Comunidades simbólicas de trabajadores cognitivos en la industria del software a la medida

AutorJosé Guadalupe Rodríguez Gutiérrez
Páginas117-138

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Un gerente fue con sus desabolladores y les dijo: "con respecto a sus horas de trabajo: ustedes van a tener que venir a las nueve de la mañana e irse a las cinco de la tarde". Con esto, todos se enojaron y varios renunciaron en el momento.

Entonces el gerente dijo: "está bien, en ese caso ustedes pueden fijar sus propias horas de trabajo, siempre y cuando terminen sus proyectos a tiempo". Los desarrolladores, ahora satisfechos, comenzaron a llegar a mediodía y trabajar hasta la madrugada.

El Tao de la Programación

Introducción

En el presente apartado abordaremos un debate en torno de las características principales del capitalismo moderno, como el planteado en torno del ascenso o no de la denominada economía del conocimiento, la cual supone la no centrali-dad del trabajo como generador de valor (Castells e Himanen, 2002); el componente clave de esta "nueva" sociedad es un componente abstracto e intangible como es la información y el conocimiento (Hardt y Negri, 2000). Otros enfoques agregan la interacción social entre agentes del tipo red (Yoguel, 2003); así como la tendencia de nuevas formas de organización del trabajo que reducen la dicotomía del trabajo intelectual (concepción) y del manual (ejecución) (Luna, 2003); separación que, algunos autores

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proponen que hoy día es articulada por el trabajo inmaterial, que éste se constituye como carburante de las nuevas formas de trabajo del capitalismo moderno (Lazzarato y Negri, 2001; Hardt y Negri, 2000). Sin embargo, consideramos que estas propuestas oscurecen el trabajo frente al conocimiento o bien la supuesta alineación subjetiva del trabajador frente al trabajo inmaterial está inmersa en una serie de confusiones. Al respecto consideramos que hacia finales del siglo xx cobra relevancia cierto tipo de industrias que producen bienes simbólicos como el consumo de espectáculos y entretenimiento, el comercio electrónico, la publicidad virtual, el desarrollo de software, entre otros, donde el proceso de producción y consumo, oferta y demanda no están separados del todo, por el contrario las esferas de producción y consumo, demanda y oferta están muchas veces traslapadas y yuxtapuestas en el acto mismo. Este tipo de producción simbólica rompe con varias particularidades del ciclo productivo de la economía industrial clásica. Por ultimo proponemos una serie de características del proceso de trabajo del software como trabajo cognitivo y como un tipo de producción simbólica.

Nuevas formas de producción y crisis del esquema taylorista

Cuando se aborda el tema del trabajo en el marco del "uso" extendido de las tecnologías de la información y comunicación (tic), se acentúa que el conocimiento y la información representan el componente clave de la economía del conocimiento (Rifkin, 1996; Castells, 1996, 2001). Además, uno de los argumentos más insistentes en el análisis sociológico, es el discurso de la interacción social entre agentes del tipo red. Para Yoguel y Fuchs (2003), Casalet (2002,2006) y Casas (2001) las empresas líderes en la economía del conocimiento se organizan a través de sistemas socio-institucionales, bajo un enfoque de construcción social de una nueva institucionalidad entre agentes que intervienen en la industria a través de una mayor cooperación en distintos niveles o escalas, macro, meso y micro. A este sistema se agrega el nuevo enfoque del proceso innovador, según el cual los agentes sociales-locales también aprenden y generan conocimiento a partir de sus prácticas productivas y la recombinación del conocimiento codificado, tácito y codificable al interior de las organizaciones, de las redes y sistemas territoriales de las que forman parte. Se revalorizan así las innovaciones increméntales, derivadas no sólo de actividades formales de investigación desarrollo e innovación (I+D+i), sino también por procesos como aprender haciendo; aprender usando y aprender interactuando (Yoguel y Fuchs, 2003); Pavitt, Nonaka y Takeuchi, 2001).

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Este tipo de análisis en red, según vemos en el esquema 7, es considerado como estructural-evolucionista, se deriva de una serie de premisas neoclásicas implícitas, en las que los individuos se ven reducidos a una conducta social en red, asociados en términos de recompensas motivadas por la interacción de sus lazos fuertes y débiles, en una relación no muy clara entre elección racional y conductismo psicológico (De la Garza, 2006: 33). Esta corriente teórica iniciada por Granovetter, hace a un lado los problemas de poder y resistencia entre individuos (destacados ampliamente por M. Foucault y Edwards). Este tipo de enfoque institucional y de la teoría de la empresa no consideran los diferentes conflictos, resistencias, consensos y enfrentamientos que se suceden en el piso de la empresa, así como los juegos, arreglos sociales formales e informales que acontecen en la interacción entre individuos (destacados por Burawoy); el enfoque de redes se orienta más a las nuevas relaciones industriales entre agentes, propuesta por la teoría del Managment o las corrientes consideradas como los nuevos tayloristas (neotaylorismo). Otras vertientes señalan que los cambios recientes en la organización del trabajo y en las relaciones laborales de fin de siglo, son mediados por el uso de nuevas tecnologías complejas, modulares y de rápido cambio técnico que transforman la organización socio-técnica de las viejas formas del fordismo-taylorismo.

