Los derechos en los hechos de 2010

AutorJorge Alberto González Galván
Páginas14-31
1
CAPÍTULO PRIMERO
LOS DERECHOS EN LOS HECHOS DE 2010
I.
UN HÉROE OLVIDADO
No tengo la intención de promover el culto a la personalidad,
como nos ha acostumbrado (o deformado) la tradicional historio-
grafía mexicana (y que ahora nos habla de “humanizar” a nues-
tros héroes).
Los líderes no nacen, se hacen, son las circunstancias las que
orillan a las personas a ponerse al frente de los movimientos so-
ciales (sus inteligencias intelectual e intuitiva complementan el
proceso). Estoy pensando en personas que encabezan ideales de
justicia, libertad, igualdad. No me interesan los mitos, ciertos o
no, que circulan alrededor de sus vidas. El acento lo quiero poner
en el colectivo, el grupo, la comunidad, la sociedad, la gente, el
pueblo (como se prefiera llamar), a quien se suele considerar que
no piensa, que es carne de cañón por definición, y que solo sirve
para justificar o atacar (según se quiera) al líder.
Los medios de comunicación masiva, por ejemplo, nos dan
por hecho que la masa siempre es manipulable, y se valen de ello
para atacar a líderes estudiantiles o sindicales independientes. En
la historia de México, Emiliano Zapata y Francisco Villa sufrie-
ron descalificaciones de la prensa de la época.
El caso de Manuel García González es probable que la ma-
yoría de los estudiantes jamás lo hayan escuchado en sus clases
de Historia de México, ni siquiera en la del estado que su movi-
miento contribuyó a fundar: Nayarit. Por haberse “robado” a su
novia fue encarcelado y juró vengarse. Ello lo convirtió en homi-
LOS DERECHOS ESTÁN EN LOS HECHOS
2
cida y líder de asaltantes de caminos, algo común en el México
del siglo XIX.
Se puso al servicio de unos caciques conservadores a cambio
de armas y dinero. Fue perseguido y arrinconado en la sierra.
Ahí, los pueblos indígenas lo convencieron de encabezar un le-
vantamiento armado para recuperar las tierras de las que habían
sido despojados. Así, pasó de ser líder de asaltantes a líder de
pueblos oprimidos.
Durante quince años gobernó de manera independiente lo
que era conocido como el Séptimo Cantón de Jalisco, recupe-
rando las tierras que les pertenecían a los wirárika, nayeri, od-
ham y mexicas, ante el olvido e inestabilidad de los gobiernos
federal y local. Cuando Benito Juárez recuperó la presidencia de
la República, reconoció a Tepic como Distrito Militar a cargo
de la Federación, y el Constituyente de 1917 lo elevó a la catego-
ría de estado libre y soberano de Nayarit.
El movimiento de Manuel Lozada (apellido que adoptó de
su tío) logró lo que ni los liberales ni conservadores tuvieron en
mente: reconocer las tierras y autonomía política de los pueblos
indígenas. Queta Navagómez acaba de sacar del olvido en una
novela histórica la vida de El tigre del Nayar (Jus, 2010). En el Ayun-
tamiento de Tepic hay un mural reciente donde aparece la figura
de Lozada, con una placa de reconocimiento a uno de sus prime-
ros biógrafos: Jean Meyer (La tierra de Manuel Lozada, 1989).
La persona del líder está siendo reconocida (con justicia) por
su lucha en favor de los pueblos desposeídos de su tierra. ¿Y los
descendientes de esos pueblos que lucharon por defender sus de-
rechos están siendo reconocidos? ¿Se está aplicando su derecho a
la libre determinación política tal como lo establece la Constitu-
ción federal desde el 2001? ¿Se están garantizando sus derechos
a sus culturas, a la salud, a la educación, al empleo, a la vivienda?
De este héroe colectivo estoy hablando: un héroe todavía ne-
gado, reprimido, explotado, discriminado, olvidado.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR