Los 'clásicos verdes' de Vasconcelos

AutorAndrés Henestrosa
Páginas668-670
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ANDRÉS HEN ESTROS A
que son como las alas del libro, el precio, que no alteran por nada de este mundo.
Y este precio orienta a los libreros de La Lagunilla y de las distintas calles de la
ciudad. Y en un olvido de que ellos pagan unos cuantos pesos de piso o de renta de
local, se empeñan en tomar como referencia los precios de las grandes librerías.
Veamos lo que se dice de dos obras raras, tomadas al azar: Arte del idioma
zapoteco de fray Juan de Córdova, reeditada por el doctor Nicolás León, en Mo-
relia en 1886, y el Tomo II de las Obras de Joaquín García Icazbalceta, editada
por Victoriano Agüeros en 1896. Las dos, en verdad, son rarísimas por razones
que nadie sabe, sobre todo el Arte, que por ser de materia que sólo puede in-
teresar a muy pocos, extraña que no se le encuentre, así haya sido muy corta la
edición, que sólo fue de trescientos cincuenta ejemplares. En cuanto al tomo
de Icazbalceta, no media la circunstancia de una edición limitada, sino por el
contrario, fue extensa por estar destinada a numerosos favorecedores de aquella
importantísima colección. ¿Qué fue, pues, lo que ocurrió? Del Arte se dice que
don Nicolás, por razones económicas, no pudo recoger la edición entera, no obs-
tante que como se dice en la portada, fue hecha por el gobierno michoacano al
que no podemos suponer tan pobre que no pudiera pagar una publicación que
hubiera ordenado. Sea como fuere, lo cierto es que el libro se convirtió, en sólo
unos cuantos años, en una joya bibliográfica que ahora se cotiza entre los libreros
de viejo entre trescientos y quinientos pesos, y en las grandes librerías hasta
mil, ni más ni menos. Del Tomo II de las Obras de don Joaquín se dice que la
bodega donde estaban amontonados los libros, se chorreó, destruyendo la edi-
ción casi entera. En diez años de búsquedas, el más hábil cazador de viejo, ha de
conformarse con alcanzar un ejemplar. Hay muchos bibliófilos que, teniendo la
“Colección Agüeros”, en su casi totalidad, han renunciado a acabarla de formar,
porque en años de buscarlo no han encontrado aquel tomo segundo.
Y, dígame, lector, ¿tiene usted en su biblioteca las dos obras que dieron
pretexto a esta Alacena?
10 de enero de 1960
Los “clásicos verdes” de Vasconcelos
La lectura de un artículo de Mario Sáenz publicado en este mismo Suple-
mento hace algunos domingos, me llevó a revisar la famosa colección de los

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