1994). Como ejemplo de
ello, tenemos la creación del SIRG, que forma parte de los esfuerzos de modernización
de la regulación ambiental que lleva a cabo la Secretaría del Medio Ambiente en
México (SEMARNAT). El SIRG persigue una mayor ef‌i ciencia ambiental en la opera-
ción de la planta industrial y, sobre todo, incorporar la gestión ambiental como
parte del proceso total de administración de las empresas, convirtiendo el objetivo de
la protección ambiental en un objetivo de interés para las mismas.
Stern, Dietz y Black (1986) reportan que muchas personas responsabilizan al go-
bierno de los problemas ambientales, y que esa creencia la emplean para justif‌i car su
inacción proambiental. Geller (1990 en Hess y Martínez, 1994) para justif‌i car la “pasi-
vidad” de las instituciones ante el problema medioambiental, argumenta que hasta que
las empresas no puedan hacer dinero con productos ambientales o los políticos sean
elegidos por sus metas ambientales, o los individuos obtengan satisfacción personal de
la preocupación ambiental, los individuos y las organizaciones simplemente harán caso
omiso del entorno si consideran mejores las consecuencias de dañar el entorno.
De acuerdo con Pol et al. (1997), tanto los individuos como las empresas asumen
los valores ecológicos. Esto proporciona un nivel de conciencia global de la problemá-
tica ambiental; el cual por desgracia sólo queda a nivel de actitudes y de información.
Cuando la problemática afecta a la empresa o al comportamiento individual directa-
mente, se minimiza y no se traduce a la acción (ibid.).
Se debe reconocer que una gran proporción de los problemas del medio resulta
de las decisiones, ambiciones, y quizá inclinaciones antisociales de unas cuantas
personas, cuya determinación y comportamiento pueden hacer más daño que el que
ocasionarían cientos o miles de individuos juntos (Harvey y Miceli, 1999). Por ejem-
plo, en el poder de destrucción que tiene el administrador de una compañía minera,
al que le interesa poco o nada el efecto que tiene el “lavado” de minerales extraídos,
empleando sustancias de gran toxicidad como el arsénico, sin tomar las precauciones

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