El clero durante la guerra con Estados Unidos (11 de mayo de 1846 a 2 de febrero de 1848)

AutorMarta Eugenia García Ugarte
Páginas347-446
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Días antes de que el gobierno de Estados Unidos declarara la guerra a México,
el gobierno mexicano empezó a gestionar tanto con los gobernadores de los
estados como con la Iglesia la forma de obtener recursos para “sostener el ho-
nor de la nación y la integridad de su territorio”, en virtud de que había sido
invadido por fuerzas de los Estados Unidos. La situación, como dijera el Mi-
nistro de Hacienda, Iturbe, al gobernador de Puebla, el 8 de mayo de 1846,
obligaba al gobierno a buscar la forma de conseguir los recursos indispensables
para mantener las tropas destinadas a defender los puntos amenazados y a
repeler “con la fuerza tan injusta agresión”.693
Tres días más tarde, el 11 de mayo, el gobierno de Estados Unidos decla-
ró la guerra a México. El argumento utilizado era que México había traspasa-
do la línea divisoria de Estados Unidos. Ese mismo día, el ministro de Justicia
y Negocios Eclesiásticos pidió al Vicario Capitular del Cabildo catedral Metro-
politano de México, quien había asumido la dirección de la arquidiócesis, el
canónigo Juan Manuel Irisarri, que se hicieran rogativas por la situación de
guerra que vivía el país. El 13, antes de que México respondiera a esa decla-
ración formal de guerra,694 el Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos
envió una circular a Irisarri, a fin de que convocara a una reunión de eclesiás-
ticos.695 El propósito de dicha reunión era pedirles que auxiliaran al gobierno
con un préstamo. Con esos recursos se podría combatir al Ejército invasor que,
según el plan que se había trazado, tenía la intención de “absorberse toda la
República de México”. Era preciso que se ayudara al gobierno porque la derro-
ta de México traería males imponderables contra la religión,
693 Con ese objeto ha procedido a “suspender el pago de todos los créditos a cargo del erario
nacional, a reducir los sueldos de los empleados y demás que perciben haberes del erario, y a es-
tablecer todas las economías que exige la crisis presente”, AHAM, fondo sin catalogar. Caja 72.
694 El gobierno mexicano ingresó a la guerra el 7 de julio de 1846.
695 Se citaría a los prelados de las corporaciones religiosas, a los mayordomos de exclaustradas,
de cofradías y a cuantas personas de uno y otro clero creyera conveniente.
CAPÍ TULO I V
El clero durante la guerra con Estados Unidos
(11 de mayo de 1846 a 2 de febrero de 1848)
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...introduciéndonos desde luego con la libertad de cultos, los muchos y muy
absurdos que ellos profesan, y la consiguiente corrupción de costumbres que más
que en otros reina en ellos principalmente por su desenfrenada ambición e insa-
ciable ansia de dinero. Es bien público que animan a sus soldados con la espe-
ranza de que disfrutarán de los bienes de nuestras corporaciones eclesiásticas y
de las alhajas que adornan nuestras Iglesias..., los referidos bienes son perdidos
si llegáramos a sucumbir con la guerra que tenemos con semejante nación.696
Esa idea, de que los norteamericanos veían con ojos de codicia los bienes
eclesiásticos mexicanos, que ya había sido expresada en 1837, preocupaba al
presidente James Knox Polk porque sabía que el poder de la Iglesia católica en
México era enorme. Por esa razón pidió a John Hughes, obispo de Nueva York,
que lo ayudara a desvanecer los prejuicios que los sacerdotes católicos en Méxi-
co tenían sobre los Estados Unidos y sobre sus “designios hostiles... respecto
a su religión”. El presidente Polk explicó al obispo que si el clero creyera esas
versiones, harían una desesperada resistencia al Ejército norteamericano.697
De acuerdo con el diario del presidente Polk, el obispo Hughes estuvo de
acuerdo en apoyarlo para que sacerdotes que hablaran el español acompañaran
al Ejército como capellanes y otros se adelantaran a las fuerzas armadas para
que dieran seguridades al clero católico. Mencionó que el conocía al arzobispo
de México y podría, si así lo deseaba su gobierno, acudir a México.698 Si la
estrategia se llevó a cabo, asunto que hay que indagar en los archivos de Esta-
dos Unidos y de México, no produjo el efecto esperado porque el cabildo siem-
pre se mostró temeroso del Ejército norteamericano y de las creencias religio-
sas de la tropa.
