Sobre la comunidad ético-política contemporánea

AutorMaría Concepción Delgado Parra
CargoDoctora en ciencias políticas y sociales por la UNAM
Páginas15-33
Andamios 15
SOBRE LA COMUNIDAD ÉTICO-POLÍTICA CONTEMPORÁNEA1
María Concepción Delgado Parra*
RESUMEN: ¿El desacuerdo entre la ley humana y la ley divina,
derivado del “juicio”, imprime la continuidad a la comunidad
ético-política en el tiempo? ¿La colusión entre el juicio y la cul-
pa salvaguardan al poder en su finitud en el territorio de la vida
práctica? En este sentido, ¿es el movimiento incesante de la con-
tradicción donde se revela la insuperable paradoja de que en
la perversión del encerramiento de la comunidad anida su re-
configuración? Mediante estas interrogantes, el artículo propone
rastrear los límites que habitan en el discurso especulativo de la
Fenomenología del espíritu de Hegel para re-pensar la comunidad
ético-política contemporánea.
PALABRAS CLAVE: Antígona, comunidad, movimiento, acción, in-
superable paradoja.
Nosotros como la misma brecha,
trazo azaroso de una ruptura
Jean-Luc Nancy, Ser singular plural
* Doctora en ciencias políticas y sociales por la UNAM. Profesora investigadora en el
Posgrado de Humanidades y Ciencias Sociales (UACM). Visiting Fellow en el Macmillan
Center en la Universidad de Yale (2013-2014). Miembro del Sistema Nacional de
Investigadores (SNI) Nivel 1. Correo electrónico: concepcion.delgado@uacm.edu.mx;
conception.delgado@yale.edu
1 Este artículo forma parte del trabajo de investigación “La comunidad por venir y su
relación con la emergencia de nuevas ciudadanías en el mundo global”, desarrollado en
el marco del seminario dirigido por Seyla Benhabib, Eugene Meyer Professor of Political
Science and Philosophy, en la Universidad de Yale.
Volumen 11, número 24, enero-abril, p. 15-33
Andamios
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MARÍA CONCEPCIÓN DELGADO PARRA
INTRODUCCIÓN
Es innegable que el mito de la comunidad fundado en el principio de la
tierra, de los iguales, del Estado, del trabajo, de la familia, de los hermanos
y de la sangre, es interpelado por un tiempo de pérdida y desencanto.
Sobre el sujeto autosuficiente (egoísta) pesa el desmoronamiento del
sistema único de valores al que se anclaba su ficticia seguridad. De
pronto, en un instante, se descubrió en medio del juego confuso de pro-
mesas ofrecidas y anhelos insatisfechos, entre la violencia del dominio
y la intolerancia lógica, entre la apariencia de la libertad y el engaño del
conformismo. Los símbolos son difusos, edificamos un mundo universal,
absoluto y unificado, a partir del carácter dislocado, discordante y frag-
mentado de la existencia. La luz que guiaba el pasado, el presente y
el porvenir confundió su sentido metamorfoseando lo racional en
suprarracional en su carrera por alcanzar el absoluto. En su inamovible
orden lógico, no tolera ninguna forma cambiante, disuelve contenidos
y se sustrae para organizarlo todo desde la frialdad de la abstracción,
donde la razón pura profiere su propia disolución y se entrega al va-
cío juego de las convenciones intolerantes, a la que sigue considerando
certeza superior.
Frente a este desolado escenario, ¿qué es lo que nos convoca a re-
pensar la experiencia de la comunidad ético-política contemporánea?
¿Qué significa la comunidad? La experiencia del vivir aquí nos obliga,
hoy más que nunca, a escudriñar la cuestión de la comunidad, a pensarla
desde otro lugar, a sumarse a la resonancia de ciertos pensadores eu-
ropeos contemporáneos2 que en las últimas décadas comenzaron a
plantear la pregunta sobre el silencio que se organiza alrededor del
discurso de “lo común” instrumentado por la tradición de Occidente.
Sin embargo, no se trata de “borrar” lo que ha sido pensado. Es preciso
2 Jean-Luc Nancy inaugura este debate con el texto La communauté desouevrée (2000a),
seguido por la respuesta de Maurice Blanchot en La comunidad inconfesable (2002), al
que le han continuado inquietantes reflexiones como la de Jacques Derrida (2001a;
2000; 1998); Roberto Esposito (2003); y, en alguna medida, Giorgio Agamben (2003).
Vale la pena referir las resonancias de George Bataille (2001; 1961) y Emmanuel Levinas
(2000; 1999; 1987) en el marco de esta reflexión.

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