La crisis y el cambio

AutorJorge Javier Romero
Páginas53-65
53
Nuevos
actores sociales
9. La crisis y el cambio
El arreglo político de la época clásica del pri fue mucho más dura-
dero porque tuvo circulación constante gracias a la solución del me-
canismo de sucesión. Triunfó ahí donde el Porfiriato se había atasca-
do. Pero su capacidad de representación comenzó a ser insuficiente
en tanto que la población crecía y se concentraba en la ciudad de Mé-
xico y, en menor medida, en otras pocas ciudades: allí se focalizaron
desmesuradamente los negocios y la actividad económica porque era
el lugar donde se negociaban las protecciones políticas y se repartía el
empleo público.
Las reglas finales del acuerdo político alcanzaron su punto de
institucionalización hacia 1958, cuando ya no hubo ningún opositor
que hubiera roto con la coalición de poder y la retara con movilizacio-
nes y amagos de subversión. Pero entonces la nueva sociedad —que
no se sentía representada por las maneras tradicionales de interme-
diación corporativa y clientelista y que quería nuevas formas de ges-
tión de sus intereses— comenzó a manifestarse. Primero los obreros
de uno de los sindicatos clave en el pacto corporativo: los ferrocarri-
leros; después los maestros de la ciudad de México, luego los médicos
y finalmente los estudiantes expresaron su disidencia. El pri comen-
zaba a ser demasiado estrecho. Las ideas de cambio estaban además
en el entorno mundial y la comunicación con el mundo las transmitía.
La rebelión estudiantil de 1968 y la desmesura de la respuesta del go-
bierno, lo mismo que sus secuelas de violencia guerrillera y guerra
sucia, marcaron los límites del sistema de inclusiones. El régimen deci-
dió comenzar a abrirse a través de la competencia electoral.
Desde la consolidación del régimen, cierta apertura a la com-
petencia electoral había servido para la estabilización. Desde 1946,
cuando se echa a andar el sistema electoral proteccionista de la época
clásica, las elecciones sirvieron para canalizar demandas de represen-
tación no incluidas en el pri, aunque de manera arbitraria y restrin-
gida. Desde entonces y hasta 1964, la Secretaría de Gobernación de-
cidía cuántos diputados se le daban a cada partido, lo que implicaba
sacrificar a los candidatos más débiles de la red oficial. El pan obtuvo
de ese modo entre cuatro y seis diputados por legislatura; el pp (des-
pués pps) alguno por ahí, y el Partido Auténtico de la Revolución
Mexicana (parm), canal oficial de las disidencias priístas, otro. El Le-
gislativo era prácticamente monocolor. Ni qué decir de los estados,
Desgaste del
proteccionismo
electoral
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