Claridad es perfección: religión y filosofía en el último Wittgenstein.

AutorRodríguez González, Mariano

Resumen: Este articulo analiza ciertas interpretaciones del célebre comentario de Wittgenstein a Drury, sin duda relevantes para comprender el sentido de la filosofía del pensador vienés en su último periodo, según el cual él mismo, sin ser una persona religiosa, no podía evitar contemplar todas las cuestiones desde una perspectiva religiosa. Los pasos para identificar la razón por la que se puede afirmar que la inmunización de la forma de vida religiosa constituye el sentido último de la filosofía concebida como análisis de los juegos de lenguaje serán, en primer lugar, poner en relación el valor supremo de la claridad con la crítica de la actitud explicativa característica de la filosofía convencional y, en segundo término, considerar el análisis del discurso religioso y la peculiar religiosidad del propio Wittgenstein.

Palabras clave: creencia religiosa, juego de lenguaje, Weltbild, cristianismo, vida

Abstract: This paper explores some of the issues related to Wittgenstein's famous comment to Drury--that he himself, while not a religious person, could not avoid contemplating all questions from a religious perspective--that might contribute to an understanding of the final meaning of the philosophical practice distinctive of Wittgenstein's last period. This paper aims at showing that final meaning is the immunization of the religious form of the life. In order to reach this conclusion we will first recall the importance of clarity as an absolute goal of Wittgenstein's philosophy, and see how it is connected to a specific attitude toward the explanatory claims of conventional philosophy. Then we will summarize the essence of Wittgenstein's philosophical analysis of religious discourse and review some crucial texts that highlight the peculiar religiosity unique to Wittgenstein.

Key words: religious belief, language-game, Weltbild, Christianity, life

  1. Introducción

    En una de sus notas sobre las conversaciones que mantuvo con Wittgenstein, Maurice Drury aplica una reflexión de aquél sobre las dificultades que tienen los oyentes a la hora de seguir una conferencia filosófica (1) al problema de explicar por qué se habrían producido tantas interpretaciones tan diferentes del pensamiento de nuestro filósofo y, por lo general, como observaría von Wright, de no mucho valor. La idea es que resulta realmente difícil ser capaz de seguir el sinuoso sendero por el que discurriría este pensamiento y a la vez tener a la vista hacia dónde conduce (Rhees 1981, p. 95).

    En lo que sigue intentaré una interpretación religiosa del pensamiento de Wittgenstein, precisamente para vislumbrar adónde conduciría a partir de la actitud valorativa personal que sería su raíz. Para ello es muy importante el comentario de Wittgenstein según el cual, a pesar de no ser él mismo un hombre religioso, no podía evitar contemplar cada problema desde un punto de vista religioso (Rhees 1981, p. 94). En mi opinión, esta observación se aplica también al problema de la filosofía y a la respuesta que el autor ofrece con su nueva práctica filosófica. (2)

    Al final del recorrido que se efectuará en este trabajo será posible atribuir a la inmunización de la creencia religiosa, en cuanto forma de vida, frente a toda crítica racionalista o "metafísica", el sentido positivo y nuclear del análisis de los juegos de lenguaje como práctica filosófica. Si bien esta interpretación no es nueva, la pretendo poner ahora en evidencia mostrando que tal "objetivo" se satisfaría, precisamente, mediante el procedimiento de exportar de entrada a la nueva práctica filosófica una actitud originaria decididamente "religiosa", esto es, no cognitivo-explicativa, sino la actitud del que aspira en último término a la paz del pensamiento. Como se verá al final, la experiencia personal del pecado propia del filósofo vienés, el rechazo de su propia vanidad o su soberbia, determina además la necesidad de sobrepasar ese trabajo de uno mismo que es la filosofía en dirección a la fe o a la comprensión de la fe como definitiva purga de toda vanidad. En este terreno de lo religioso se localizará la valoración medular, constitutiva, de la persona Wittgenstein, valoración que, como no puede ser de otro modo, será determinante para su ejercicio filosófico.

    En una obra exegética clarificadora, Norman Malcolm contrapone de manera directa el apremiante afán filosófico de explicación, y sobre todo de explicación total y última, a la actitud de wonder, o incluso de awe, de ese pasmo ante lo inexplicable de la existencia (Malcolm 1997) o ante lo inexplicable de la infinidad de los juegos de lenguaje humanos. Esto es porque explicar equivaldría, desde este punto de vista, a suprimir la admiración, sobre todo si la explicación es la que pretende la filosofía tradicional. Contra esa destrucción, la filosofía wittgensteiniana nos reabrir/a, preservándola, la posibilidad misma de la admiración. Por eso se puede establecer en este punto una analogía crucial entre esta nueva práctica filosófica y la religión:

