Conciencia de la libertad
Autor | Antonio Caso |
Páginas | 821-839 |
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Antonio Caso
CONCIENCIA DE LA LIBERTAD
Sumario: Los atributos del siglo. Kant. El idealismo alemán. Vicisitudes
del hegelianismo. Libertad, autoridad y ley. La democracia como medio
y como n. La palabra de admonición
1. LOS ATRIBUTOS DEL SIGLO
Nuestra época, que arranca de la guerra de las naciones, posee atributos que
la diferencian y caracterizan. El gran desarrollo industrial, como el desen-
volvimiento cientí co, no constituye, ciertamente, un atributo privativo del
periodo de la historia humana a que nos referimos; porque, durante todo el
siglo XIX, el auge de la ciencia y de la industria —su inmediato corolario— se
produjo ya como elemento característico de este otro periodo de la historia.
Empero, el desarrollo de las ciencias físicas ha continuado en nuestro
tiempo, manifestándose en la elaboración de la teoría eléctrica de la materia.
Las grandes hipótesis de la física han desenvuelto en tal forma la compleji-
dad de los conocimientos cientí cos que es un problema, hoy para el grado
medio de la enseñanza, la pedagogía de la física moderna. ¿Cómo hacer en-
tender a las inteligencias jóvenes, necesariamente desprovistas de la cultura
matemática superior, las hipótesis de los físicos sobre la constitución de la
materia?… El descubrimiento del radio abrió la marcha del desarrollo del
pensamiento contemporáneo en relación con la estructura del átomo. En
realidad, así como la célula se torna, para los que cultivan la biología, en un
organismo muy complejo, el átomo se convierte en un sistema solar para
quienes investigan la estructura del universo.
Los grandes nombres de Einstein y de Planck presiden las teorías de la
física moderna; y se llega a pensar en cierta indeterminación que yacería en
el fondo de la realidad, de modo que las leyes cientí cas sólo signi carían
“una limitación de posibilidades”, según la perfecta expresión de Mach, en
su libro sobre el conocimiento cientí co.
Hace notar el doctor Carrel, en consonancia con la opinión de otros mu-
chos cientí cos, la desproporción que media entre el progreso de las ciencias
físicas y el de las ciencias biológicas y morales. Ya Tolstoi declaraba que “el
hombre moderno parece un niño que juega con peligrosos juguetes de nitro-
glicerina”. En épocas pasadas, el hombre no aprovechó sino la energía animal
y algunas de las fuerzas físicas para poner en movimiento las máquinas. Hoy
ha logrado no sólo aprovecharse del calor y la electricidad, sino que, descom-
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poniendo la materia en sus elementos atómicos, dispone de energías fabulo-
sas, que algún día sabrá aprovechar, sin duda, para economizar su esfuerzo,
logrando resultados fantásticos. Por tanto, uno de los atributos diferenciales
de nuestro siglo es el desarrollo incomparable de las ciencias físicas.
¿Qué puede signi car, en la marcha de la cultura, tal inaudito auge de la
ciencia?… La ciencia es el último fruto en el ciclo del desarrollo de las cultu-
ras. Prosperaron los conocimientos cientí cos en Grecia, no en la época clási-
ca, sino en los días del helenismo y el alejandrinismo. Del Museo de Alejandría
brotó el movimiento cientí co de la Antigüedad. Cuando ya hacía siglos que
las letras y la historia orecían, la ciencia inauguró su esplendor. Esto indica
que las grandes épocas del desarrollo cientí co no corresponden a los momen-
tos creadores de la humanidad, sino a los instantes crepusculares de declina-
ción. Alejandría fue el magní co crepúsculo vespertino de la cultura griega.
También la losofía logra en nuestro tiempo un admirable desarrollo, y
esto no hace sino con rmar la tesis de la declinación. Porque losofar es una
especie de re exión de segundo grado; una re exión de re exiones, una me-
ditación universal sobre el mundo y el yo, ya explorados en otras ramas de la
cultura. El lósofo es también un fruto tardío. Los valores que crea sólo pue-
de rendirlos después de que la meditación humana se ha ejercido, directa-
mente, sobre la vida y la historia. Sócrates, Platón y Aristóteles son, para
Nietzsche, síntomas de decadencia. Después del gran siglo griego del drama
y la política, aparece la gran síntesis aristotélica, coincidiendo con la vida de
Alejandro.
Grandes lósofos, comparables a los más insignes nombres del pensa-
miento humano, son los de Bergson, Husserl y Scheler. El bergsonismo y la
fenomenología coinciden con Einstein y la teoría de la relatividad. Por tanto,
en el auge del desenvolvimiento losó co puede verse, tal vez, otro síntoma
del gran crepúsculo de la cultura europea. No hay grandes poetas líricos ni
dramáticos, ni artistas geniales como los que engendraron otros siglos. Lo
que sí existe y honra al siglo nuestro es la meditación losó ca y cientí ca,
innegable atributo diferencial de nuestra edad.
Por n, la política, indiscutiblemente renovada, sella con su creación la
vida contemporánea. Dos grandes luchas se entablan entre la democracia y
el Estado totalitario, así como entre los dos tipos de Estados totalitarios. El
Estado, la comunidad privilegiada por excelencia, tiende a abarcar la vida
social en su plenitud.
El viejo individualismo liberal se va alejando de las constituciones políti-
cas europeas; los derechos del hombre, que la Revolución francesa consagró,
hoy se desacatan por muchos teóricos del derecho y del Estado. Se ha llega-
do a declarar que el mundo inicia en su marcha los episodios de “una nueva
Edad Media”. Y no sólo es la pugna entre la democracia y el Estado totalita-
rio, sino la discusión entre el régimen ruso y el alemán, entre el racismo y el
clasismo.
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