La democracia en el siglo XXI. La reinvención de la representación política. Entrevista a Andrea Greppi

AutorÁngel Sermeño Quezada y Álvaro Aragón Rivera
Páginas3-34
3Andamios
LA DEMOCRACIA EN EL SIGLO XXI
LA REINVENCIÓN DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
ENTREVISTA A ANDREA GREPPI
Ángel Sermeño Quezada*
Álvaro Aragón Rivera**
PRESENTACIÓN
Andrea Greppi es un estudioso de los problemas teóricos y prácticos
de las democracias contemporáneas. En un contexto definido por la
paulatina erosión en el desempeño institucional de las mismas y en el
declive normativo de los principios de división de poderes y represen-
tación política, este autor dedica sus energías reflexivas y de investiga-
ción a pensar las maneras de recomponer las estructuras de mediación
democráticas que el ciudadano necesita para intervenir activa y efi-
cazmente en los procesos de formación de la opinión y la voluntad
colectiva. Andrea Greppi actualmente se desempeña como profesor de
la Universidad Carlos III de Madrid. Es autor de un número importante
de artículos sobre teoría y filosofía política y de las siguientes publica-
ciones: Teoría e ideología en el pensamiento de Norberto Bobbio (1998),
Concepciones de la democracia en el pensamiento político contemporáneo
(2006), La democracia y su contrario. Representación, separación de pode-
res y opinión pública (2012), Laicidad y relativismo (2013) y, de reciente
aparición, Teatrocracia. Apología de la representación (2016) y El campo
de juego. Estudios sobre las condiciones del método democrático (2017). En
la presente entrevista conversamos con el autor sobre los principales
* Doctor en Ciencia Política. Profesor-investigador de la Academia de Ciencia Política
y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Direc-
ción electrónica: angelsermeno@yahoo.com.mx
** Doctor en Filosofía Política por la Universidad Autónoma Metropolitana. Profesor
investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Dirección electróni-
ca: aragonalvaro@yahoo.com.mx
Volumen 14, número 35, septiembre-diciembre, 2017, pp. 213-244
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Á. SERMEÑO QUEZADA Y Á. ARAGÓN RIVERA
tópicos que él aborda en su más reciente obra que, tal y como su tí-
tulo indica, propone una reflexión ponderada sobre las debilidades y
fortalezas del funcionamiento de las instituciones representativas, así
como propuestas y estrategias teóricas y prácticas para renovar a la
democracia representativa.
Atravesamos por una época de inéditas transformaciones sociohistóricas
acompañadas de un notable incremento del desencanto ciudadano ante el
sistema político. En dicho contexto, usted advierte que en el pasado la demo-
cracia moderna ha exhibido una notable capacidad sistémica de adaptación
y regeneración a las condiciones cambiantes del entorno que le toca vivir,
sin embargo, expresa al mismo tiempo su hondo escepticismo respecto de
que dichos mecanismos para metabolizar las protestas puedan seguir siendo
eficaces en el futuro. ¿Podría desarrollar un poco más esta interpretación
sobre la que ha reflexionado?
—Dicen ustedes desencanto y con razón. Para interpretar con un mí-
nimo de sensibilidad las dinámicas, las fuerzas, las inercias que actúan
en el subsuelo de la vida política, en este momento en el que hoy nos
encontramos, efectivamente, es indispensable echar las cuentas con la
experiencia del desencanto. Consideren, sin embargo, que el desen-
canto puede tener acentos distintos. De entrada, porque para sentirse
desencantado es necesario haber pasado antes por una fase previa de
encantamiento. Y eso nos lleva a distinguir enseguida entre desencanto y
desencanto, en función de las promesas y expectativas que se proyectan
sobre la democracia. Esta comparación entre desencantos nos permite
entender también, mirando ahora hacia el futuro, la consistencia de los
diagnósticos y el significado de nuestras actitudes hacia la democracia
que vendrá, si es que no viene otra cosa.
En realidad, la percepción común acerca del estado de salud ac-
tual de la democracia, independientemente de cuál sea nuestro estado
de ánimo, está lejos de ser homogénea. Y no me refiero sólo a que
la distribución del descontento o la conformidad no sigue patrones
fácilmente reconocibles, que se decanten hacia la derecha o la izquier-
da del espectro político. O a que pueda haber visiones más o menos
contaminadas por tomas de posición irreflexivas, tanto las teñidas de
optimismo acrítico como las que están lastradas por una recalcitrante y
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ENTREVISTA A ANDREA GREPPI
autocomplaciente cadencia pesimista. De todo tiene que haber, supon-
go. En lo que estoy pensando, más concretamente, es en que existen
distintas maneras de manejar la relación entre la teoría y la práctica de
la democracia, entre el ideal y sus realizaciones. Y que algunas de estas
maneras de gestionar sus inevitables desencuentros son defectuosas e
incompletas. Porque una cosa es el desencanto del que suelen hacer
gala, por ejemplo, los realistas de poca monta, para los que nunca ha
habido, ni habrá, más y mejor democracia que esta que tenemos en
este momento, pues cualquier desarrollo futuro del modelo existente
ha de ser interpretada como una peligrosa desviación, dado que el
potencial emancipatorio de la democracia moderna estaría ya sobrada-
mente cumplido. Y otra cosa, bien distinta, es el desencanto de quienes
están convencidos de que la democracia, en su forma actual, no es más
que un puro engaño, y que no puede ser de otra manera, habida cuenta
de que esta democracia, la democracia de los modernos, no es sino
un pálido reflejo de una promesa infinitamente más alta, que está aún
por venir. De la misma manera que no es lo mismo el desencanto de
quienes se empeñan en seguir asociando a la democracia, consciente o
inconscientemente, cierta nostalgia del absoluto (Steiner, 2011), que el
desencanto de quienes lamentamos el retroceso en las expectativas de
democratización de la vida pública comparándolas con sus desarrollos
efectivamente posibles, por parciales que sean.
Por supuesto, ninguna de estas actitudes es nueva. Todas tienen
cierto aire de familia con perfiles ideológicos o, en sentido amplio, cul-
turales que son bien conocidos. No obstante, sí existen algunos factores
nuevos en los que quizá merecería la pena detenerse. Hasta hace algún
tiempo —digamos, para entendernos, hasta que empezaron a debilitar-
se las certezas de la última oleada democratizadora—, las perspectivas
sobre el futuro estaban por así decir iluminadas por la creencia en el
imparable avance de la democracia, que además habría impulsado una
más amplia y efectiva realización de los derechos fundamentales. El
incremento de la democracia y la expansión de los derechos aparecían
como dos caras de un mismo proceso. Es en relación con esta particu-
lar visión del desarrollo político y social con la que, en este momento
particular en que nos encontramos, merecería la pena discutir y enta-
blar una discusión para valorar en qué medida, y por qué razones, ha

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