Los conflictos, elementos para su resolución

Páginas39-58
Ca pítulo Cu a r to
Lo s c o nfli c to s , e le m e nto s p ar a su r e s o lu c ió n
Elementos de solución
El primer procedimiento es no huir de las
situaciones: hay que dar un nombre a los
conflictos. Luego, se trata de mostrar al niño
que cierto número de ellos son inevitables pero
que pueden, según la salida que se les de, ser
enriquecedores o repelentes. ¿Cómo tomaremos
el tiempo de vivir estas situaciones de conflicto
con el niño?
Hacer vivir a los testigos un papel positivo -volver
a centrar el conflicto sobre su objeto real - Negar
el conflicto de personas - buscar un compromiso:
estas son muchas direcciones por explorar y
experimentar, habiendo reconocido que ‘‘la
violencia nunca resuelve nada’’.
n e sis d e l c o nf lic to
Desde su más tierna edad, el niño conoce los conflictos
con sus padres y con sus semejantes. Freud, Wallon,
Piaget y otros, todos a su manera, han mostrado la
importancia del conflicto en la construcción de la
personalidad.
El conflicto padre-hijo durante mucho tiempo
se percibió como ‘‘una cosa por evitarse’’
porque significaba el fracaso de la relación.
Este discurso ha evolucionado, más aún se ha
invertido, a tal grado que los padres de hoy
hablan con gusto de los conflictos que viven con
sus hijos. Los inevitables conflictos padre-hijo
son finalmente conocidos como tales. ‘‘Todos los
padres, escribe el Dr. Gordon, viven situaciones
en las que ni una confrontación ni los cambios en
el entorno pueden cambiar el comportamiento de
su hijo; el niño continúa comportándose de una
manera que perturba las necesidades de sus
padres. Estas situaciones son inevitables en la
relación entre los padres y el hijo porque el niño
"tiene necesidad’’ de actuar de cierto modo aún
si se le ha hecho consciente de que su
comportamiento afecta ciertas necesidades de
sus padres."
A Freud debemos esta ruptura en la manera de
pensar la relación padres hijo con la puesta en
evidencia, en particular, de lo que ha nombrado
‘‘el complejo de Edipo’’.
Capítulo 4º Los conflictos, elementos para su resolución
39
Si el recién nacido busca incansablemente placer
y satisfacción1, muy rápidamente tomará
conciencia de que su universo no es sólo placer
sino, también, privación. El principio de placer
entra en conflicto con el principio de realidad;
conflicto creador que es signo de una mutación
signo de que su YO se esfuerza lentamente bajo
la influencia del medio exterior. Conflicto
igualmente doloroso como lo atestigua su mal
humor exacerbado.
‘‘Gran parte de las rabias y de las crisis de cólera
de la pequeña infancia, escribe Winnicott, gira en
torno a esta lucha decisiva entre la realidad
interior y la realidad exterior y debe reconocerse
la normalidad de estos conflictos’’.
Este período agitado se prolongará y aun se
agravará con la aparición del complejo de Edipo
(3 a 5 años).
El niño, según su sexo, se vincula de manera
erótica al padre o a la madre y se presenta como
el rival de su otro padre. Vive entonces frente a
estos sentimientos ambivalentes, entre
manifestaciones de amor y manifestaciones de
celos. El niño se muestra igualmente agresivo
ante sus hermanos y hermanas y ante otros
niños. Irritante e irritable, trabajado por una
inmensa actividad libidinal, el niño se apaciguará
después de la ‘‘liquidación del complejo de
Edipo’’.
Conflicto y desarrollo de la
personalidad del niño
¿Que decir precisamente de las relaciones
conflictivas entre el niño y sus semejantes? Entre
3 y 6 años el niño tiende completamente hacia el
enriquecimiento de su YO, su actitud está
marcada por negaciones y por oposiciones. Esta
primera fase conflictiva que atraviesa el niño, es
llamada por Wallon ‘‘personalismo’’. Coincide con
este momento atormentado que hemos
esbozado antes y que puede resumirse así: ceder
a sus pulsiones o dar gusto a sus padres (y por
consiguiente renunciar a sus deseos edípicos).
Porque el niño busca mucho hacerse valer, ser
mirado y apreciado. Pero, una ‘‘necesidad’’
imperiosa de afirmarse, de estar encima de todo,
lo sumerge en las relaciones de enfrentamiento
con su entorno. Wallon describe esta fase en
estos términos: ‘‘bruscamente, hacia los 3 años
(...), la persona entra en un período en que su
necesidad de afirmarse, de conquistar su
autonomía, va a lanzarlo en primer lugar a una
serie de conflictos. Es, para empezar, una
oposición negativa que le hace afrontar a las
personas sin otro motivo que probar su propia
independencia, su propia existencia. La única
apuesta de la victoria es la misma victoria:
vencido por una voluntad más fuerte o por la
necesidad, el niño reciente una disminución
dolorosa de su ser; vencedor, una exaltación que,
tampoco puede ser sin inconveniente. Esta crisis
le es necesaria: demasiado ausente puede
anunciar una complacencia blanda, un
sentimiento obtuso de responsabilidad;
demasiado disputada, una indiferencia
desanimada o el gusto por las revanchas
solapadas; demasiado fácil, una jactancia que le
retira toda utilidad, penetrando en la existencia
del otro, en vez de hacerla brotar y puede ser la
fuente de conflictos ulteriores, de los cuales el
niño corre el riesgo de salir mucho más
humillado’’2. Momento delicado y decisivo, y no
deja de ser interesante subrayar que esta crisis
de personalidad sobreviene con la adquisición de
una palabra clave: el ‘‘no’’. La personalidad del
niño se revela y se afirma cuando vive la
experiencia del otro. Después de haber
alcanzado la conciencia corporal el niño alcanza
la plena conciencia de sí mismo alcanzando la
conciencia social.
Con el impulso de la pubertad, el niño va a vivir
una segunda fase muy conflictiva. El joven
adolescente busca distinguirse y diferenciarse de
los adultos. Pone en tela de juicio sus modos de
CODHEM
40
1La teoría freudiana postula que el niño, en un primer tiempo, es animado por pulsiones instintivas de naturaleza libidinal (el Ello).
2L’évolution psychologique de l’enfant. Henry Wallon, Armand Colin, pág. 186, ver igualmente su obra Les origines du caractère de l’enfant, PUF,
‘‘La crise de personnalité. Affirmation du moi et objetivité’’, pág. 285 a 298. Notemos que GESELL describe una fase similar pero que, según él,
comenzaría a los dos años y medio.

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