En la ciudad del positivismo perdido: lecciones aprendidas para una criminología urbana/In the city of lost positivism: lessons learnt for an urban criminology

AutorDr. Jorge Ramiro Pérez Suárez, Lic. Antonio Silva Esquinas, Dra. R. Rebeca Cordero Verdugo y Dr. Daniel Briggs
Páginas44-69

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Introducción: Postpositivismo en tiempos líquidos

El capitalismo neoliberal nos ha conducido hacía una sociedad posmoderna, postindustrial, del postbienestar, informacional, tecnológica, en red, del miedo, del riesgo, líquida y ligera; todos y cada uno de estos apelativos para definir a una sociedad que nunca fue tan convulsa y cambiante, de hecho, puede que la acción de retrotraer al investigador a la época moderna le genere más paz y calma, ¿cuál es el motivo preguntarán algunos? La respuesta es sencilla, nos enfrentábamos a un objeto de estudio que, aunque cambiante, podía ser analizado desde muchas perspectivas durante largos periodos de tiempo. Los fenómenos, dado que no eran globales, tenían una vinculación más localista haciéndoles más controlables en lo que a las variables se refiere.

Pero favoreciendo la contextualización, debemos comenzar aclarando que la humanidad no nació abrazada a las ciencias sociales, por lo que debemos reconocer la enorme importancia que tuvo el que para muchos es el padre de la sociología Auguste Comte (Garvia, 1998), el cual nos animó hacer uso del Método Científico para: "descubrir las leyes sociológicas, las regularidades que acontecen en el ámbito de las sociedades" (Garvia, 1998, p. 87). Comte preocupado por las trasformaciones que se estaban dando de la sociedad tradicional a la moderna y cómo estas estaban afectando al individuo, defendió la necesidad de realizar estudios a nivel social. Desde entonces, investigadores del mundo entero preocupados por lo social se han afanado en demostrar que lo que hacíamos, que nuestros resultados, eran tan científicos y tan fiables como los de las ciencias exactas.

Con la perspectiva de los años pensamos si en realidad esto nos benefició, si el hecho de querernos igualar con las matemáticas, la física y la medicina sirvió para algo o simplemente nos aproximó a nuestro objeto de estudio sin abrazarle. Probablemente estemos en lo cierto si afirmamos que sólo nos aproximamos, pero era lo único que se podía hacer, era necesario tener un lugar, ser reconocidos, que nos dejasen actuar, que tomasen en cuenta nuestros resultados sin considerar sesgo en los mismos. Cosa distinta es lo que sucedió después.

Observación, análisis y descripción, repetían nuestros viejos maestros una y otra vez; observe el objeto de estudio, analícelo y luego trate de describirlo, sólo así conseguirá ser plenamente objetivo. Y déjennos decirles que esta fórmula repetida una y otra vez a modo de mantra ayudaba a entender el ejercicio a realizar, somos conscientes de ello porque cuando observamos a nuestros estudiantes recién llegados, motivados a la par que perdidos, sólo nos queda decirles "observación, análisis y descripción".

¿Dónde reside pues el matiz de la diferencia? En cómo se desarrollen cada uno de los hitos de la fórmula.

El positivismo criminológico, ya existente a principios de siglo XIX, se decidió por la cuantificación de los fenómenos para lograr pautas de comportamiento social (McLaughlin & Muncie, 2011). Más concretamente para esta corriente "la delictividad reúne un conjunto de características peculiares. Por consiguiente, la mayoría de las investigaciones en esta línea

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han procurado aislar las diferencias fundamentales entre delincuentes y no delincuentes" (McLaughlin & Muncie, 2011, p. 410).

Este enfoque, aun presente en muchos estudios e investigaciones, resulta sesgado en cuanto que deja de lado la crítica del fenómeno. En otras palabras, este tipo de posicionamientos hablan de los sucesos como si fuesen algo controlable en su enorme complejidad, y a lo mejor lo eran en otros tiempos, es decir, en tiempos en los que era posible analizar la delincuencia en sociedades con escasa movilidad social donde todos los individuos se reconocían y las variables a analizar eran menores. Sin embargo, en la actualidad manejarse con este tipo de postulados puede dar lugar a resultados irreales o correlaciones simplistas.

Quizá muchos de los porqués que nos puedan surgir en estos momentos queden resueltos con la afirmación de que "el positivismo sigue resultando atractivo a nivel popular y entre los políticos debido a la resistencia general por parte de los gobiernos a aceptar que el delito se encuentra fuera de su control" (McLaughlin & Muncie, 2011, p. 411) y quien habla de delito habla de todos aquellos fenómenos preocupantes presentes en nuestras sociedades: refugiados, ciberdelito, drogodependencia, homelessianismo, etc.

