Correo Literario y Político de Londres

AutorAndrés Henestrosa
Páginas500-501
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ANDRÉS HEN ESTROS A
hace de su genio alegre, como buen sevillano que era; de su vida devota y de sus
largos sufrimientos que pasó sin proferir una queja, sino resignadamente.
No dice el cronista que fray Gaspar de los Reyes escribiera versos, pero
no hay que olvidar que en su siglo casi todos los escribían. La circunstancia de
haber vivido en parte del siglo XVI y otra del siglo XVII, lo hace contemporáneo
de fray Miguel de Guevara y da en qué pensar que en la Gramática de las lenguas
zapoteca y serrana y zapotec a del Valle se encuentre manuscrita una versión del
soneto, tan traído y llevado, “No me mueve, mi Dios, para quererte…. Eso,
sólo eso, nos indujo a mencionar su nombre con relación al famosísimo soneto.
18 de agosto de 1957
Correo Literario y Político de Londres
En el año de 1826 comenzó a publicarse en Londres, por la casa de Ackermann,
que tenían sucursales en Hispanoamérica, en México desde luego, el periódi-
co trimestre, Correo Literario y Político de Londres, cuyo redactor era el poeta
y político español José Joaquín de Mora. Era el Correo sucesor de El mensaje-
ro de Lon dres, que había redactado el famosísimo Blanco W hite. El periódico
constaba de cien páginas, divididas en varias secciones, siendo la Literaria la
principal, pues el deseo de propagar el gusto literario en las nuevas repúblicas
americanas, fue el que presidió su plan y prospecto. La otra era la Política.
De las dos, la primera comprendía piezas enteras, originales o traducidas, así
como análisis o juicios de las obras más importantes que iban apareciendo en
Europa. Fiel a ese propósito a la cabeza de la sección literaria encontramos la
biografía de un gran americano, ilustrada con su retrato correspondiente. El
número 1 del Correo se inicia, así, con la del general mexicano José Mariano
Michelena, primer representante de México en Londres. Contenía, asimis-
mo, disertaciones breves sobre algunas cuestiones literarias, descripciones de
países lejanos, ensayos históricos sobre las naciones principales de la tierra;
narraciones históricas o ideales, en que se procuraba introducir, con el juego
de las pasiones humanas, y los sucesos que ellas provocan y excitan, el cuadro de
las costumbres antiguas o desconocidas, a la manera como lo hacían los autores
de novelas históricas entonces en su apogeo: Walter Scott, por ejemplo. Por
lo que tocaba a los juicios y análisis de los libros, se daba preferencia a los que

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