La delegación norteamericana en el centenario de nuestra independencia
| Autor | José E. Iturriaga |
| Páginas | 133-182 |
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Empeñado en que tuviesen la mayor solemnidad las fiestas conmemorativas
del centenario del grito independentista lanzado por Hidalgo en Dolores,
Porfirio Díaz invitó, en abril de 1910,114 a los gobiernos con los que mante-
níamos relaciones para que enviaran a nuestro país sendas delegaciones
especiales durante todo el mes de septiembre de dicho año.115
Los gobiernos amigos aceptaron la invitación, excepto tres: Inglaterra,
que estaba de luto por la reciente muerte de Eduardo VII; Santo Domingo, que
no dio explicación precisa para abstenerse; y Nicaragua, cuyo gobierno
fue derrocado poco después de haber nombrado a Rubén Darío presiden-
te de la delegación respectiva, quien de todos modos fue invitado por nues-
tro gobierno como su huésped de honor, a lo que el célebre poeta se rehusó
con cortesía. Pero conviene divulgar un hecho desconocido, a saber: que
tampoco habría enviado Estados Unidos una delegación —la que finalmen-
te vino— si hubiese prevalecido la opinión de que alentaban 30 diputados
114Ya no tocó atender a los invitados extranjeros al secretario de Relaciones, Ignacio Ma-
riscal, por haber muerto el 10 de abril —era el último superviviente del Congreso que elaboró
la Carta de 1857—, ni tampoco a Federico Gamboa, que sólo fungió como subsecretario en-
cargado del Despacho de Relaciones hasta el 4 de mayo, sino a Enrique Creel, que en esta
fecha fue designado canciller.
115Esas fiestas tuvieron tal esplendor, que ante muchos ojos se ocultó un hecho clave en
la historia de nuestro país: que Francisco I. Madero, candidato antirreeleccionista a la presi-
dencia de la República, fue apresado tres meses antes de las fastuosas celebraciones septem-
brinas y que cuando éstas se llevaban a cabo Madero se hallaba recluido en las celdas de la
penitenciaría de San Luis Potosí. Sólo los advertidos presentían la inminencia de la Revolución
Mexicana, que estalló 50 días después de tales festividades, encabezada por el fugitivo Madero.
La delegación norteamericana
en el centenario de nuestra independencia
La delegación norteamericana
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norteamericanos en contra de aceptar
nuestra invitación.
¡Por poco se queda Porfirio Díaz sin dele-
gación estadounidense en aquel centenario
de la proclamación de nuestra autonomía
nacional! Mas ello, por la frecuente deses-
tima que el norteamericano abriga hacia
nosotros, reflejada una vez más en el se-
no de la Cámara de Representantes.
Se puede advertir hasta qué punto nos
despreciaban nuestros vecinos del Norte,
si nos asomamos al Congressional Record o
Diario de los Debates del 20 de junio de 1910,
fecha en que se discutió en la Cámara de
Representantes si debía aprobarse o no un
modesto egreso de 10 mil dólares —canti-
dad que ya había sido aprobada por el Se-
nado— destinada a sufragar los gastos de
viaje a México de una delegación integrada
por tres diputados y tres senadores, ade-
más de tres personalidades que designó para tal efecto el presidente Taft.
Es increíble el alarde de burla y pichicatería mostrado por algunos
congresistas en el debate citado de junio 20 de 1910. También se advierte
en él una calculada postura amistosa, que en el fondo escondía una
preocupación por la suerte que podrían correr las inversiones norteame-
ricanas en nuestro país, preocupación que alentaban los diputados que
nos “defendieron” cuando se debatió el asunto turnado por el Departa-
mento de Estado para que el Congreso señalara quiénes de los legislado-
res habrían de integrar la delegación aludida, no sin aprobar antes el
gasto correspondiente.
General de División, Porfirio Díaz
Litografía de Riuz, siglo XX. Biblioteca MAP
“El presidente Díaz en la terraza”
del Castillo de Chapultepec”
ca. 1909; imagen a partir del
óleo de Joaquín Romero, en Do-
cumentos para la historia del México in-
dependiente, 1808-1938, México,
Miguel Ángel Porrúa, H. Cámara de
Diputados LXI Legislatura, 2010, p. 634
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