Los derechos en los hechos de 2014

AutorJorge Alberto González Galván
Páginas113-142
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CAPÍTULO QUINTO
LOS DERECHOS EN LOS HECHOS DE 2014
I.
LA ESTABILIDAD INTEGRAL DEL DOCENTE
1. Introducción
La estabilidad laboral del trabajador de la educación es un derecho
que debe garantizarse no sólo en lo formal, en las reglas escritas,
sino también en las no escritas, en lo material. Si tomamos en cuen-
ta que las fuentes del derecho no sólo son formales, sino también
reales; es decir, las que derivan de los hechos, la práctica y la expe-
riencia, entonces el orden armónico y productivo que todo derecho
pretende, debe, estar basado en el conocimiento de las leyes de edu-
cación y las que deriven de mi formación y experiencia como do-
cente. Así mantendré mi estabilidad no sólo laboral, sino también,
implícitamente, mi estabilidad intelectual, emocional, física y social.
Por ello, quiero destacar que en los procesos de formación de
los futuros maestros, y de actualización de los que ya lo son, se de-
ben brindar las herramientas para mantener, en todo momento y
lugar, como profesional de la educación, dentro y fuera del aula, el
orden de nuestro entorno y el orden interior del profesor. Se trata
de formar a los formadores no sólo con nuevos contenidos infor-
mativos, sino con nuevas herramientas de la profesión, para un
desempeño estable en el aula, la escuela, la familia y la sociedad.
Como fuentes de su estabilidad se deben considerar el me-
joramiento y conocimiento de las reglas-herramientas laborales
para ser eficaz; es decir, su educación intelectual y el mejoramien-
to y conocimiento de las reglas-herramientas profesionales para
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que eso que tenga que hacer lo realice de manera tranquila, sere-
na, en paz, bajo control, contento, positivo, de buen humor, sen-
satamente; es decir, su educación emocional.
2. La educación intelectual del docente
La formación del docente ha sido, tradicionalmente, enfocada
para educarlo intelectualmente, se le considera un objeto del pro-
ceso educativo, no un sujeto o un actor del mismo. El profesor es
una herramienta de la ideología pedagógica, planes de estudios,
didáctica y criterios de evaluación, en los que él no participa en
su discusión, diseño y aprobación. Es un “misionero” de la educa-
ción, no un “apóstol”: los “evangelios” de la educación los hacen
otros. El profesor es concebido como un trabajador, un empleado,
un aplicador, un instrumento, no un pensador, alguien a quien no
se le forma para desarrollar su propia ideología pedagógica, sus
propios planes de estudio, su didáctica y criterios de evaluación.
Con lo anterior no quiero decir que se vaya “por la libre”
en su desempeño profesional, significa que debe ser considerado
como un trabajador pensante, activo, con iniciativa para partici-
par tanto en la creación de los “evangelios” de la educación gene-
ral como en los “catecismos” que imparte en su clase diaria. Para
cumplir con este trabajo se le deben brindar las herramientas
necesarias para un eficaz desempeño, que lo haga sentir parte de
un todo. Dichas herramientas no sólo están relacionadas con el
qué debe enseñar, sino con el cómo abordar los contenidos, para
crear él mismo y con su grupo unos nuevos.
¿Cómo? A través del aprendizaje de los métodos y técnicas de
la investigación pedagógica, los cuales deben ser considerados no
sólo como herramientas de acreditación de los cursos y grados
de su formación y actualización, sino como herramientas de la
profesión en el ejercicio diario de las clases que imparte. Dichas
herramientas son:
Problematizar: cuestionar, preguntar.
Plantear hipótesis: responder provisionalmente.

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