La crisis financiera o el olvido de las voces que hablan de derecho al crédito y de los derechos de la naturaleza

AutorMaría del Rosario Guerra González
CargoDoctora en Filosofía por la Universidad Iberoamericana
Páginas37-56

María del Rosario Guerra González. Doctora en Filosofía por la Universidad Iberoamericana, investigadora del Instituto de Estudios sobre la Universidad de la Universidad Autónoma del Estado de México. Correo electrónico: .

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Presentación

Transcurría el siglo XVIII, algunas zonas de Europa occidental sufrían serias transformaciones y los escándalos financieros de Law en Francia1 y de la Compañía del Mar del Sur en Inglaterra2 conmocionaban a la sociedad. A mitad del siglo aumentaba la afluencia de metales preciosos, se desarrollaba el comercio colonial, los capitales se invertían en las innovaciones técnicas de la industria textil y metalúrgica. Hacia finales de siglo los pequeños campesinos y artesanos se empobrecían,Page 38 comenzaba la revolución industrial en Inglaterra, el comercio se incrementaba, el monopolio colonial empezaba a desmoronarse, se exaltaba la libertad de las transacciones y Adam Smith hablaba, pero no era el único. Rousseau competía en concursos en los que no era galardonado con el premio de la Academia por su trabajo sobre el origen de las desigualdades, donde establecía hipótesis sobre el origen de la vida en sociedad. Los filósofos emitían su voz.

Transcurrían los primeros años del siglo XXI, algunas zonas del planeta globalizado se consideraban integradas a la sociedad de la información y la comunicación. Los escándalos de Enron y de la multinacional Siemens conmocionaban a la sociedad. Las innovaciones técnicas en la industria de las comunicaciones sorprendían cada día. Las personas más ricas del mundo se dedicaban a desarrollar, fabricar, tener licencias y producir software y equipos electrónicos, mientras hacían frente a juicios por monopolio; otras daban asesorías sobre inversión financiera y también había quien manejaba las telecomunicaciones. La industria de la guerra estaba en auge. Yunus, Scanlon, Sen, Shiva, Kelly y otros buscaban aminorar las desigualdades crecientes, pero quienes se encargaban de tomar las decisiones políticas y económicas no reparaban en ellos. Hasta que se escucharon las palabras prohibidas: “recesión” y “crisis financiera”, llegó el momento de que también los filósofos hablaran. Cumplir con este aporte es el objetivo de este texto.

Como se puede anticipar, el tema se analiza como un conjunto de situaciones que conducen a un cambio de época. Expresiones como crédito y burbuja hipotecaria fueron las primeras que alertaron sobre la situación, por ello se comienza por este problema. La bibliografía usada para hacer esta reflexión reúne a autores que no sólo han sido teóricos, sino que también han tenido actitudes prácticas en la sociedad, han implantado reformas; probablemente la academia necesite hoy mirar también a las personas en su cotidianidad, no como sujetos de trabajo de campo, sino como seres con conocimientos. La crisis hipotecaria no es la única que hizo visible la coyuntura, hay otras crisis que han sido ignoradas y sobre las que se hablará en el texto.

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Crisis financiera o el olvido del crédito como derecho

El capitalismo se ha centrado en los beneficios que otorga el capital. El crédito ha permitido que el principio anterior se fortalezca, pero el desarrollo de mercados secundarios, con derivados e instrumentos financieros similares, ha posibilitado que el prestamista trate con el prestatario convenciéndolo de que asuma riesgos, aunque sea evidente que no podrá hacer frente a los compromisos contraídos; el prestamista puede vender activos financieros a terceras partes, mientras la transacción original, con el compromiso personal de pago, queda lejos.

No todo acuerdo de préstamo funciona con estas reglas, pero su estilo y resultados se conocen muy poco. En 1974, Muhammad Yunus se asustó de sus elegantes teorías económicas ante la hambruna que se vivía en Bangladesh, pues comenzó a conectarse con la realidad vecina al campus universitario, a aprender de las personas pobres y a responder con la creación de préstamos para autoempleo.

Trabajó inicialmente entre población mayoritariamente islámica, aunque algunos, como él, no centraban su vida en el culto, pero tampoco se oponían a orar y a respetar las tradiciones. Esta puntualización es importante, porque el islamismo es exigente con el creyente respecto al cumplimiento de sus obligaciones; por ejemplo, un motivo de preocupación es que el alma de aquél que sea sorprendido por la muerte sin haber pagado sus deudas no podrá descansar en paz. En Jobra, lugar donde inició el estudio, había un sector musulmán, otro hindú y otro budista. Han pasado los años y el Banco Grameen, fundado para permitir el autoempleo, tiene sucursales en alrededor de cien países donde se practican múltiples religiones, de lo que es posible deducir que el cumplimiento en el pago no depende de las creencias de los prestatarios. En México, ese banco ha operado desde 1997, cuenta actualmente con veinte sucursales y en las zonas rurales ofrece créditos desde cien pesos, mientras que en la zona urbana, hasta de 40 mil pesos.

