Corrupción de menores
Páginas | 285-308 |
I
_,
Corrupción
de
menores.
El
delito
ele
1•m
·1·
11pd
ó,1
de menores
súlo
i;e
Crlstiga
rá
cuando
hava
:;i
d
ti
"" ns1Hnado .
.
E'l
qn
e
hab
i.tua
lm
ent
e ¡,rocu.n
ófa
-
cilite
la
co1T11pción -
lle
11u
i1• res
ele
.
diez v ooho a
i'io
s ó
lo
s excite lÍ ellri
pa
ra
·sah.~facer
las
pasiones
to
1·
pes de
ot/
o,
s
er
ú castir¡ado c
on
·
la
pena de &
11
/s
111,e-
ses de
arr
esf• á diez
JI
ocho d • p·
1·
isiim,
si
·
el
menor
2Jasare
de
onc
e afí.01, :i¡
si
no
ll
e
gare
lÍ
esa '
ed
se
duplicm·ú
la
pena. .
Se
tend1·á como liab
i/1
,a.l este
cle
l
il
o
cuand
o
11
l
reo
lo
haya
e
je
•utado ti
·e
.~
ó
más
veces,
mengu
e
en
todas se lta
'!}
ct
ti·atadQ de
un
mismo
menor.
-~rts. 8
03
y-
S
04c
del Código penal.
~OMETE
~ste
de¡~tb
el
que
habitu
al ó no h.abitualmen
te
+p
ero · por remuneración
dada
ú of
1~e
cida, ·procura ó
facilita
la
c0rrupción de menores de diez y ocho años,
sea
cu~l fuere su sexo, 6 los excita á ella
pára
sati
sfa-
cer
las pasiones torpes de otro.
Este
cle
lito se a
gra
~-a
según que el corruptor sea ascendiente,
tutor
6 maestro,
ó que"de cualquier mané
ra
ejerza
autoridad
sobre
ehn
e-
nor, y que
este
lo ·
sea
de once
afi.os.
La
péna
impues
ta
al delincuente varía · desde
ttes
meses
de
arresto
has
tú.
·
cinco años de prisión; según las ·circunstancias que
·,
con~
c
urran
en e
l'
casó. ' · " · · · ' · . · . , ,
..
~;
,
·, \
284
t .
.
Estas
' son, generalmente señaladas, las condicione&
y
la
penalídad impuestas por
la
ley
al
delito de que nos
ocupamos, según puede verse
en
los artículos 803 á
807
.
del
Código
penal.
El
delito
de corrupción de menores se diferencía
de
la
seducción en que aquél se realiza por
un
extraño, fa -
, ;cilitando
una
víctima á las pasiones torpes de otro, y
· é9
te
se verifica _directamente por
el
intere
sado, aprove-
chando
la
in
experiencia ó el interés del seducido.
El
delito de corrupción de menóres
encuentra
su
cuna
en
la prostitución pública, á
la
que contribuyen en mu-
cho el celibato; el adulterÍo y la sodomía; pero estas can- .
sas no excluyen. que otras sean móv~les
también
par
a
realizarlo. · ·
Si la prostitución; el celibato, el adulterio y la sodomía
influyen
en
mu.cho
para
la corrupción,
en
realidad éstas
serán
las causas que la provoquen; pero aquellas por
las
, .
cuales se realiza, son, sin, duda,
el
interés,
la
falta
de
moralidad, y en otro·s casos
mí
impulso desconocido que
recon9ce
~u
origen
en
un
erotismo .iri;ealizable por
parte
del
agente, y q
ie
lo lleva á
su
sat¡sfacci6n, con la con- -
s.ideración y á veces' con la vista del acto crap,uloso.
, Algunos ancianos,
impot
entes
ya
para
la
cópula,
se-
en
tregan con de~enfre_no al lenocin
j.
o; ,porque
este
ejer-
cici9 _
co~o
_que aviva
su
muerta
naturaleza; y así
nQ
,
es.
éxtraño ver que
esta
clase de seres abyectos, después
de
~ntr~gar -
su
yíctima en brazos del qu~ ansía
su
pose-
sió,n, se oqultan, y
eI,J.
silencip se
entregan
á
la
. conte-
:r;a-
plación
d(;l
-.
1~
_que pasa
entre
aquellqs, realizando e~ .
sus
.
personas .el acto repugnante de
la
mast~rbación, y á
ye
_- ,
/
281:
f
ces
procurándose
un
derr~n1é qne viene voluntario
sm
provocación ni esfuerzo
material
·alguno.
He
aquí
un
caso
de
·dos · semejantes q·
ue
referiremo
s-
en
el discurso
de
este
capítulo y qu~ corrobora
nues
tro
dicho. ,
~ -
R.
es
un
anciano
de
más
ele
sesent
a,
aüos,.
delg
ad o y enfermi-
zo,
de
tez
amarillenta
y
de
o
jo
s
muy
vivo3
aúo,
qu
e b
rilla
n
con
in-
t
ensidad
bajo
l
as
canosas
ce
ja
s. ·
M. R. s e
ent
re
ga
a l
f>jorc
icio
de
la
corrupción
de
menores
pir
o
·
sin
inter
és
pecuniario,
exig
iendo
sólo del
que
solici
ta
sns
servicio
s,
· q ue la
cópula
se
verifique
en
una
casita
que
po
se.e
en los a
lr
red
edo·,
r
es
de
C
...
. ,
en
donde
él,
R.
.
facilitará
el
almuerzo,
l
ech
o y
discre
-
ción
por
un
precio
que
no
excederá
de
un
puñ
ado
de
franco
s.
Muchos
ca
l
averas
,
libertinos,
y
au
n
mujeres
de
moralidad
apa
,r en·.
te,
reclaman
sus
servicios;
y
111.
R. es
frecuent
em
en
te
solicitado
as
í
como
la
casi.ta
que
po
see.
Pero
el
anciano
tiene
e
stab
lecido
s
observatorio
s d ,
isimul
ad
os d e
las
piez
as
contiguas
á
aquélla
que
fac
il
it
a á
§..
U cliente-Ja.
para
ia
rea
-
lización
de
sus
deseos. .
Mientras
la
p
areja,
no
mucha
s
veces
arnororn
1
~e
en t
rega
á- 1
'.1
consu
m2ción del
coito,
-
lVI.
R.
. fijos los
oj
_os
en
un
punt.o a
propó
si
to
de
su observ~tor:io, sigue
con
febri
l
mirada
l
as
p0ripecias
.
del
com-
bat
e de
amor,
y,
mientra
s -s u
cuerpo
tiembl
a ,
sus
ma nos, ,reali
zan
el
acto
Je
una
masturbación
que,
much
as
've
ces
cons
um
adO'
,
deja
al
anciano
desfallecido
¡..,
vacil
a
nte
,
teniendo
que
apoyarse
en
l
as
par
e•
des
para
no
cae
r al
suelo.