El Ministro de Justicia no solo mostraba los riesgos que corrían los bienes
eclesiales ante el Ejército invasor. También refería la amenaza que representa-
ba el partido “que se dice liberal” siempre aspirante al mando y que había
comenzado a “descubrir sus ideas” en su congreso de 1833-1834. Además, el
nuevo gobierno había encontrado a la nación en bancarrota. Si bien tenía tro-
pas y reemplazos para atender la guerra carecía de dinero para alimentarlas,
transportarlas y para comprar parque y armas.
696 Oficio del M inistro de Justici a y Negocios Eclesiásticos, inserto en el Acta del Cabildo
metropolitano de México del 13 de mayo de 1846. Condumex, Archivo del Cabildo Catedral
Metropolitano de México.
697 Diario del presidente Polk (1845-1849), recopilación, traducción, prólogo y notas de Luis
Cabrera, volumen primero, El Diario, México, Antigua librería Robredo, 1948, p. 71.
698 La postura de la jerarquía católica en Estados Unidos con respecto a la guerra es un apar-
tado de la historia que hay que indagar. Sin duda, arrojará nuevas luces a la interpretación de las
relaciones internacionales de la Santa Sede y de su influencia en la historia de México en estos
años.
EL CLERO DURANTE LA GUERRA CON ESTADOS UNIDOS ––––– 267
Era tanta la urgencia de recursos que al tiempo que le pedía a la Iglesia el
apoyo, presionaba al gobierno de Puebla para que incrementara el monto men-
sual que habían dicho que podían pagar. Suponía el ministro de Hacienda que
el departamento de Puebla, “el segundo de la República, el más floreciente por
su industria, sostenido con la protección que recibe de las leyes y del gobier-
no”, no querría ser menos que los otros departamentos que, con menos recur-
sos, estaban dispuestos a contribuir con la cuota que se les había señalado en
la circular del 8 de ese mismo mes de mayo. Así que se esperaba que cumplie-
ran con la cuota asignada de 15,000 pesos.699
La situación del ejército era lamentable, los salarios no se pagaban y la
escasez de recursos, como dijera el coronel de infantería José López de Uraga,
impedía “poner rancho por falta de calderos y demás útiles ni se pueden alum-
brar las cuadras, ni es honor de un jefe de regular reputación, mandar hombres
desnudos y hambrientos a quienes en tal estado no se puede ni aun dar ins-
trucción”. L os 500 soldados que dirigía, “desarmados y hambrientos nunca
llegarán a ser útiles...”700 Esa situación lo obligaba a renunciar a su encargo.
La extrema necesidad en que se encontraba, y la necesidad de preservar la
nación, obligaban al gobierno a asignar un préstamo forzoso a la Iglesia me-
tropolitana por 98,000 pesos mensuales. La petición ponía en apuros a los
miembros del cabildo porque no tenían ingresos suficientes para aportar esa
cantidad. Ni siquiera habían podido reunir los 25,000 pesos que se habían
distribuido proporcionalmente entre todas las corporaciones eclesiásticas. Sólo
había logrado reunir 16,000 pesos con los recursos que había enviado el clero
regular, con excepción de los frailes del convento de San Agustín.701 Por esa
razón respondieron al gobierno que no estaban en posibilidades de hacer el
préstamo. Ante la negativa, el presidente de la República, Mariano Salas,
convocó a una junta el 14 de agosto en donde el Ministro de Hacienda, Valen-
tín Gómez Farías, hizo una relación de los motivos que tenía el gobierno para
pedir un préstamo de seiscientos mil pesos.702
699 Ministerio de Hacienda al gobernador del Departamento de Puebla, el 19 de mayo de
1846. AHAM, documentación sin catalogar, Caja 71. Se llegó a un acuerdo, y el 2 de julio de 1846,
se informó a la Asamblea Departamental de Puebla que ante la exposición que habían hecho, se
reducía el subsidio a ocho mil pesos. AHAM, documentación sin catalogar. Caja 51.
700 Nicolás Bravo, General en jefe d el Ejército del Centro al Ministro de Guerra, el 1o. de
mayo de 1847, insertando la comunicación del general, coronel del Regimiento de Infantería No.
2, José López Uraga. Archivo de la Defensa, Archivo Cancelados, Expediente del general José
López Uraga, tercer volumen. XI/III/1-113.
701 Los obispados de Puebla y Michoacán estaban en la misma situación económica que la
arquidiócesis. Por eso, los titulares diocesanos se negaron a hacer el préstamo.
702 A la par que se p edía recursos a la Iglesia, se publicó el decreto del general en jefe del
ejército, José Mariano Salas, encargado del supremo poder ejecutivo, que autorizaba, para la mejor

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