El comportamiento electoral de los argentinos: algunas claves de las elecciones presidenciales de 2007

AutorMaría Celeste Ratto - José Ramón Montero
Páginas79-112
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Las elecciones constituyen la pieza central del sistema democrático. Según la teoría
clásica, activan los mecanismos de representación política, permiten la designación
de los gobiernos y confi eren la imprescindible legitimidad política a sus decisiones.
De acuerdo con otros enfoques, las elecciones sirven para seleccionar a los mejores
gobernantes y a las mejores políticas públicas mediante el ejercicio del denominado
voto prospectivo; y favorecen también el ejercicio de la accountability para exigir al
gobierno responsabilidad en los resultados de sus políticas mediante el llamado voto
retrospectivo. Además, las elecciones posibilitan la comunicación de las preferencias
políticas de los ciudadanos, canalizan la competencia pacífi ca por el poder y refuer-
zan la integración política de los miembros de una comunidad. Por si todo ello fuera
poco, las elecciones suponen asimismo un modo básico de participación política por
medio del cual los ciudadanos hacen oír su voz en procesos políticos tan relevantes
como la selección de un Parlamento y la evaluación o la implementación de unas
determinadas políticas públicas. En los términos de un conocido libro de Bingham
Powell Jr., las elecciones son, en suma, “instrumentos de la democracia”: como apos-
tilla el mismo Powell, “existe una amplio consenso en que, más que ninguna otra
característica, la presencia de elecciones competitivas convierte a un Estado-nación
contemporáneo en un sistema político democrático”.1
Las elecciones suponen también un momento fundamental en la activación de
los mecanismos representativos al permitir el control de quienes desempeñan cargos
públicos, o al menos de los resultados de su desempeño. En las democracias, los
gobiernos son representativos porque son elegidos. Las elecciones sirven para hacer
responsables a los gobiernos de los resultados de sus acciones pasadas. Como anti-
cipan la evaluación de los votantes, los gobiernos tienen un fuerte incentivo para
desarrollar las políticas que suponen serán mejor valoradas por los ciudadanos. Al
nal de cada legislatura, los gobiernos rinden cuentas al electorado por su gestión de
El comportamiento electoral
de los argentinos: algunas
claves de las elecciones
presidenciales de 2007
María Celeste Ratto y José Ramón Montero
80 EL VOTANTE LATINOAMERICANO
los asuntos públicos. El electorado valora su actuación y vota en consecuencia. Como
subrayan Jacobs y Shapiro: “El cimiento institucional de la accountability democrá-
tica radica en elecciones competitivas e inclusivas que permitan a los votantes echar
a los gobernantes. La accountability requiere que los votantes sean capaces de asignar
responsabilidad y en su caso expulsar del poder a quienes consideran responsables de
situaciones o de políticas no deseadas”.2
Aunque los ciudadanos no pueden obligar a los gobiernos a que ejecuten forzo-
samente sus mandatos, pueden controlarlos al inducir anticipadamente a que los
partidos de gobierno rindan cuentas de sus acciones pasadas. Si asumimos que los
representantes son actores racionales que aspiran a la maximización de su benefi cio,
la amenaza de sanción implícita en las elecciones debería infl uir sobre su comporta-
miento a lo largo del mandato, incentivándolos a seguir las preferencias e intereses
de los votantes para lograr su reelección. El voto posibilita así la accountability repre-
sentation en tanto que los ciudadanos premian con la reelección al gobierno cuando
actúa en interés de sus electores; y el gobernante, por su parte, debe implementar las
políticas que le permitirán ser reelegido.3
Este capítulo pretende contribuir a esta literatura examinando el análisis de las
elecciones presidenciales celebradas en Argentina el 28 de octubre de 2007. Se trata
de un caso particularmente relevante para conocer no sólo el comportamiento de los
ciudadanos a la hora de votar, sino también para entender algunos de los mecanis-
mos centrales de la democracia. Tras la gran crisis institucional vivida por el país en
2001, la victoria de Néstor Kirchner en las elecciones de 2003 presagiaba un serio
défi cit de legitimidad política al llegar a la presidencia como segundo candidato más
votado luego de que el primer candidato, Carlos Menem, renunciara a la segunda
vuelta electoral; su base electoral fue mínima, apenas 22.24% de votos. Pese a ello,