Entreti;rnto,
la
pa
re
ja
Íio se
apercib
e
de
que
es
objeto
de
l
as
mirad
as
de
un
viejo
lúb
ri
co.
El
hecho
que
referimos
se
descubrió
-
por
un
a
mera
casua
1idad, y
desde
.
entonce
s
circuló
entre
loé
liber
ti
nos
y los
calaveras.
M.
R-
.
perdió
su
clientela,
y
meses
después
moría
loco e n
un
'
manicomi
o·
de
P
....
Pero
n_o
es tiempo
aun
de
entl'ar ·
en
la
apreciaci61i '
de
las
causas
que
puedan
ser
.y
ir
de móvil 6
de
_impulso , pa-
~
ra
la
perpetración
del
delito
de
corrupci6n d·e menores,
286
y · ásí empezar~mos
su
historia
bu11
can:
do
su
odg
en en la,
prosti~ttción pública,
bien
sea
considerada
civilmente' 0
·1
bien bajo ··el
punto
de
vista
religioso; y·
para
ello
habrá
.
que remonti:trnos
hasta
· los .tiempos
en
que
algunos au- ·
tores
se
han
encargado de comenzar
la
historia
de
la
'
prostitución.
Gnatene,
la
célebre
prostituta
contemporánea
de
S6-
;
. focles y que vivió á fines del · siglo V
antes
de Cristo,
fu~
sin
duda
un
a de las mujeres de más belleza y
cuya
vivacidad y
talento
hacían las delicias de los lib
er
tinos-
de
Atenas.
Temerosa
de
llegar á
su
ocaso
en
la
miseria,
-pues
el
despilfarro
era
una
de
las pasiones de
este
gé~ ,
uero
de muje1:
es-educó
con tiempo á
una
niña
que ha-
da
pasar
por su sobrina y á
la
que
llamaba
Gna~enion,.
/
de
Gnatene.
, Gnatene y CJ:natenion,
maestra
y drscípula, fueron
de
.
las mús be}las y codiciadas
hectarias
de
su
tiempo,
aun-
q
ue
la segunda llegó á ·
superar
á la.
primera
por el refi-
na
miento de s u prostitución,
su
grande
hei
·
mosnra
y su ·
j
uventud.
Más
tarde,
cuando
ya
vieja
Gnatene
tuvo que separar-
.
sB
del libértin,aje
en
que había vivido, se complacía
en
cuidar
de los
intereses
de
su 1sübrina, pro?urando
que
·
és
ta
sacase el
mayor
lucro posible de
su
pr
ostitución; y
por
tlltimo, acep~ó
voluntariament
.e el papel.
de
media-
n
er
a-ó do Hippopornos, con cuyo
mote
se designaba á
las
pe
rsonas de
su
clase. ·
Más
tarde
la, hija
de
Gnatenion, Lais, nífia aun, com-
prada,
por
Apeles,
com,o
esclava, e
ra
·perfeccionada.
por
éste
•
en
la
prbsti
tue
i6n'., 1 · . •
::;
' , • . · ;
~
t.
_
1'
\
'
'i&7
,
Los
sacerdotes
de
Venu,s en
la
antigua
-Roma, ejercían
también
el vergonzoso oficio
de
rufianes de ac1uerdo .
con
l¡;is
viejas
prostitutas,
facilitando
la
correspondencia,
las
citas, las
intrigas
y lás
'.
seducciones
entre
los
amantes,
y_
los
templos
y los jardines
cQrno
asilo
,$
del libertinaje.
Lésbias, jónfas y sirias,
algunas
egipcias, indias y nii-
bias, bajo
el
pretexto
de
ser
bailadoras, flautistas y to-
cadoras de lira, se
entregaron
de
senfr
enadamente
ii
la
corrupción de ambos_
sexos
sin distinción de, edades, y
de aquí el
nombre
de
lena
para
el
hombre
y de lena
para
la mujer de
esta
clase que se dedicaban
á.
ese vil t~áfico.
Los barberos y
perfumistas,
tonsoi;
y ungüentarius,
eran
utilísimos
para
el
lenocinio,
educando
especialmente á
los jóvenes
en
la
sodomía
más
depravada.
En
cuanto á
los esclavos de
uno
y otró sexo, casi todos se dedicaban
al lenocinio, utilizando ventajosam.
ente
sus
conocimien-
tos adquiridos err
la
prostitución. 1
Tras
los esclavos
vienen
los adductores, _c
onclucto1'es
y
admisarü, y
después
de éstos, y ami
puédese
afirmar, con
ést
os; los ·sirvientes de ambos sexos de los baño,s pfrbli-
. . . /
cos.
Más
adelante,
reformá,ndose las costumbres, que expe-
rimentan
.los c~mbios á
gue
-
la
civilización las obliga, los
rufianes adquirieron
un
aspecto
que
/ con
más
ó menos
varian¡
tes
conserva
en
nuestros
días.
Si
quisiiramos
seguir
paso á paso
la
·vergonzosa his-
toria
de
la
rufianería,
nuestra
obra
adquiriendo prQpor-
~icipes :
extraordinarias
,
,.
-llegaría á
ser
voluminosa·
sin
conseg_uir.
el
objeto, que nos
hemos
prop11esto ell' .ella.
. \
El
tipo
del r-u.fian existe ahora,
aunque
inocl.ifieado en'
38
288
tan
vil práctica, pomo cuando
su
tipo surg10
entr
e las
escabrosidades de l a inmoralidad pública.
,
El
rufian d e
nuestros
días conserva diversos aspectos;.
pero los m
ás
comunes son aquellos que nos ofrecen los .
encargado·s de los lupanares;.las corredoras de ropa usa-
da
que a
un
se conserva buena en apariencia y que las
·m
:.í,s
veces
~
vehículo ~1e erifermeclades contagiosas;
. ciertos
hombres
·
que
ha
n hecho de
su
·v
id
a
un
abismo:
t
l:l
nebroso ; y, por
-:-
último,_hombres y mujeres ancianos
-pero de malos .antecedentes públicós ó privados, que,
ajenos
ya
á la prostitución dii;ecta por agotamiento senil;
buscan el afrodisiaco de ·
s1.~s
pasiones
en
la contempla-
ción de ciertos
act
os que, por sí mismos, no de
berían
facilitar placer mas al que los reali
za
.
