Coplas de La Llorona

AutorAndrés Henestrosa
Páginas740-741
740
ANDRÉS HEN ESTROS A
no rec ogiera las poesías de Tovar, autor de un soneto así de característico
de un periodo de nuestra lírica? Parece imposible que ésa sola flor hubiera
inventado.
18 de diciembre de 1960
Coplas de
La Llorona
¿Cuántas son, pues, las coplas con que se canta La Llorona? Son t antas como
los cantores pueden recordar de la poesía popular hispanoamericana, cuantas
puedan improvisar en fiestas y fandangos. Son, en una palabra, todas las cuar-
tetas –y a veces las sextetas– de la poesía en lengua española.
Las coplas de La Llorona, como las de La Sandunga y las de todas nuestras
canciones vinieron, junto con los romances, en la mochila de los conquistado-
res, al lado de los arreos. Sirvieron para evocar la tierra lejana, para endulzar las
penas. Llegaron hasta el último confín de América, se aclimataron en toda la
geografía: en la puna peruana, en la pampa argentina, en los picachos de los
Andes, en las sierras mexicanas, en los llanos venezolanos, en las costas y en
los altiplanos. A veces, abandonaron aquel lugar donde primeramente llegaron
para buscar ambientes más de acuerdo con su lugar de origen. Por eso nadie
extrañe que se repitan y que se asemejen tanto nuestras poesías populares;
por eso no debe extrañar que se les encuentre semejanza con las coplas espa-
ñolas más viejas.
Lo que pusimos nosotros fue la voz, y más que la voz el dejo de tristeza y
de abandono con que se cantan; lo que agregamos fue la lección circunstan-
cial; la referencia a la geografía, a los personajes, a la ocasión en que deben
cantarse. Lo dijimos antes. Y lo repetimos ahora: las canciones del Istmo –La
Llorona, La Petenera, La Sandu nga– no son sino llanto español en pupilas na-
tivas. Y lo que se dice de las canciones de México se puede decir de todas las
canciones por donde España pasó.
Quien se haya asomado al folklore musical americano, habrá observado la
gran semejanza que existe así en las melodías como en las letras, entre el de
todos nuestros países. ¿Quién no ha creído que escucha versos de la música
veracruzana cuando lee las coplas de Florencio Coronado en Cantaclaro de
Rómulo Gallegos? Quien no sepa de estas cosas podrá suponer que de México

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