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Las actividades productivas han variado en contenido y en formas de organización. La producción estandarizada, poco a poco va cediendo terreno, se transforman algunos sectores productivos y mercados a favor de una producción especializada, flexible, polivalente, con menores tiempos y costos de producción (flexi-trabajo, flexi-produccion, etc. oit, 2004). Los principios de competitividad y productividad evolucionan asociando las nociones de valor agregado, novedad y calidad del producto; recomposición permanente de tareas, flexibilidad organizacional, aprendizaje, creatividad e innovación (Hardt y Negri, 2002; oit, 2000; De la Garza, 2006a). Cambios que hacia finales de siglo xx se constituyen como crisis del esquema taylorista, del obrero "disciplinado" antes que "educado"; fin del trabajo simple y rutinario, desprovisto de una dimensión reflexiva y a la vez creativa que comenzó a perder vigencia desde la crisis de los setenta, recobrando auge temporalmente ante el cambio de una productividad basada en la organización funcional de la producción, fundamentada en una organización tecnológica provista por una nueva economía del conocimiento de fin de siglo.

La propuesta de la economía del conocimiento (Villavicencio, 1990, 1994; Luce-na, 1999; Castells, 1996,2001) parecería ser que representa cambios en las relaciones laborales tendientes a reducir la brecha que separó el trabajo intelectual (concepción) del manual (ejecución), ¿acaso estamos en presencia de un naciente restablecimiento del saber-hacer del trabajador?, interrogante que ha llevado a algunos teóricos a proponer conceptos nuevos basados en el conocimiento (Neffa, 2001). Otros autores van más allá, como Castells (1998, 2001) quien señala que en esta nueva economía del conocimiento el trabajo se transforma en trabajo autoprogramable, el cual está dado por la facultad de redefinir las propias capacidades individuales ante los cambios tecnológicos. El punto neurálgico de esta forma de trabajo es el conocimiento como carburante (Tofler, 1992).

Lo que importa, más que unas cualificaciones, es una capacidad general educativa de cultura general, de capacidad de asociación, de saber cuáles son las cualificaciones que necesitas para las tareas que tienes que hacer, dónde buscarlas, cómo aprenderlas y cómo aplicarlas. Para entendernos, un nivel intelectual general, lo cual implica toda una redefinición del sistema de educación: la capacidad social de hacer pasarelas entre el trabajo y la educación (Castells y Esping-Andersen, 1999).

En la misma línea teórica Lazzarato y Negri (2001) señalan que las características del trabajo en la economía del conocimiento son las posibilidades de redefinir las capacidades del trabajo mismo y la toma de decisiones por parte de los obreros, acentuándose una mayor disposición subjetiva de los trabajadores, que denominan

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interfase1 Para los autores, la disposición subjetiva del obrero significa un nuevo tipo de alineación que los autores entienden como amoldamiento subjetivo del obrero a través de su concepto de interfase. Para nosotros este concepto denota no sólo falta de creatividad conceptual, sino insuficiencia o agotamiento de las categorías clásicas del trabajo industrial para abordar las distintas configuraciones que adquiere la producción inmaterial de fin de siglo. Lazzarato y Negri (2001) proponen que el trabajo inmaterial se entienda como una significación que logra enlazar más acabadamente la nueva modalidad de amoldamiento subjetivo del obrero que se instaura bajo las nuevas condiciones de trabajo post-industriales.

Consideramos que nuevamente los autores no son capaces de superar el lastre taylorista-fordista al considerar al trabajador como un ente externo al proceso de trabajo, como una extensión de la máquina, haciendo a un lado las intenciones, sentidos y representaciones propias del significado del trabajo por el trabajador; se intenta nuevamente aprisionar al trabajador como un sujeto alineado subjetivamente a las nuevas condiciones que impone el estadio capitalista de producción inmaterial, rechazando nuevamente -como en su tiempo lo hizo el taylorismo y el fordismo- las constelaciones de relaciones subjetivas que caracterizan a los individuos dentro...

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