Una cuestión de género: el estado nutricional de los hijos e hijas explicado desde las prácticas de crianza de las madres de familia

AutorMaría Luisa Quintero Soto/Carlos Fonseca Hernández
Páginas185-229
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REBECA MARÍA ELENA GUZMÁN SALDAÑA,
RUBÉN GARCÍA CRUZ, JUAN PATRICIO MARTÍNEZ MARTÍNEZ*
Y GILDA GÓMEZ PÉREZ-MITRÉ**
Una cuestión de género:
el estado nutricional de los hijos e hijas
explicado desde las prácticas de crianza
de las madres de familia
INTRODUCCIÓN
EN ESTE REPORTE se describen los resultados de la investigación
que tuvo como objetivo central establecer la relación que
existe entre las prácticas de crianza relacionadas con la alimenta-
ción y el estado nutricional de mujeres y sus hijos de cuatro años y
menores, habitantes de una comunidad rural del estado de Hidalgo.
Se intentó identificar aquellas prácticas favorables relaciona-
das con estados nutricionales adecuados; así como, las prácticas
desfavorables que pudieran relacionarse con problemas nutricio-
nales de los menores.
Se retoma el concepto de salud o bienestar como expresión de
la calidad del entorno en el que viven mujeres y hombres, niñas
y niños. Considerando al entorno como el nicho ecológico donde
se reproduce social y biológicamente el ser humano; en la litera-
tura referida a la salud pública se le identifica con las condiciones de
vida, las que se caracterizan por la interacción de cuatro procesos:
1. los predominantemente económicos, 2. los fundamentalmente
ecológicos, 3. los predominantemente biológicos y 4. los repro-
ductivos de las formas de conciencia y de conducta. Los procesos
interactúan entre sí como un sistema para determinar la salud y
* Profesores investigadores de tiempo completo del Área Académica de Psicología de
la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
** Profesora investigadora de la Facult ad de Psicología de la Universidad Nacion al
Autónoma de México.
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la enfermedad. La interacción se produce entre las condiciones
físicas, la realidad social y cultural, los procesos biológicos que
garantizan la homeostasis orgánica y el acervo genético de cada
individuo. La relación entre estos componentes favorece el equi-
librio en sentido positivo (salud) o negativo (enfermedad) (Caste-
llanos, 1991; Breilh, 1991; Morales Calatayud, 1999). En este con-
junto de interacciones, el ser humano no es un ente pasivo sino
todo lo contrario; al respecto, Pérez Lovelle (1987) señala que la
explicación de la causalidad de la salud y la enfermedad requiere de
una aproximación que supere el esquema de un ser humano pasivo
recibiendo influjos de un medio ambiente no estructurado.
También se retoma el concepto de nutrición considerándolo
“como un conjunto de funciones armónicas y coordinadas entre sí,
que tienen lugar en todas y cada una de las células e incluyen la
incorporación y utilización, por parte del organismo, de la energía y
materiales estructurales y catalíticos, de los cuales dependen la com-
posición corporal, la salud y la vida misma” (Ramos, 1985: 2).
Ahora bien, en el campo de la nutrición en salud pública, las
mujeres y los niños y niñas son el centro de atención de programas,
políticas, investigaciones, entre otros; en donde se pone de mani-
fiesto que las mujeres en tanto madres, se convierten en el eje de
análisis debido a su papel genérico tradicional de “cuidadoras” y
responsables de la salud y la alimentación de la familia –con comi-
da y amor– (Cardaci, 1990).
Por otro lado, los problemas de nutrición en nuestro país han
sido tema de investigación desde hace ya varias décadas, de manera
sistemática el Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubi-
rán” (INNSZ) a partir de 1957, ha realizado una serie de encuestas
regionales y nacionales. Durante los primeros años los estudios se
enfocaron en conocer la situación nutricional de los infantes y prees-
colares del país, además de las zonas geográficas con mayores pro-
blemas y los consumos per cápita de alimentos. Los resultados
tenían la limitante de que no se podía conocer la distribución intra-
familiar de la alimentación, con la excepción de la alimentación
del niño entre uno y cinco años. En cambio, estudios recientes, per-
miten la obtención de datos más precisos que permiten estimar la
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prevalencia y la distribución de los problemas de desnutrición en
México. Actualmente ya se conoce el estado clínico nutricional de
los preescolares, medido en términos de peso y talla, así como la
revisión de los principales signos clínicos relacionados con la nutri-
ción, por rangos de edad. Aún cuando ya se cuenta con amplia
información acerca de la magnitud del problema nutricional en
general y en la población preescolar en particular, se sabe muy poco
acerca de la distribución intrafamiliar de los alimentos, de los
hábitos, creencias, mitos, costumbres etcétera, relacionados con la
alimentación en las diferentes etapas de vida; y menos aún, de las
prácticas de crianza de las madres que ejercen una influencia impor-
tante en los hábitos alimentarios de los hijos e hijas, y su relación
con el estado nutricional de ellos. Se pueden nombrar algunos estu-
dios aislados, en donde principalmente se han registrado las inte-
racciones de las madres con sus hijos y se han relacionado con el
estado nutricional, reportándose resultados que plantean que la
interacción madre-hijo, armónica, sistemática y afectuosa se refleja
de cierta forma, en un estado nutricional favorable y de desarrollo
óptimo de los hijos (Graves, 1976; Galler, 1984; Zeittin y Man-
sour, 1985; De Tejada, González de Tineo y Porrás de Troncois,
1996; entre otros). Dentro de los estudios más formales que se
realizan en nuestro país en la actualidad, se encuentran los desarro-
llados por investigadores del INNSZ, dirigidos principalmente por
Sara Elena Pérez-Gil, los cuales se han abocado a la tarea de cono-
cer las diversas percepciones y las experiencias vividas por diferen-
tes grupos de madres, indígenas y mestizas, acerca del periodo de
la lactancia materna (Pérez-Gil, Rueda y Diez, 1993; Pérez Gil,
Diez, Valdés y Gutiérrez, 1999).
Por otro lado, considerando la importancia que juega el esca-
so ámbito social del recién nacido, su interacción también es estre-
cha, en forma directa tiene contacto solo con la madre o con la
figura materna, en donde la interacción madre-hijo(a) se logra fun-
damentalmente a través del alimento como satisfactor de una nece-
sidad vital, y del contacto amoroso, que satisface una necesidad
básica de tipo emocional. Por esto desde la primera tetada, el ali-
mento se constituye como herramienta de interrelación, es decir de

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