Kirchner logró consolidar su apoyo electoral hasta lograr en 2007 la reelección de
su Frente para la Victoria (p). ¿Qué factores permiten explicar el éxito de la nueva
presidenta, Cristina Fernández —del Partido Justicialista, y por añadidura esposa
de Kirchner—, que duplicó el número de votantes hasta hacerse de 45.29% de los
votos? Teniendo en cuenta el tono exploratorio de este capítulo, estamos principal-
mente interesados en discutir algunas de las hipótesis propuestas recientemente para
explicar el comportamiento electoral de los argentinos. Desde este planteamiento
general, examinaremos los enfoques clásicos que priman factores sociológicos como la
clase social o el voto religioso; factores psicológicos como la identifi cación ideológica
o partidista, y factores racionalistas como la percepción de la economía, la imagen
de los candidatos o la infl uencia de las campañas electorales. Retomaremos para ello
las principales variables sugeridas desde cada uno de esos enfoques para establecer
cuáles han importado más y cuál es la fuerza de cada tipo de variable en las eleccio-
nes presidenciales de 2007; nuestra variable dependiente será obviamente el voto a
Cristina Fernández. Y nuestros datos provienen de la encuesta poselectoral realizada
en Argentina en 2008 como parte del proyecto internacional constituido por el
Comparative National Election Project ().4
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EL COMPORTAMIENTO ELECTORAL DE LOS ARGENTINOS
Hemos organizado este capítulo en cinco secciones. Tras resumir en la siguiente el
contexto electoral de las elecciones presidenciales de 2007, plantearemos las hipótesis
más comunes sobre el comportamiento electoral de los argentinos y luego revisare-
mos el marco teórico y la literatura especializada. Describiremos después los datos y
el diseño empírico que utilizaremos, presentaremos los resultados y fi nalizaremos con
la usual sección de conclusiones.
El contexto
Desde el retorno democrático, la mayoría de los países latinoamericanos ha debido
hacer frente a un complejo proceso de transiciones políticas.5 En los conocidos
términos de Marcelo Cavarozzi y otros,6 hubieron de llevar a cabo la desarticu-
lación de la matriz Estado-céntrica () que durante décadas ha caracterizado al
entramado social, político y económico de esos países, a la vez que debían de sol-
ventar numerosos problemas que impedían la consolidación de la recién restaurada
democracia.7 Además, ambos procesos tuvieron lugar en el marco de una crisis
económica sin precedentes en estas latitudes.8 En todos estos casos, las elecciones
desempeñaron, como en muchas otras transiciones, un papel extraordinariamente
importante. Los mecanismos electorales han centrado en gran parte la vida política
de un numeroso grupo de países latinoamericanos y ha contribuido a la conso-
lidación de pautas procedimentales democráticas que hace apenas 20 años eran
inusuales y erráticas.9
Un indicador signifi cativo de la relativa inestabilidad de la región radica en los
niveles de volatilidad electoral, que expresan los cambios de voto que ocurren en el
interior de un sistema de partidos en función de la fortuna electoral de sus integran-
tes. De forma más precisa, cabe entender por volatilidad los cambios electorales netos
producidos en un sistema de partidos entre dos elecciones sucesivas y que se deben
a transferencias del voto. Sus dos principales indicadores son los de la volatilidad
agregada, que mide la diferencia neta de los resultados obtenidos por los partidos
relevantes en dos elecciones sucesivas, y la individual, que expresa los porcentajes
de cambios de voto entre los partidos realizados por los votantes y estimados por
encuestas poselectorales.10
La Tabla 1 recoge la volatilidad agregada de 18 países latinoamericanos desde
nales de la década de 1970. Los rangos de las variaciones de la volatilidad media
son muy amplios, comenzando por la escasa volatilidad de países como Honduras,
Nicaragua y Costa Rica, que se mueven alrededor de 10%, pasando por países
cercanos a la media —que alcanza un considerable 28.65%— como Paraguay, Ar-
gentina y Colombia, y llegando hasta los más inestables como Guatemala y Perú,
en los que alrededor de la mitad de sus electorados ha cambiado de voto en cada
par de elecciones.
La volatilidad del caso argentino es la de un país promedio, cuyas oscilaciones elec-
torales parecen refl ejar en parte su accidentada historia democrática reciente. Como es

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