·,
-.·
'
·
.,_
Estos
vi
ejos, n
atura
lezas que se desvanecen de lo vivo
pa
ra
hundirse temblorosas
en
las obscuridades de la
. tumba, experimentan
co
n la
co
nt
emplación de esos actqs
7
/,
libi4inosos, ·con la masturbación que es muchas veces
consecuencia de
ésta
, satisfacciones q
ue
expe
riment
a el ·
jovencito vi
go
roso que
entre
los pliegues de las sábanas
y en la obscuridad de silenciosa alcoba, realiza
el
coito
imaginario que ag.ota
su
naturaJeza,
ya
en cuanto
:i
, lo
físico (que· pued
e-
repararse),
y~
en cuanto á lo moral'
{ qué con~,uce al manicomio).
La
rufianería, en general, se ejerce desde
la:
niña ino-
cente
que proteg'e las relaciones ·amorosas-de s
il
amigui-
ta,
también inom,
nt.e
aun, predisponiéndola inconciente-
me!lte á
un
. derrumbamiento de
su
_-
'llirtud,
hasta
el s~r
-depravado y egoista que por i:nterés,
sea
el que-fuere,
h11~ca
,y facil,ita las lides del amor ·material. .
\
\
\
\
\
\
\
\
\.
\
289
De .aquélla no nos ocuparembs;
peio
de
éste
sí,
porque
á
éste
debe limitarse el propósito
de
éste
capítulo.
Qué es
un
rufian?
El
rufian es
un
sér
en
cuyo pecho
encuéntran
los vicios todos· caliente abrigo: que
se
tras,
·
parenta
como si
la
hiz de
la
mitad
del
día
b1·
o
ta1
:~ ·ae
dentro de su cuerpo: . tiene e l ojo vivo, benévolo, hipó-
crita
ó carifl.oso
según
las
circun
st
ancias, la fren
te
tersa
en
ocasiones como
la
de
una
virgen, y en otras rugosa,
como reflexiva; la nariz olfateante, y
la
boca risueña con
el rictus propio
de
su
ocupación, es decir, sonriente, be-
névolo, con
santid
ad mezcla de diablo. · Andar
lent
o y
' -.
;_
pausado como el de los hipócritas
del
Da.
nte
cuya vesti-
dura
era
de plomo; cauteloso y delicado; mano suave y
expresiva;
traje
sin
pretensiones
pero
rev
est
imiento de
malicia
qU:e
se
trasluce
·
entre
sus
hábitos monjile~; 'la
palabra dulce, como deN:ame
de
miel
_
entr
·e los labios:
pero pe{·suasi~a y con~incente, nido
de
as·echan':as y
seducciones.
El
rufian sigue
al
oro como
el
minero, con
la diferencia
de
que aquél lo adquiere por el
:¡t
~pr
y 'en-
tre
seducciones y vérgüe:nzas, y
éste
hundiéndqse
en
fas
entraüas de
la
tierra
.
en
·donde
tal
vez encuentra
una
tum~
ba
l1onrada.
' ; \ , :
....
,
Pero
basta
ya
de digresiones y ocupémonos de€epida-
mente
del
objeto de
este
capítulo.
Es
un
hechq comprobado por múltiples investigaciones,'·
que en todo ·vicio como en el ejercicio de
toda
virtud
exa-
gerada·, sirven como causa's
que
los motivan, una. locura
existente
ó el desequilibrió moral.
del
indi+iduó.. · ·
. Pai
:a
entra
.r
..
en
materia
~
-nos
servirá ·
ae
base
la
historia
• r, ,
de
un
rufi~Jl,,
c~1yo
relato
escuGp;amos _
de
boca
de
Rerso-
na
digna
de
fe "
por
s:
!f
veracidad.
/
/
290
Se
trata
de
un espa!iol
Luis
N:
quien desde su
juventud
· comenzó
:á
sentir
la
imperiosa necesidad del coito.
'l.'ernores
de
la
edad;
Tigilancia
inconsiderada
de
los
padres;
falta
de
récursos pecuniarios para.
pagar
servicios
de
mujeres
interesa-
,
-0
a·
s,
lo hicieron
entregarse
á la 'masturbación
por
sugestiones de rin
-c
ochero.
Luis llegó á
la
edad
__
viril y
Aiguió
practicando
la
masturbación
irnsta
producirse
un agotamiento físico
irrepárable
. .
Para
provocar
sus deseos le
bastaba
la contemplación de u.na
cara
bonita
de mujer;
,;le
una
pierna
cubierta
por
blanquísima
media
que se descubre
al
v
ue1o
y á
la
que sirve
de
apoyo
un
pie menudito y com.bado,
ora
sea
·
desnudo con piel de hojas
de
rosa,
ora
sea calzado con coquetería;
-
una
torcedura
de-
labio!5
incitante; un movimie,
nto
de talle provoca-
·
dor
y laflcivo;
la
contemplación de un calzón de
señora
medio sucio;
de
una
enagua, y
hasta
de
una madeja de pelo suave y perfumado, .
-que
rueda
por
el suelo llevada por el viento.
De
cada
objeto de los dichos y
de
otros más, forjaba un ídolo;: y
revistiéndolo de la vida concebida· en s.u cerebro, formaba
de
él el
sér
·
idolatrado
que. sujetaba, moralmente, á
la
satisfacción de
su
-e
rotismo.
Cuando el joven llegó á satisfacer sus ·deseos
en
muje'res verdade-
ras,
húndiéndose al efecto en
la
crápula' consiguiente,
su
naturaleza
'
-s
iguió
agotándose
hasta
que la debilidad
necesaria
á sus excesos, Je
impidfó el coito natural. E~tonces Luis N. buscó sensaciones nue-
vas: flteron i.ombres, jóvenes aún, á quienes buscó
par
'a
la.
~atisfac-
ción
de
sus deseos ; y
caando
por
agotamiento absoluto no le fué po-
s
ib
le
ejercer
la
prostitución activa, se tornó sodomita, y se prestó ,
,p
asivamente á los brutales
deseo1,1
de
algunos seres
depravados.
La
'
vejez puso término á sus l~cure.s libidinosas: las mujeres lo rechaza-
b
a.
lo
_mismo que los jóvenes
.·
á quieMs
quería
obliga:-.
á'h
/ager el
pa
- · ,
pel
de
aquellas, y ninguno
q11iso
ya
satisfacer sus instintos sodomi-
t
_!ls.
L11i1
N.
· se
kundi~;
y comprendiendo que/
nada
podía
esperar
.
e
ilUB
ser:nejantes en
}a
aatiefa~CÍÓU
directa
de
SUB
placeres
BeXUII.·
les
,-
buscó 1
e1ta.
eatisfaccióri en él ejercicio de
la
, rufiane1:
1a
: ' ·
'renía
unii
casita
lin(la ·y cequeta, resultado ·
d'e
s~s _ecóhomía's vi -'1
.ci
osae, y
ésta
era
el nido
de
amores ajenos· y
de
satisfacciones mitte-
/
/
. 291
da
les que contemplaba, con ~videz
demente
, á
travez
de
ciertos
ob-
se
rvatorios
hábilmente
practicados
en
los
muros
de
la
casa.