    El sentido religioso de ver el mundo como un milagro tiene su análogo en un tipo de pasmo ante la inexplicable existencia de los juegos de lenguaje humanos. Este pasmo filosófico no tiene el sentido religioso del milagro porque no contempla los juegos de lenguaje como sagrados. Pero en relación con el sentimiento del asombro y del misterio, es análogo al sentido religioso del milagro del mundo y del milagro de la vida humana. (Malcolm 1997, p. 87)

    ¿Podemos entender que esto significa que Wittgenstein veía también la filosofía desde un punto de vista religioso? (3)

    Sin duda, como replicó Peter Winch, no hay ninguna prueba de que el propio Wittgenstein le hubiese asignado este sentido a su trabajo (Malcolm 1997, p. 104). Pero tampoco se resiste Winch a la tentación de echar más leña al fuego con su observación de que la confusión conceptual puede llegar a tener efectos catastróficos en la vida espiritual de las personas. (4) Para ilustrar esta idea se cita una carta de Wittgenstein a Drury en la que, al ofrecerle a su amigo una puntualización sobre la gramática de la expresión "cometer un error", habría tratado con ello de deshacer su remordimiento, su dolorosa inquietud por lo supuestamente poco acertado de su decisión de dedicarse a ejercer la medicina (Rhees 1981, p. 110).

    Para lo que aquí se trata, lo de menos sería que Wittgenstein hubiera reconocido o no un "sentido" religioso a su filosofar, (5) y lo que de verdad tiene importancia para empezar es si la claridad misma, objetivo absoluto del filosofar wittgensteiniano en cuanto trabajo por la "paz del pensamiento", podría adoptar un significado religioso. Al igual que autores como K.V. Stosch, entiendo que la actitud y la sensibilidad religiosas, algo diferente de las creencias religiosas concretas, consistirían propiamente en un Staunen (asombro, admiración) y un Ehrfurcht (awe, temor reverencial) ante lo que pondría punto final a toda explicación. De lo que se trataría, entonces, con la filosofía wittgensteiniana es de salvaguardar, o poner a buen recaudo, esta actitud propiamente religiosa frente a las acometidas de la filosofía en su sentido tradicional (Stosch 2006, p. 282), sentido ya reconocido por Aristóteles, sobre todo mediante la denuncia de su índole pseudoexplicativa.

    El problema con los filósofos desde la modernidad es que se hallan fascinados por el modo de proceder del científico, así que siguen insistiendo en el proyecto de conquistar la explicación última o ultrafísica (AM, p. 18). El problema con los científicos es que, cuando pasan de la mitad de su vida, a menudo se cansan de su duro trabajo y empiezan a encontrar el gusto a las especulaciones populares semifilosóficas (Rhees 1981, p. 132). Así que unos y otros terminan inevitablemente en el absurdo. Ya en el Big Typescript (BT 413), como observa Stosch (2006, p. 269), la "determinación religiosa" de la tarea filosófica wittgensteiniana se hace notar en el momento en que fija resueltamente su sentido en la destrucción de ídolos, en cuanto verdadera crítica de toda idolatría.

    La claridad absoluta como meta del filósofo wittgensteiniano es lo mismo que la desaparición definitiva del problema filosófico o la paz del pensamiento (CV, p. 43), algo que indudablemente puede ser de gran importancia en la vida de muchas personas. Pero la paz del pensamiento significaría deshacerse de la manía de buscar explicaciones cuando ya no tiene ningún sentido seguir haciéndolo (¡Es la voluntad de Dios!). Pues bien, solamente cuando acertamos a reconocer el sinsentido del afán explicativo podemos concentramos de verdad en las cosas mismas y en su existencia y admiramos de ellas (Malcolm 1997, p. 73). Como supo ver el filósofo en una anotación de 1930, lo que caracterizaría su manera de filosofar--y al parecer en contra de su propia voluntad--(6) es su índole esencialmente no poética [undichterisch], es decir, su forma de dirigirse a lo concreto, a lo que tenemos ante los ojos sin que lo cubra ningún velo. Sin embargo, ese carácter del propio trabajo filosófico se hallaría, al parecer, estratégicamente supeditado a la necesidad de despertar a los hombres y a los pueblos al Staunen precisamente en la época en que la ciencia los vuelve a dormir: (7)

    ¿Cómo habría podido dejar de impresionar el fuego o la semejanza del fuego con el sol al espíritu del hombre en su despertar? Pero no "porque él no lo pueda explicar" (la estúpida superstición [Aberglaube] de nuestro tiempo)--ya que ¿acaso lo haría una "explicación" menos impresionante? (F, p. 6)

    Si devolvemos las palabras de su "uso" metafísico a su uso cotidiano, se desvanecería lo filosóficamente sorprendente y quizá sólo así pueda abrirse para nosotros la verdadera experiencia del asombro. Lo filosóficamente sorprendente estorba al genuino Staunen porque es una sorpresa sólo aparente que buscaría deshacerse en la pseudoexplicación.

    Para continuar en esta dirección, haré primero una breve precisión sobre la índole de la filosofía para el...

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