Componente anticlerical del catolicismo popular

AutorJosé Luis González M
Cargo del AutorENAH-INAH.
Páginas607-631
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CONFIGURACIÓN DEL PROBLEMA
El marco conceptual que abordaba la religión popular desde el supuesto
de que ésta ha sido siempre una forma de cristianismo no ilustrado, y
que, por ser tal, conservaba prácticas mágicas, expresiones predomi-
nantemente sentimentales y una conciencia mítica resistente al cambio,
parece haber llegado a un callejón sin salida. Lo que distingue y, por
momentos, opone la religión popular y la religión de las elites, no es,
ante todo, el grado de elaboración de las ideas religiosas sino las distin-
tas prácticas históricas y las diversas posiciones sociales y culturales
desde las cuales se elaboran sus respectivas experiencias religiosas.
La religión popular es primigeniamente lo religioso sistematizado o
reinterpretado desde las condiciones históricas de la marginalidad de
grupos humanos que tienen muchas cuentas pendientes respecto a la
cultura hegemónica y a los poderes constituidos. Si esto es así, explicar
la religión popular debería ser, en primera instancia, explicitar cómo
ella, en sus diversas construcciones históricas y culturales, es funcional
a los diversos procesos de afirmación, resistencia o identificación de los
sectores populares o étnicos, ubicados en la marginalidad dentro de la
dialéctica de las relaciones asimétricas que mantienen con las culturas,
poderes e instituciones hegemónicos y centrales.
José Luis González M.*
Componente anticlerical
del catolicismo popular
*ENAH-INAH.
José Luis González M.
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Esta clave de marginalidad dialéctica en la que nos hemos movi-
do en nuestros trabajos y análisis de los último 20 años es retomada1
recientemente, cuando el ethos de la cultura global parece aconsejar
dejar en el pasado las aristas de los términos confrontadores:
Yo sostengo que el término “religión popular” debe ser entendido como el
concepto utilizado para categorizar aquellas creencias y prácticas religio-
sas que están ubicadas fuera de los límites de las creencias y prácticas que
una sociedad dada declara como ortodoxas y oficiales. En otras palabras,
podemos decir que religión popular es un término usado para describir la
negación de lo que una sociedad juzga ser las legítimas representaciones
y expresiones de la religiosidad (Mejido, 2002, p. 300).
Ahora bien, aunque Mejido da cuenta en este párrafo del origen
central (y por tanto etnocéntrico) de la denominación, conviene tener
en cuenta que la religión popular no se genera por la magia del nombre
que se le asigna. Ella tiene una consistencia ontológica de dimensiones
sociales y culturales que, históricamente, han precedido, con mucho,
a su clasificación. En otras palabras: la realidad de la marginalidad fue
muy anterior a su análisis; y en esa realidad histórica, social y cultural
se sistematizan las religiones populares. Con todo, el enfoque propues-
to conserva su pertinencia hasta en el actual contexto de conectividad
compleja que caracteriza la cultura de la globalización (Tomlinson,
1999, p. 11). El nuevo escenario de tensión entre globalidad y localidad
hace más complejo y ambicioso el modelo de dominación y coloniza-
ción que nuestros teóricos latinoamericanos de los años setenta expre-
saban en términos de centro y periferia.
Una de las preguntas clave con las que pasamos al siglo XXI, en
relación con nuestro tema, es la siguiente: ¿qué están significando para
las diversas religiones populares procesos tales como la creciente
centralización jerárquica de la Iglesia católica asociada a la pérdida
de influencia de los grandes aparatos institucionales y la fragmen-
tación de la experiencia humana que se deriva de la cultura de la
posmodernidad?
1La cita recoge nuestra traducción.

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