Pero en estos tiempos posmodernos, donde todo aparece interconectado por la globalización y un capitalismo neoliberal aparentemente imparable y salvaje en su búsqueda de poder, nos enfrentamos a nuevos retos como una desigualdad creciente, una pobreza cancerosa, el desplazamiento masivo de personas, nuevas guerras económicas de recursos y el cambio climático (Parenti, 2011). Todo ello en conjunto a largos periodos de inestabilidad económica, social y política, hace necesario un acercamiento a nuestro objeto de manera distinta, ya que como afirma Lipovetsky (2014):

Los individuos hipermodernos están a la vez más informados y más desestructurados, son más adultos y más inestables, están menos ideologizados y son más deudores de las modas, son más aciertos y más influenciables, más críticos y más superficiales, más escépticos y menos profundos, (pp. 28-29).

Al migrar desde una sociedad de producción hacia una de consumo y neoliberal, la cual rompe con las instituciones sociales antiguas y desmenuza conceptos como comunidad y tradición, se ha llevado la responsabilidad hacía las personas para con la realización de su identidad y futuro. La ideología comercial existe dentro de nosotros y nos domina; la vivimos y la reproducimos: es decir, nos encontramos con individuos previsibles en lo que a las formas de consumo y al hipernarcisismo se refiere (Lipovetsky, 2014), pero inestables en lo relativo al comportamiento social, al comportamiento en comunidad, derivado sin duda del intercambio de valores realizado entre generaciones apoyado por las élites de poder, priorizando por ejemplo el poseer (como forma de distinción) frente al compartir (como parte responsable de la comunidad).

Es por tanto la posmodernidad la que requiere de interpretación, en estos tiempos no podemos quedarnos únicamente con la descripción del fenómeno, pues sería realizar la mitad del trabajo. Necesitamos saber qué está pasando realmente, desde lo que unos llaman postpositivimo u otros el interpretativismo, o incluso escapar de ellos hacia la crítica, pero de

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lo hablamos no es otra cosa que de abrazar a nuestro objeto de estudio y acercarnos a él. Si recordamos la vieja fórmula de nuestros maestros, es la misma, pero con matices: observar, analizar y describir interpretando desde los contextos y las percepciones.

Resulta fácil encontrar a quienes critican estos postulados científicos, al considerar subjetivos los resultados, sin tener en cuenta que nuestra única pretensión es la de emplear todas las herramientas de las que disponemos para entender la realidad.

Nunca describiremos el fenómeno a analizar sólo con números, dado que para nosotros más que nada se trata de una aproximación, de la que haremos uso junto con otras metodologías de investigación. De lo que se trata es de poder trabajar la crítica, entender lo fenómenos, intentar prevenirlos y plantear posibles alternativas o soluciones (si existen), sin dejarnos llevar por la ideología predominante, los grupos de poder y las violencias estructurales de los sistemas.

En definitiva, no estamos haciendo más que hacer caso a nuestros queridos y viejos enseñantes nos decían, ustedes deben entender lo que sucede no comprenderlo, cualquiera podría comprenderlo y ustedes no son cualquiera los que miran con otros ojos.

Y así hicimos, recorrimos el largo camino de la investigación adentrándonos en los colectivos y en los hechos sociales para entenderlos, haciendo uso de metodologías de investigación mixtas que nos permiten adentrarnos realmente en el problema y nos aproximan a la solución. Ellas saben lo que nos han enseñado la mayor parte de las ocasiones, que nosotros como sociedad y aquellos que quieren aislar el problema son parte de él.

A partir de ahora los animo a sumergirse en partes de nuestras investigaciones postmodernas, mixtas, etnográficas y reales.

Próxima estación, el desierto de asfalto: un recorrido por la urbe desde la Criminología

Si algo tiene la posmodernidad en esta época del capitalismo neoliberal es que es injusta, injusta con lo colectivo y con lo individual, todo vale a razón del dinero que genera, tal es así que la norma social y la norma jurídica han dejado de ser criterios de medida.

En tiempos modernos, la norma jurídica marcaba el camino del "deber hacer" y la norma social "del bien hacer" en multitud de ocasiones convergían dotando de seguridad al contexto, los asentamientos poblacionales era reconocidos como macrocomunidades en las que todos se entendían y donde sólo unos pocos se desviaban, bien porque no estaban de acuerdo con su comunidad, mostrándose poco colaboradores e incluso huraños, o bien porque que deseando transformaciones se desviaban rompiendo con lo normativizado para generar cambio. Cosa diferente eran los que decidían romper con la norma jurídica motivados por circunstancias, en la mayoría de los casos ambientales o estructurales, pero salvo en los casos de violencia contra la mujer donde la comunidad presa del heteropatriarcado cerraba filas, la comunidad actuaba como un gran mecanismo de control, junto con el resto de los controles sociales informales: familia, escuela, credos y medios de comunicación alcanzando el difícil equilibrio...

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