Los derechos en los hechos de 2015

AutorJorge Alberto González Galván
Páginas143-173
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CAPÍTULO SEXTO
LOS DERECHOS EN LOS HECHOS DE 2015
I.
CAMBIOS PARA UN MÉXICO NUEVO
Cambiar el Himno Nacional por ser belicista y estar
dedicado al dictador Antonio López de Santa Anna. El
nuevo debe tener un contenido pacifista y ecológico.
Cambiar la Bandera Nacional por tener colores elegidos
por el realista Agustín de Iturbide y porque el águila re-
presenta a la dictadura azteca. La nueva tendría un color
neutral, imparcial, como el blanco, y con un símbolo de
la naturaleza (árbol, planta, animal, etcétera).
Cambiar los nombres de calles, plazas, escuelas e institu-
ciones públicas y privadas que se refieran a los imperios
azteca y castellano. Los nuevos deben ser nombres de
nuestra biodiversidad.
Cambiar los nombres de las ciudades y pueblos con refe-
rencias a los imperios de Tenochtitlan y de Castilla. Los
nuevos deben ser, por consenso, en castellano y, en su
caso, en idiomas indígenas.
Cambiar la Constitución federal y locales con constitu-
yentes que incluyan a congresistas indígenas electos por
sus propios pueblos.
Cambiar los planes y programas de estudios de todos los
niveles educativos para que incluyan el pasado y el pre-
sente de las culturas indígenas: historia, ciencia y arte.
LOS DERECHOS ESTÁN EN LOS HECHOS
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Estas propuestas las leerán, estoy seguro, con serena calma,
mis padres que están en los cielos. A los que están en la tierra les
puede interesar para mejorar el futuro de México.
Posdata: esta colaboración está inspirada por el Seminario de
Estudios para la Descolonización de México, de la UNAM, fun-
dado por el poeta y abogado Rubén Bonifaz Nuño, defensor de la
única raíz, decía él, de este árbol llamado México, la raíz indíge-
na, disponible en: www.descolonizacion.unam.mx/resumencvrbn.html.
II.
PROYECTO DE VIDA:
LA INVESTIGACIÓN JURÍ DICA
No sabía que sería investigador ni mucho menos del dere-
cho. Yo quería, en mi inocencia juvenil, ser veterinario: me veía
como mi vecino, en Tepic, Nayarit, con mi clínica en la ciudad
y mi granja fuera de ella. Pude haberlo intentado en la Universi-
dad Autónoma de Nayarit (UAN); sin embargo, lo intenté en la
UNAM por seguir a mis amigos de la preparatoria.
La señorita que recibió mi solicitud me dijo que no podía pre-
sentar el examen de admisión en la carrera de veterinaria ya que
estaba saturada, que mejor escogiera otra. Si me hubiera dicho:
“no puede. El que sigue”, me habría regresado a Tepic. Pero muy
obediente le hice caso y me puse a revisar la lista de carreras, y
escogí la de Derecho porque vi muchas de sus materias en la de
Relaciones Internacionales. A los 17 años uno se puede permitir
estas maromas existenciales que ahora no sabría explicar ni mucho
menos justificar.
Mis padres sólo me pedían que no dejara de estudiar, así que
valerosamente aceptaron mi decisión. En el Estadio Azteca pre-
senté el examen y aprobé. No me fue mal en la Facultad porque
me dedicaba todas las tardes a revisar mis tareas en la biblioteca
“Gonzalo Robles”, del Fondo de Cultura Económica, que estaba
frente a Plaza Universidad, ya que yo vivía en una casa de hués-
pedes en la colonia Narvarte.

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