Cuando
Luis
N. fué coDTencido de su deli~ó y
extinguió
su p ena,
se
consagró
á
corromper
niños y
niñas
, á los.cuales seducía.
cou.
ob-
,
se
quios
apropiados,
provocando después
en
ellos,
la
inclinación .al
pl a
cer
sexual con sus enseñanza!!
de
viejo libidinoso.
Se
agotó
por
último este medio dé
satisfa
9
er
sus perversos iastin-
tos,
porque
Luis
N.
apareció
loco
rematado
de
un
momento á otro.
Conducido al mafliconiio
de
C
......
pamba
11u
vida
entre
acoesos
de
locura furiosa
que
había
neces
idad
de
reprimir
por
1i
füerza, ó
ej
ercitándose
más y más
en
una
masturbación
:.í.
la
que
ya
no
se
pres-
taba
en lo absoluto
su
derruida
naturaleza.
Luis
N. murió loco
en
el manicomio citado, y hombre ,
inteligente,
llevó
un
diario,
especie
de
memorandum,
qae
.
1irTió
para
oonocer
su
historia
vergonzosa á.
la
que contribuyó efica~mente
una
inclinación
al
alcoholismo
muy
pronunoiada. ·- .
:-
Diversas ciencias, ai;tes é hip6tesis,
han
.venido esta-
bleciéndose y desarroUándose desde.
tiempos atrás,
pata
descubrir
}as
inclinaciones y los sentimientos 'del hom-
br
e á travez de
su
naturaleza física.
~
. . . . .
Con
Gall surgi6
la
· frenología, que no es mas que
una
hip6tesis fisiológica de ,
su
autor, que considera
al
cere-
bro como una agrégaci6n d_e órganos, correspondiendo á 1
cada uno de ,ellos diversa facultad intelectual, instinto
ó-
afecto, y gozando estos instintos, afectos 6 facultad~s, de
mayor energía, según el mayor 6 menor desarrollo de
fo
,
parte
cerebral que les corresponde. ·
Esta
hipótesis se encuenti·a íntimamente ligada con la
craneoscopía, ó lo que es lo mismo, con el arte que por
la
inspecci6n
ele
la
· superficie exterior del cráneo, ipresu-
me conocer lasºfacultades intelectuales y afectivas; pe-
ro la craneología vino á ser
ya
e,li'esultado de un estudio
' .
/
. 292
más
perfecto de aquella
parte
del cuerpo humano, y del
cual se
han
ocupado
preferentemente
algunos sabios alie-
nistas
antiguos y modernos.
Pero si
la
craneología y
aun
la craneoscopía y la fre-
no
logía se ocupan exclusivamente del cráneo del hom-
bre
, la antropología extendió sus investigaciones al es-
tud
io fisico y moral del hombre
mismq.,
para
obtener de ·
él como consecuencia, el conocimiento de
su
carácter~
·fijar sus inclinacione~.
'l'odos estos estudios, derivándose los '
Lmos
de los otros,
extendiendo
la
esfera de los conocimientos á medida que
se hacían
más
minuciosa's
in
vestigaciones,
han
venido á
prestar
t.1~
valioso . contingente
para
h
ex
plicació11
de
ci~rtas inclinaciones perver:5a~, contingente que
han
apro-
vechad? con ventaja ~lgmíos autores _célebres, que, des-
-dé
Beccaria, vienen fundando
en
él, las teorías positivis-
tas· modernas en materia criminal.
Del concurso de todos estos estudios, se
han
estable-
_cido fundamentos
poierosos
que
hábilmente
explotados
por sabios· alieBistas, vienen dando
'.
v1goroso impulso á ·
la
medicina:legal, acerca·de
la
cual se
han:
escrito obrás
de. verdadera importancia. · ·
, Ahora/bien, apoyándonos
en
obras de ·
este
género y
en
algunas otras apropiadas al intento, es corno vamos ,á
ocuparnos de las causas que pueden
det
erm
inar
· el im-
_
pu
lso que conduce á la
perpetr
ación del delito de corrup-
ción de m~nores.
, Que la inclinación ,á la corrupción de menores recono-
. ce ciertas causas, es incuestionable; y señalamos de ellas
descl.
e luego, las que más gen
era
lmen
te
ejercen
su
influen- ,
cia sobre el individuo, y estas son:
. '
I.
La
locura.
II
.
La
mastu-rbación.
III.
La
vejez.
293
IV. · L~ prostitución pública.
V
ba
falta
de
educación moral y
VI.
La
ignorancia.
rrratamos desde I nego
de
la
locura. _
Las manif<: class="ls175">de
Ja
locura
-
son
innumerables co-
mo la c_iencia médica l o
demuestra,
así como son varias
las causas que ,las motivan.
~'
, De las primei:as sería prol~jo ocuparse;
mas
en
cuanto
,á,
las segundas
es
distinto, y
por
lo
mismo vamos á tra-
tar
de
ell
as.
Las causa-s-
que
m(?tivan
la
locura
reconoce_n
su
origen
más
pronunciadamente
en
la
.
herencia,
en
la posesión
de
.vicios,
tales
y/
entre
otros
co~o
la embriaguez,
la
n1a:s-
turbaci6n,. y otros; en accidentes como
un
terror
inespe-.
rado,
un
.golpe
en
el
cerebro,·
una
sorpresa;
y como
éstos
€11 otros muchos que son demasiado conocidos
por
los hom-
bres consagrados
al
estudio
de las enfermedades,
menta-
les . .De las causas
de
la
locura
y
de
sus
manifestaciones ·
no nos ocuparemos aquí sino
en
la
párte
..
qne
correspo11~
de
al propósito
de
esta
obra;
y
p_or
lo mism0, dejaremos ,
á
un
lado,
entre
las
primeras
1, aquellas que son
el
resul-
tado de la hereu-cia, de
la
embriaguez
y del juego á
vé
-
ces, y sólo nos ocuparemos
de
las que
pueden
producir
las
causas que dejamos ·
apuntadas.
',
Todo vicio ejerce en el cerebro
un
efecto
decayente
del
vigor, y otro.efecto como fotográfico, que fija en el
mismo
cetebro
las
impresiones de
un
hecho
más
ó
me-
nos
frecuentemente
consumado.
