Contemos la historia

AutorJosé Daniel Vizcarra Rivas
Páginas44-46
44 JUNIO 2016
POR JOSÉ DANIEL VIZCAR RA RIVAS
Por alguna razón tenía la idea de que la contabilidad
debía ser una práctica —¿ciencia?— relativamente
nueva comparada con medicina, química o física; tal
vez se haya originado hace dos o tres siglos, pensaba,
aún más cuando en mis primeras clases en la prepa-
ratoria me impartieron las nociones de la materia y
me hablaron de Luca Pacioli y su partida doble. Yo
pensaba que ese era el momento exac to del inicio de
la contabilidad como técnica de registro y control de
las operaciones de los negocios, una especie de Big
Bang contable, antes del cual no existía nada, pero
no. Qué equivocado estaba.
Hacia el año 6000 A.C., ya e xistían los elementos ne-
cesarios para la actividad contable: la escr itura y los
números; el concepto de propiedad, un gran volu-
men de operaciones, las monedas y, quizá, el crédi-
to en los mercados; al respecto exis te una tablilla de
barro, que data de la época, de origen sumerio, en la
que algunos investigadores han creído encontrar re-
gistros de ingresos y egresos, a par tida simple; otros
más audaces identifican los registros a partida doble.
Hace 8000 años, esto marca el p rincipio de la historia
universal, lo anterior es prehistoria. Esta tablilla, es-
crita en caracteres cuneiformes (en forma de cuña),
existe actualmente en el Museo Semítico de la Uni-
versidad de Harvard y es el primer libro o regis tro de
contabilidad conocido.
¿Se imaginan? Partida doble o partida simple y Con-
tadores mucho antes de la creación del imperio egip-
cio, que se fundó hace más de 5000 años; contabili-
dad antes de los faraones, pirámides y todo eso.
Claro que también habría Contadores e impuestos o
tributos en el antiguo Egipto, bajo los reinados de los
Ramsés, Tutankamón, Cleopatra y demás faraones,
aunque en este caso la contabilidad se llevaría en pa-
piros y no en las tablillas de barro, incluso en la época
de opresión de los hebreos (Abraham e hijos, David,
Moisés y Cía.), quienes eran contribuyentes cautivos,
literalmente, del imperio del Nilo.
Existen testimonios sobre contabilidad, tanto en
Egipto como en Mesopotamia. Pagani, en su obra I Li-
bri Comerciali, quien al referirse a la Atenas del siglo V
a.C., dice que «había reyes que imponían a los comer-
ciantes la obligación de llevar determinados libros,
con el fin de anotar las operaciones celebradas...».
Tal vez Alejandro Magno, que vivió en el siglo IV an-
tes de Cristo, exigía a sus súbditos que llevaran estos
registros, no él directam ente, claro, sino mediante el
Instituto Macedonio de Contadores Públicos, A.C.,
ante lo cual me pregunto: ¿llevarían contabilidad y
sus correspondientes declaraciones fiscales por los
ingresos obtenidos por sus actividades filosóficas y
docentes, tanto Sócrates como Platón y Aristóte les?,
digo, porque ellos vivieron en esa época. Por cierto,
Aristóteles fue maestro de Alejandro y pues, quizá,
hasta estaba exento del pago de impuestos , porque
alguna consideración debía tener de parte de su cé-
lebre y poderoso alumno ¿o no?
Sin embargo, es en Roma donde se encuentran tes-
timonios especificados e incontrovertibles sobre la
práctica contable, desde los prime ros siglos de fun-
dada, todo jefe de familia asentaba diariamente sus
ingresos y gastos en un libro llamado Adversaria, el
cual era una especie de borrador, ya que mensual-
mente los transcribía, con sumo cuidado, en otro
libro, el Codex o Tub ul ae ; en el cual, a un lado es-
taban los ingresos (acceptum) y al otro los gastos
(expensum).
Un control de las finanzas hogareñas casi desde la
fundación de la Roma eterna en el monte Palatino,
una de las siete colinas, con Rómulo y Remo y su
mamá loba; la ciudad a la que todos los caminos nos
conducen, pasando por la época de la República, con
Julio César y el Senado, continuando este imperio de
los mil años que dominó al mundo conocido, con los
césares de todos pelajes.
En principio supuse que los pater familias romanos,
por aquello de la minusvalía social de las mujeres en
la época, eran los contables (como dicen los espa-
ñoles), aunque viéndola bien me parece que eran las
mujeres quienes llevaban las cuentas, o deberían ha-
berlo hecho, como en estos tiempos, e n los que han
demostrado ser excelentes Contadoras.
CONTABLE
CONTEMOS LA HISTORIA

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