Desventuras de la democracia liberal

AutorEnrique Krauze
Páginas1056-1068
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DESVENTURAS DE LA DEMOCRACIA LIBERAL
VARIACIONES SOBRE UN TEMA DE TOCQUEVILLE
En al menos dos pasajes de La democracia en América, Alexis de Tocqueville
traza una comparación iluminadora entre la vida política de Estados Unidos
y la de México. Los mexicanos, “dotados de un territorio rico y situados tan
admirablemente” como Estados Unidos, habían copiado casi en su integri-
dad la Constitución de sus vecinos, pero “al trasladar la letra de la ley”, no
pudieron imprimirle al mismo tiempo el espíritu que la animaba: “Se vio
cómo se estorbaban sin cesar los engranajes de su doble gobierno. La sobe-
ranía de los estados y la de la unión, al salir del círculo que la Constitución
había trazado, se invadieron mutuamente”. Hoy en día, concluía Tocquevi-
lle, “México se ve arrastrado una y otra vez de la anarquía al despotismo mi-
litar y del despotismo militar a la anarquía”.
Tocqueville escribía a principios de la tercera década del siglo XIX, y sus
noticias eran  dedignas. Aunque ya advertía en el horizonte la pérdida de
Texas para México debido al predominio —material, cultural, demográ co—
de la inmigración anglosajona, la condición natural de ambos países era, en
efecto, comparable. México semejaba “un cuerno de la abundancia”, sobre
todo en su zona septentrional, casi inexplorada, que a los pocos años, tras la
guerra de 1847, pasaría a poder de los estadounidenses. Pero, en términos de
geografía humana, las diferencias entre ambos ensayos nacionales saltaban
a la vista. Estados Unidos era un país de inmigrantes en perpetuo movimien-
to “desde el fondo de Europa hasta las soledades del Nuevo Mundo”, la tierra
promisoria de trece millones de hombres industriosos volcados hacia el fu-
turo. México, en cambio, era el sedentario y atribulado hogar de ocho millo-
nes de personas —en su inmensa mayoría oriundas del propio país— casi sin
conciencia de identidad nacional y sin un proyecto político viable; el asiento,
en suma, de comunidades, pueblos, pequeñas ciudades, ranchos y haciendas
autárquicas, cuya vocación —salvo en ciertas élites urbanas— era perdurar
en la matriz heredada del siglo XVII.
El nacimiento de Estados Unidos y la Revolución francesa in uyeron po-
derosamente en el estallido de la revolución de Independencia mexicana, al
cabo de la cual, en 1821, se estableció una monarquía sin legitimidad posi-
ble: España —a diferencia de Portugal con Brasil— se rehusó a enviar un
vástago de la casa real. Tres años más tarde, la élite políticamente activa pro-
mulgó una Constitución Republicana y federal, en varios aspectos similar a

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