El
efecto
decayent
e,
204
debilita poco á poco al individuo,
ele
tal
manera, que sus ·
ideas son vigorosas al principio de la satisfacción del de-
seo, 'y á medida que esa satisfacción es
má
s frecuente,
débiles y tardías; y , .. cuanclo' la satisfacción
.es
excesiva.
se nuliiican, dejando al cerebro como
la
página de un li-
bro en blanco. Cu.ando el ej
er
cicio de
la
prostitución se
empieza, el cerebro funciona vigoroso y activo, y supo-
ne _encantos en donde
tal
vez no existen mas que lásti-
mas: así, el sugeto verá en el sér que le sirve
para
lasa-
tisfacción de sus primeros deseos, mucho de bello, pro-
vocativ_o
al placer é incitante, cuando
er.1
realidad no
exista
ninguna 'de es.tas deliciosas circunstancias. A
medida que la satisfacción del placer es frecuente, el ce-
rebro deja de trabajar en
su
laboratorio de ilusiÓnes,
porque empieza, para no detenerse,
su
triste
decaimien-
tD; y entonces el
~ugetQ
que se
entrega
á
la
satisfa:cci6n ·
-dei vicio, ve las cosas como son, y .busca en
un
re- .
finamiento lúbrico, actitudes y circunstancias que avi-
ven el placer. Cuando la prostitución continúa y el
ce
:
· rebro
ya
no
ayuda
á vestirla de encantos deliciosos,
la
naturaleza, vilmente ultrajada, ·
lucha
para
satisf&eerse;
y
el
acto que _al principio de la aceptación del vicio fué
placentero y momentáneo,
se
torna
e:n
doloroso muchas
veces y tardío. ~Después
de
esto, sólo quedan· chispas
Derebrales de ilusiones fugitivas ,
á
las
que la naturaleza
contribuye con
mi
pobre contingente.
En
estas condi-
ciones, el cerebro ya debilitado, sólo espera
una
ocasión1
para
revelar
la
perturbación que y~ exis~e en él; y
esta
c..
perturbación aparece bajo la forma de
una
locura ad-
lwc, que es el resultado del efecto que hemos· llamado
fotográfico, porque fijas en él las_impresiones de
un
he-
'
-·
295
cho consumado, y ·siendo
estas
poderosas y continuadas·,
quedan gravadas en el cerebró
para
siempre.
La consumaci6~ frecuente de
ciertos
hechos fija
en
el
cerebro
una
idea dominante;·y
de
aquí
· que, cuando
la
. locura domina al individuo,
la
manifestación de ella es-
té
en raz6n' directa-de sus frecuentes impresiones. ,
¿Qué hace el hombre cuando
su
cerebro se .siente per-
turbado por la locura, á
la
satisfacci6n de cuya idea nQ
ayuda
la naturaleza? Buscar con ahinco, sin detenerse en
los medios, aquellos á que
la
locura
se
inclina y que á
veces sirven
para
avivar,
por
instantes,
su
agotada y
casi
muerta
energía.
Así como
el
avaro que enloquece
tendrá
'-
como
man~-
festación probable de su locura,
la
idea
de la posesi6n
de
grandes tésoros que vigila, cuida y defiende, -así el
ambiciosó se soñará rey, y
distribuirá
sus mercecles
imaginarias
entre
los súbditos formados con sus comi-
tentes
del manicomio; y así también,
el
que enloqueci6
en
la satisfacción de la prostitución sensual,
buscalá
,con
ayuda
escrupulosa-, la satisfacción de
la
prostituci6n aj_e-
na para satisfacer las inclinaciones
de
,
su
enajenación.
He
aquí, pues, porque existen ciertos . individuos consa-
grados al ejercicio de
la
rufianería que 'deben
ser
consi-
derados· como locos ó semilocos, y
por
lo mismo, .irres-
ponsables de sus actos delictuosos. "
Y los resultados de la prostituci6n que hemos ·apunta-
do son también los resultados que produce la masturba-
ción, aunque
esta
causa los ocasiona
más
rápidamente,
dado que, tal vicio, muchas veces no dependiente de
la
1
voluntad conciente, es mas pi-opio
para
destruir en corto ·
tiempo la naturaleza más vigorosa. Agreguemos á lo di-
. -
39
296
cho que el
prostituido
podrá
detenerse
en
la
penosa mar-
cha
del vicio. cuando
enfermedades
venéreas lo
detengan
por
la repulsión que inspiran
para
el conciuso sexual;
mas
en
el rnasturbador, esa detención no
podrá
existir sino .
,,_
raras
veces; y así,
la
·enajenación
mental
será
el amargo
. fruto, inmedi
at
o,
rápido, ineludible,
de
sus
excesos.
La
veje~
presta
s1J
contingente de criminales respec-
to
del
. delito de corrupción de menores; y esto es
tan
cierto
cuanto
que
e&
un
hecho
averiguado,
que
la
debí-
lidad senil, así
COII).O
cierta'
,s
enfermedades
tales
como
la
s afecciones pruriginosas en los órganos genitales ex-
.
te
rn
ós, como la
herpe
prepucial, el _ecze1na del escroto
ó del ano,
1J
bien de afecciones d.e los órgános
de
la ori-
na
como estrecheces del
ca
nal de la
uretra,
ca tarros de
"
la
vejiga y de
su
cuello, afecciones
prost
át
icas, etc.,
pred
isponen al individuo que las sufre, á gestos, provo-
Gaciones
indecent
es, tocamientos libidinosos y movi-
mientos de lascivia más ó menos pronunciados.
De
es-
tas
demostraciones, resultados de las causas que indic!l-
.
,,
· mos ,á la corrupción de menores, á
nuestro
juicio no
hay
dista
ncia estimable; porque si
la
·
causa
obliga al hom-
bre á
la
demostración en público
que
es pasajera y que
no ¡rne~e satisfacer los deseos,
nada
de ex
traño
hay
en
' q
ue
se procure la con
temp
l
¡w
iór{
de
actos libidinosos,
facilitando
fos
medios
para
ella. ,
. ·
supungamos
que
un
octogenario, por
su
propia debi-
lidad,
se
entrega
á demostraciones públicas indecentes
¿no podremos suponer con razón, que si
la
ocasión se le
'
of
rece, procurará
la
sattsfacción de
sus
deseos eróticos
·
co
n·Ia contemplación p&s·va de
ciertas
luchas. de amor
i
ncitantes?
Y
supuesto
esto, ¿no podremos también
su
-
297
poner que
una
vüz experimentado el
placer
en
la
ya
di- ·
c
ha
contemplación,
el
individuo busque-por.
sí
-mismo
los medios de facilitársela con frecuencia?
Existen lupanares
en
~algunos pueblos del mundo
en
donde por agujeros practicados
en
las paredes, obser
va
-
torios disimulados con
arte
suficier..te y que coinciden á
una
alcoba especial, se presencian los arranques
ªe
luju-
ria
á que se entregan calaveras y
meret
rices
hábilmente
adiestrados
para
despertar el deseo. ¿ Quiénes
-son
los
que se colocan ansioe.os
detrás
de estos observatorios
para
fijar miradas anhelantes
en
las peripecias de las lu-.
chas de amor? Viejos en
su
mayor
parte,
6 jóvenes gas-'
tados é impot
ente
s, que
buscan
con frenesí en aquelltt
contemplación el efímero despe
rtar
de
sus instintos sen- _
suales. ¿No es esto
una
prueoa
irr
efutable de la ver- .
dad de lo -dicho? ];>orotra
parte,
¿no es
natural
supchier
q
ue
hombres de refinada malicia
ya
sea
por
su
avanza-
da edad,
ya
sea por sus depravadas incliiiacio1:
10s
y vi-
ciosas costumbres, busquen en seres sin experiencia la
s
ati
sfacción de
sus
deseos, corrompiendo á aquellos'pre-
viam
ente
.