Yunus señala que los economistas no buscan las causas de la pobreza de un sector específico de la sociedad, sino que estudian la pobreza de los países; piensan que si la prosperidad económica aumenta, habrá menos pobres. Desde este punto de vista lo que se necesita es impulsar el desarrollo, no se analiza el hambre que sienten las personasPage 40 ni su carencia de una vivienda digna; de forma que para este autor el problema no ha sido solucionado (Yunus, 2006).

Otro enfoque es posible, el que propone el fundador del Banco Grameen consiste en asegurar servicios financieros para las personas pobres. Originalmente el proyecto se centró en las mujeres y hombres sin tierras y sin acceso al sistema financiero. Estudiantes de Yunus elaboraron una lista de personas que dependían de los comerciantes prestamistas, “Allí aparecían los nombres de cuarenta y dos personas que habían pedido prestados, en total, 856 takas, menos de 27 dólares” (Yunus, 2006: 53). Se necesitaba una respuesta institucional: surgió el microcrédito. En la actualidad los préstamos se pagan semanalmente y cada prestatario pertenece a un grupo, la solidaridad es mayor si los grupos se forman por sí mismos. La pertenencia a una colectividad genera apoyo, protección y logra que cada prestatario sea más fiable, pues el grupo aprueba las solicitudes de préstamo y asume la responsabilidad moral por el pago. En los grupos de cinco personas, dos de éstas tienen la posibilidad de obtener un préstamo y si pagan con regularidad durante seis semanas, otras dos pueden recibirlo. El presidente del grupo es el último que puede solicitar y obtener un préstamo.

De la misma forma, el Banco Grameen fomenta el ahorro, 5% del préstamo va a un fondo compartido dentro de cada grupo. Todo prestatario puede obtener un préstamo sin interés de dicho fondo, siempre que se mantenga la mitad del dinero total depositado.

La liquidación del préstamo se realiza de acuerdo con las siguientes reglas: los préstamos duran un año, las cuotas se pagan semanalmente, se empieza a pagar el préstamo una semana después de la entrega del mismo. La tasa de interés es de 20%. La cantidad de préstamo que se reintegra semanalmente equivale a 2% del capital prestado y el total se devuelve en cincuenta semanas, los intereses que se abonan equivalen a 2 takas semanales por cada 1000 takas del importe total del préstamo (Yunus, 2006: 70). El índice de recuperación es de 98%, mientras que los bancos convencionales, en épocas sin crisis, recobran menos de 70%.

¿Crisis en el sistema hipotecario? Estos pobres no tienen qué hipotecar, por eso hacia 1980 Yunus comenzó a pensar cómo crear un programa de préstamos a largo plazo para la construcción o restauración de viviendas, dirigido a prestatarios fiables. En 1984, el BancoPage 41 Central de Bangladesh presentó un nuevo plan para refinanciar préstamos, así que el Banco Grameen le solicitó introducir un programa de préstamos para las zonas rurales, pero fue rechazado; con 125 dólares no era posible construir una casa, de acuerdo con su definición estructural. Lo que los pobres necesitaban y podían pagar eran tejados a prueba de goteras, solamente, pero sus necesidades y posibilidades no importaban, sino los conceptos establecidos en los planes crediticios. La siguiente solicitud fue para reparar o construir “lugares donde cobijarse”, pero también fue rechazada porque los préstamos no se destinarían a la generación de ingresos que les ayudaran a pagar la deuda contraída. Yunus hizo entonces una nueva solicitud: “préstamos para fábricas”, las destinatarias eran en su mayoría mujeres que trabajaban en sus casas, mientras cuidaban a sus hijos. Los monzones soplan cinco meses del año y destruyen las viviendas, que simultáneamente son fábricas. Yunus se entrevistó con el gobernador de dicho banco para pedirle que revocara la decisión, pero éste expuso sus dudas sobre la posibilidad de que el préstamo fuera pagado: “¿Está usted seguro de que los pobres pagarán la deuda contraída? —me preguntó el gobernador—. Sí que lo harán. Ya lo hacen. De hecho, a diferencia de los ricos, los pobres no pueden arriesgarse a un impago, porque ésa es la única oportunidad que tienen” (Yunus, 2006: 123). El programa fue aprobado. Para 2005 se habían concedido 199 millones de dólares en préstamos para construir 616 mil casas, con un índice de pago de 98% en cuotas semanales.

En consecuencia con estas ideas y esta práctica, Yunus afirma que el derecho al crédito debe ser...

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