Cosecha en promesa

AutorAndrés Henestrosa
Páginas249-251
Se conformó con recibirlas, arrobarse con su música, darles sentido cuando no
alcanzó el suyo verdadero. Y hasta en esto, el texto no quedó perdido. Porque
nada de lo que llega al niño se pierde: con lo que hoy no entendió se ayudará
para entender mañana. Así como nada de lo que entra al corazón del hombre
desaparece por completo, y es siempre con restos de viejas emociones con lo
que vamos viviendo.
Por eso es tan útil que los padres y los maestros, y el Estado, cuiden de
la formación de la niñez, así en el campo de su información como en el de su
forja espiritual, que monta tanto, si no es que más. Una mala lectura, una
melodía plebeya, unos versos canallas, se quedan con nosotros, igual que se
queda una afrenta. ¿Quién ha olvidado las lecciones contenida en los libros
de lecturas infantiles? Allí aprendimos a amar a la patria, a llorar en la tumba de
los héroes, a respetar la ley, a vibrar al paso de la bandera. Ni por pasión
de partido se atrevería un hombre formado por las lecturas de mis tiempos
a volverse contra la patria, porque como decía Benito Juárez, contra la patria
nunca tendremos razón. Ni contra la bandera, ni contra el himno, ni contra la
ley, pudiera agregarse. Eso nos enseñaron las lecturas literarias de Gregorio
Torres Quintero, de Amado Nervo, de Andrés Oscoy. ¿Por qué se abandonó,
en cierto modo, es verdad aquella preocupación por enseñar a los niños mexi-
canos desde la escuela de primeras letras estas nociones indispensables para
su vida futura? El buen ciudadano, con ellas comienza a formarse, lo mismo
que el poeta, el músico, el pintor, el artista.
¿No hay en nuestros días un maestro, un escritor, un poeta que reúna en
libro los ideales permanentes de nuestro país, y los nuevos que el tiempo ha
venido agregando, y los presente en hermosos textos para alimento del alma
niña de nuestro pueblo? Quien lo hiciera, podía alcanzar vida inmortal en
nuestra historia.
10 de octubre de 1954
Cosecha en promesa
Un día de octubre, ahora treinta años, amaneció muerto en su cama Abraham
Ángel, aquel asombro de pintor que apenas traspuesta la niñez asombró a
México con sus lienzos. Su nombre verdadero era Abraham Ángel Card, y
AÑO 1954
ALACE NA DE MINUC IAS 249

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