Las demostraciones públicas indecentes, si.bien
son
el
resultado de causas
independient
es, de la
voluntad
· del
agente
que reconocen
su
origen .
en
ia
existen.cia
de
·
ciertas enfermedades predispon.entes del hecho,
también
1
pueden depender de la ,voluntad del sugeto, y
ser
el 1
:e
-
,t
s
ult
a
do
de
una
deptavacjón moral extraordinaria; y
en
estas cir'cunstlincias no es e-xtraño
que
el
que posee
tal
depravación, busque los elementos propios
para
llenar
sus deseos,
ya
no por,sí mismo sino ejerciendo
la
corrup-
ció
n de
o.tro
s seres, especialmente
de
los que no
tienen
)
298
experiencia
bastan
te
para
.
comprender
la
clase de infa-
mia
de
que son víctimas.
1
Las
eneargadas de
lupanares
(antigm¡,s
prostitutas
ge-
neralmente), que
han
envejecido en el vicio, y que
por
razón de
su
edad no satisfacen
ya,
por no ser solicitadas,
los deseos lascivos de hombres ~igorosos,
11).'nchas
veces,
prescindiendo del
int
erés pecuniario
por
inmediato ofre- · ,
cimiento, pero sí con
miras
pecuniarias
para
lo porve-
nir,
seducen
{niñas
pequeñas aun, que
al
fin y
al
cabo
ya
por
los impulsos de
un
erotismo desarrollado,
ya
por
lós
del
deseo del lujo,
ya
por último
por
los del
de
s.alir
del
poder
de padres, ~scendientes ó
tutores
que las mal-
tratan,
ó
por
lo menos del
afán
por
independerse
de
aquellos bajo
cuya
potestad
se
encuentran,
se
entregan
á
una
prostituciótt que
se
ha
pintado
ante
sus
ojos con
bello colorido.
· Nótese bien que
estas
encargadas
de
.casas públicas
son
por
lo regular viejas rameras
entregadas
ú
un
tráfi-
co incle'cente por avaricia, ú
un
deseo
de
seducción por
costumbre; porque es
prE:lci~o
convenir en que
la
prácti- .
ca
especialmente de ciertos actos, que
la
moral
reprue-
.
ba, obljgª' á vivir en la p1:ostitución á quien
la
ejerce y
á someter á la prostitución á cuantos confiados se entre-
gan
en
sus manos. Depende
esta
conducta de eso
estad
o
febril de
Ja
·yejez impotente; de esa especie de
perturba-
ción á que
está
· sµjeto el cerebro después do muchos
· años de vida,, de acuerdo con la costnmbfe do
entreaar-
. . o
se
á
detenninados
actos que imprimen en el sugeto una
necesidad de acción de
lo
s mismos, y que es como el
-t
atua
ge
mora_l
de'
su ejercicio,
al
que se
entregaría
con
299
furor
tal
vez, si fuese solicitado
su
concurso
pará
lle~ar- 1
lo á cabo. '
No hemos querido decir que todo anciano esté
predis-
pu
est
o á
la
corrupción de menores, sino que lo
está
to-
do aquel
cuya
prostitución anterior gravó en
su
mente
é_
imprimió en su naturaleza
la
necesidad de continuar
en
esa misma prostitución.
El joven es impetuoso en
la
s
at
isfacció n de sus pla--
ceres, mientras que e] viejo á medida que ,en edad avan-
za, se torna s
ibar
i
ta
: para el joven, cualquier manjar
es bueno porque
su
apetito es insaciable; mas el anciano
escoge los platillos más tiernos y sabrosos. E l jm1en bus- -
ca á la mujer mientras que el viejo corre
tras
de la
niña
de vestido
co
rto; porque
en
aquél todo es impulso y
en
éste, verdadero deleite que sa
borea
con placer. De lo
dicho res
ulta
·
qll.e
cuan
do
el
hombr
e llega á viejo
hundi-
do en la prostitución y su
natural
e
za
se resiste á la sa -
tisfacción de los placere
s,'
goz~ cqn los que otros experi-
mentan
, comtemplándolos . con verdadera y
anhelante
fruición.
Tampoco hemos querido afirmar · que
la
vejez
en
las
co
ndiciones dichas, sea siempre
un
móvil impulsivo
de
la
corrupción de nienores;
apuntamos
simplemente
la
idea esperando que inteligencias superiores á
la
nuestra,
I::t
sometan ú
un
estudio científico y concienzudo. .
Hemos habládo ·antes de. las personas encargad'as
de
lupanares, y ocasión es
ésta
de re1erirnos al interé
s,
co-
mo causa que predispone á
la
perpetración del delito
de
que nos ocupamos.
. Acontec~ muchas
vecE;Js
· que
el
hombre ansía
la
iose-
.
sió11.
mate
'rial
..
d~
det~rm1nada
nÚ1jer
que aviv.a
sus
de-
\
..
300
seos. _
La
persigue; y
por
los medios
que
á
su
alcanc~
tiene,:
procura
seducir
la
directamente.
La
virtud
verda-
dera, ó fingida por
interesada,
re
s
ist
e á la seducción, y
entonces se
recurre
. al medio,
siempre
ventajoso,
de
la
_ rufianería.
El
hombre que
en
tales
condiciones se ve
1 colocado solicita á
la
encargada
de
lupanar
y gerieral-
mente
ami
ga
de él,
dispuesta
á
prestarle
esa clase de
servicios mediante, se
enti
énde ,
más
ó menos
cuan
tiosa
remunerac10n. Y aquí
entra
en acción
la
comisión del
delito-
de
que venimos Ócupándonos; porque esa clase de
mujeres
(ó
de hombres)
habituados
al lenocini
o,
poseen
ge
neralm
ente
un acento melífluo,
una
palabrería
persua-
siya, y la facultad de
presentar
el oropel del
int
er és an-
,
te
miradas codiciosas, no siendo
extraño
sino común y
frecuente, que
la
persona objeto
de
sus
seducciones, se
hunda
en el abismo de
su
perdición. ·
Aquella clase de mujeres,
ya
no sólo ap1;ovechan
en
su
inter
és las ocasiones que se les faci
lit
an
para
halagár-
lo, sino que, previendo
en
lontananza
ventajas
positivas,
se_ducen pequeñas niñas y jóvenes aún, que
mantienen
al
principio á
su
servicio, iniciándolas
paulatinamente
en
· los secretos de
una
prostitución
producti
va
para
la
cual
las
reservan. De
esta
clase de seducciones en que
entran
corµo medios muchas veces
hasta
juguetes
y fruslerías
quE)
atraen
la atención infantil,
he
aquí
un
caso referido
por
un
peí·iódico; al cual nos concretamos
por
no
ser
dj-
fusos,
puesto
-que son innumerables los 'que
pudiéramos
· :
citar
cansando con ello
la
,
atención
de
nuestros
lectores.
''Hace algunos días dimos la noticia de que una niña de corta '
edad
se
habíá perdido al
ir
de su casá, núm. 3 de la calle de
los
Ca-
rros, al Hospicio de Pobres, donde se asilaba uno de sus hermanos. ·
' ,
'-
\
301
La
familia de
la
niña
qesaparecida
echóse á
buscarla
por
todo
s
,
lo
s
barrios
de '
la
ciudad, habiendo sido
infructuosas
, al
principi
o,
todas
sus pesquisas, llevadas á
cab
o ·con el auxilio
de
las
autorida-
des
y la ·policía.
Ayer, la
madre
de la
criatura
ext
ravia
da
supo que
la
habían
vis-
to asomarse á
una
puerta
de
la
Plazuela del C
ar
men y fu~se á
insta-
l
ar
por
allí,
hasta
que logró saber con
exact
.
itnd
el
paradero
de
su
hija. ·
Con los informes e
.:
'l::actos,
se presentó á
una
de l
as
viviendaJl
de
la casa ntim. 3 de
fa
expresada
plazuela,
en
la
que tiene
habitación
una mujer llam
ada
Soledad, conocida con el apodo de
la
JJ.{uf
íeca.
Allí
estaba
la
niña
perdida.
Previas
algunas
disc ulpas ,
prot
esta
s
é interjecciones,
la
chiquilla, que es
de
rostro
agraciado
y se
pre-
sume
ser
á hermo.;;a al
lleg
ar
á la
ju
vent
ud, fné devue
lta
á la
madre
con conoc
im
iento de la
autorid
ad.
La
J11Iivriec
a,
ósea
S
ol
e
dad
, segtin-
lo
s informes
de
uno de nuestros
r
eporters,
con el nombre d e Angela,
preside
y es
dueña
de una
casa
de
mala
nota
en
la
calle de la
Fuente
de S. Cayetano, dond~ se asi-
lan
varias
noc
tí
vagas
:
Ahora
bien. Con los datos
anteriores
¿no es de presumirse que
ha.
ya
en el fondo de la
historia
relatada,
la
perver
aa intención de
arre-
batar
niñas de sus hogares,
para
arrojarlas
m
áa
tarde
á las ch
arc
as
de
la corrupción pública?
Nosotros nos permitimos
llamar
fil~rtemente
la
atencióJJ de
la
po-
licía sobre ese asunto."
Nosotros comprendemos
la
existencia de· los lupana -
res, porque
tal
existencia tien~
sus
ventajás enmedio de
la inmundicia que los forma: comprendemos también
qu
e
la
mujer descarriada busque
su
entrag,a en esa clase do -
establecimientos pflra saciar sus lúbricos i~stintós y
su
deseo ge lujo adquiri!]o sin trabajo; · pero no compren-
demos que
la
esfera _de-acción
de
las mujeres -encarga-
das de tales casas, se salga del límite,de éstas, en el
cual
debe,
estar
encerrada
su
diabólica y corruptora inclina-
/
'
;
302
ci6n. Para evitar
este
mal,
la
policía debe ejercer
una
vigilancia extraordinaria:
la
l
ey
debe
ser
rigorosa
en
el
castigo; y las disposiciones de policía
tan
severas, que,
por sólo el hecho de písar
una
mujer
de
esas los dinte-
les de
una
casa honrada, se ven
en
ella á la vieja corrup-
tora
digna ,del más duro castigo.
· Las sociedades se debilitan y se desequilibran desde
el momento
en
que
la prostituci6n se posesiona de ellas. ·
Pueb
lo prostituido es pueblo que se desvanece del catá-
· Iogo de los pueblos fuertes y vigüroso~;
lu
ego obligación
nimia y escrupnlosa de las autoridades es evitar, por
cuantos medios acqnseje la prudencia y el re8peto á los
asociaq.os, el desarr-ollo de
una
prostitución desastr.oza
en
s
uR
resultados, por.
m[ÍS
que sus efectos sean paula-
tinos y tardíos.
Con
só
lo
decir dos palabras
más
se com-
prenderá la verdad de la _consecuencia asentada:
tras
.de
la prostitución excesiva
entre
sexos diferentes, viene el
cansancio de
lo
s órganos apropiados para satisfacerla, y
con el
cansanci,,Q,
la sodomía y el safismo; y
un
pueblo
no puede ser digno, ni vigoroso, ni respetado, si existen
en
él prostitutas, libertinos en abundancia y, lo que es
peor, sodom'itas de ambos sexos.
Al
tratar
de
la
sodomía como de algunos otros aspec-
tos repugnantes de la prostitución,
entre
otros la bestia- ·
lidad,
indica~os
sus causas
má
f conocidas y los medios
represivos niás apropiados
para
contener el avance y
el
desarrÓllo de tales vicios que
la
moral reprueba, que
la
conveniencia del bienestar condena, y que la l
ey
debe
pastigar con verdadero rigor .
.
La
falta de edu·cación intelectual y moral es
otra
_
de
·
1as
causas qu_e hemos señalado
-como
origen· de
este
y,
303
otros muchos delitos; y sobra
la
demostración
material
cuando
la
razón la comprende,
por
cuyo motivo sólo
apuntaremos aquí l a causa, dejando· que
nuestros
lecto-
res por sí mismos, convengan
en
que
desde
el
momento
en que la educac16n· basada
eh
la
moral
nQ
existe, la
causa ocasional del delito se
encuentra
en
esa
pro_pia
y
muchas veces· desgraciada circunstancia. · Que el niño
que
ha
palpado ciertos ejemplos sin
que
se le
haya
l\echo
comprender lo bueno ó lo malo ·de ellos, los siga cuando
j
ov
en, es
hasta
cierto punto disc-ulpable; porque
nO
en
todos·Jos seres de la especie
hum
a
na
la claridad del dis-
cernimiento es la misma; ni la apreciación del hecho es
igua
.l.
Algunos h a
brá
en quienes
la
propia razón les ha-
ga comprender la ilicitud de ciertos hechos; pero
en
.
t ' 1 á >
.,
o ros, y seran os m s comunes, ,
esa
comprens1011 no se-
rá fá cil y,
tal
vez, ni posible, sin
el
concurso de
un
sa
-
ludable consejo; y todo consejo es bueno si tiene como
base el ejercicio de la virtud; y
esta
clase de consejos
son los que, bajo diversas formas, constitu'yen
la
ense-
fianza de la moral, de aquí el cuento muchas veces invero·-
símil para
el
adulto pero creíble
para
el niño, la divertida
fábula, llevando en
su
moraleja
la
salud
del
consejo:
Esopo y
Perrault
son los grandes moralistas de la niñéz;
Si al consejo sigue el ejemplo, y á la falta
el
castigo
in-
mediato,
la
enseñanza ·producirá · ópimos frutos ;
mas
téngase
en
cuenta
que el castigo
del
niño debe
ser
in~
mediato á la comisión 'de la :falta,
para
que el
resultado
que se obtenga sea favorable,
puesto
que se
grava
más
la
corrección
en
la· me_moria cuando el'hecho que
la
mo-
tiva acaba. apenas de consumarse.
El
niño~
que
carece
de razón,
de
ju.icio y de. discernimiento, es '
con:w
.
el
.
ca-
. . 40 · .
,.
,/
/
304
'
ballo
y el
perro
que no gozan
mas
que
del
instinto:
si á
estos
aniínales se les corrige
media
ho
ra
después
de
co-
metida
la
falta,
de
encabritarse el
primero
ó de
moder
,
el segundo, será ejercer
un
acto
de
violencia y
de
cruel-
dad, porque
ni
el perro ni el caballo
guardarán
memoria
del hecho que se ca
st
iga,
ni
procurarán
por
el
tem
or evi- ,
tar
la falta. Así, si al niño se le
castiga
med
ia
hora
des-
pués
de
c.ometído
el
hecho que so corrige, no v
etá
en la
corr~cci6n mas que
un
acto de
crneldad
y de violencia,
que
en
lugar
de producir
la
·enmienda y
de
inspirar
res- _
poto,
ni
facilitará aquella, y sí
despertará
en
el
afo1a
el
gérmen
del veneno y del odio hacia
la
persona que im-
-pone y e
jecuta
el castigo ; porque
en
vez de
aparecer
pa-
_dre: supei'ior 6 tutor·q~e corrig~,
aparecerá
verdugo que
sa01a
una
venganza.
Como acerca de la fa
lta
de
la educación mbral como
causa eficiente de
+os
delitos, nos
hemos
ocupado en
otras
ocasiones, detengámonos aquí respecto dé ella p
a-
,rá
seguir
tratando
de
la
últinia que hemos señalado,
co-
mo de las principales que impulsan
al
individuo á la
perpetración
del delito de corrui)ci6n
de
menorés; y sea
esta
la
carencia de instrucción.
Es
una
verdad incuestionable que
la
ignorancia es el
peor
enemigo del hombre; porque el
ignorante
podrá
ser
naturalmente
bueno, mas nunca
podrá
prever
los funes-
tos resultados á que
pueden
conducirlo
la
bondad y el
vicio. Pongamos por casos
para
demostrar
lo dicho res- · \
pecto
de
la
bondad, la oración; respe9to del vicio
la
pros-
titución
sexual.
El
rezo inmoderado lleva
al
hombre
á la, ,
. 1
locura
religiosa, conio á
la
locura lo conduce
también
_
la
. prosti~uci6n.
De
aquí
resulta
que
la
ignorancia perjudi- ,
~
1.
.'
/
\,
305
que al hombre, porque no
le
dá
á cono'cer lo perjudicial
de su
buena
6 mal~ conducta con respecto á ·
su
pr
opio
individuo.
La locura existe en cier,tos
sm:~s
.nacidos expr_esamen~
te
para
adquirirla ó bien que la
han
recibido ·al
nacer
como
un
legado rnnesto; pero la locura
está
dormida
por·
decirlo así, mientras
una
causa
ocasional
bastante
no
se
presente
para
revelarla:
esta
será
el
término; pero ei1tre
el principio y el
fi
n ;
ent
re la adquisición de
la
locura y
su
revelación, existe
un
medio
que
es el que revela
la
existencia
de
aquella por ciertas y no comunes manifes-
tac
iones, r ep
et
idas cap frecuencia
en
el
in
dividuo que
debe considerarse como cand
idato
al manicomio. El fa:
natismo es
una
-manifestación del ·desequilibrio
int
elec-
tual, y la demonomanía, por ejemplo, es
una
forma
ya
'
de
terminada
de la locura: Sa
Yon
arola como
Ju
'ana de
Arco fueron fanáticós visionarios; y
Lutero
y
Santa
Te-
resa fueron también del ·numero considerable de esos
' '
seres predestinados. . . . . ,
No nos detendremos más en lo dicho porq
ue
·
ser
ía sa-
lirnos. del
pr
opós
itq
de
esta
obra,
y,
por lo mismo, en-
tremos desde luego al
est
udio de
la
medicina legal, como
ciencia que ejerce absoluta in:fluenci~ en
la
apreciaci
én
de los delitos.
Hemos dicho q'ue
la
locura y
la
vejez
pu
eden
ser
mo- '
ti
vo
s que impulsen al hombre á
la
pe'rpetración del de -
li
ta
de corrupción de menores; y demostrado como
está
por la ciencia que
esta
1nclinaci6n
crimh
tal
puede
_
ser
el
-resultado de
un
desequilibrio mental, dicho queda que
la
estimación de
la
causa impulsiva no
puede
ser
'Obra
sino
de
conocimientos científicos que · el ~ncargado
de
juzgar
306
no posee. De aquí
la
necesidad del participio del médico-
legista,
para
fijar el grado de culpabilidad 6 de inculpa-
bilidad del acusado; pei:o
116
el participio motivado por
circunstancias ajenas á la ley, sino
su
creación como
·p1;incipio legal aplicable en todos los casos de delincuen-
cia aislada y no colectiva; porque la reunión de indivi-
duos, formada -para
ne
var' á cabo
un
delito cualquiera,
revéla desde luego la existencia de
una
intencion dolosa
i:r{du:dablc,
lo que no puede afirmars~
tratándose
del que,
aislado, sin el concurso de persona alguna, perpetra, rea-
liza
un
hecho delictuoso,
pór
más que
la
culpabilidad
, apm·ezca cla
ra
poi.·
la apreciación de las ·circunstancias
puestas
en juego para la perpetración.
En
capít~los anteriores hemos explayado nuestras
ideas respecto de lo últimamente dicho, y por lo mis-
mo, ponemos punto final al presente ligero capítulo, pa-
1:a ocuparnos de la prostitución en general por lo que
s~·
liga con el delito de que acabamos de
tratar,
aunque bre- .
vemente, según el propósito que nos hemos propuesto
en
lá.
presente
obra.
!
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