Cinco dimensiones del modelo neoliberal

AutorJosé Valenzuela Feijóo
CargoProfesor-investigador del Departamento de Economía, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa
Páginas9-38

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Introducción

En América Latina, el neoliberalismo se ha venido extendiendo más y más. En la actualidad (1996) impera en países tan disímiles como México y Perú, Argentina y Bolivia. Inclusive en Brasil, el desarrollismo vacila y el neoliberalismo logra avances muy significativos. El gobierno de Estados Unidos y los organismos internacionales que controla —como el FMI y el Banco Mundial—también empujan, con singular tenacidad y vigor, a esa estrategia económica. En términos generales, el grueso de la población rechaza el esquema, no obstante, se sigue aplicando y sus adalides señalan que es la única ruta económica posible. Para ello, cuentan con el eficacísimo apoyo de la aplastante mayoría de los medios de comunicación, con la relativa debilidad orgánica y política de las fuerzas populares y por último—last, but not least— con el recurso de la violencia o coacción estatal.

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En realidad, por las mismas características intrínsecas del estilo neoliberal, cabe esperar que en su trayectoria la violencia estatal explícita juegue un rol primordial. Algo que, por lo demás, viene siendo ampliamente confirmado por la experiencia latinoamericana. Y no es del caso caer en la ilusión de que una "crítica puramente crítica" sea suficiente para arrinconar y disolver al fenómeno neoliberal. Pero en nuestro ámbito, sólo cabe aplicar las "armas de la crítica". Con buena suerte, ésta pudiera funcionar como prólogo de la crítica "superior" pero, de momento, bástenos ensayar la forma preliminar. Lo cual, si recabamos en la fuerte y masiva penetración de la ideología neoliberal, no parece una tarea menor o de poco interés.

El neoliberalismo es un fenómeno bastante complejo y, por lo mismo, en él podemos encontrar una multiplicidad de aspectos o dimensiones. Asimismo, no cabe esperar que en ésta o la otra experiencia nacional, el neoliberalismo asuma exactamente las mismas características. Preservando su sustancia más esencial, se deben esperar algunos "acomodos". Por ello, cuando se ensaya una aproximación interpretativa genérica, conviene advertir sobre el punto: en tal o cual momento, en éste o el otro país, no debe esperarse un "calco" de los enunciados más genéricos.

En el neoliberalismo podemos distinguir algunas dimensiones básicas. Como mínimo habría que señalar: a) la dimensión filosófica o ideológica. Si se quiere y con alguna exageración, se trata aquí de la "cosmovisión" (i. e. la "weltanschauung"), marcadamente económica, que maneja o esgrime el estilo neoliberal; b) la dimensión de la política económica. Es decir, se trata de las orientaciones o directrices de política económica que son propias del neoliberalismo. Muy probablemente, ésta sea la dimensión más publicitada y reconocida del fenómeno neoliberal; c) la dimensión patrón de acumulación. Para nosotros, éste es el elemento clave y apunta al modo de funcionamiento que asume el capitalismo en condiciones históricas dadas; d) la dimensión clasista. Es decir, se trata de identificar los intereses sociopolíticos a los cuales sirve, objetivamente, el complejo neoliberal.

Por limitaciones de espacio, nuestro trabajo se limitará a una exposición muy sucinta de lo que consideramos los puntos nodales de cada uno de los aspectos, o dimensiones, que se han mencionado.

I La dimensión ideológica o doctrinaria

Nos encontramos aquí con una ideología dominante que, comme il faut, responde a los intereses de la clase dirigente. Y conviene remarcar un aspecto no menor: el carácterPage 11 económico (o economicista) de esta configuración ideológica. En otros tiempos, el núcleo de la ideología dominante se localizaba en otros espacios del espectro de la conciencia social. Hasta aproximadamente el siglo xv, típicamente debíamos acudir a la religión (a veces revestida de filosofía teológica, como en el caso del tomismo). Hasta buena parte del siglo pasado, ese núcleo había que buscarlo en los grandes sistemas filosóficos, por ejemplo en el utilitarismo inglés, en el positivismo francés, en el idealismo alemán. Es en el siglo xx cuando lo medular de la ideología dominante se asienta en el plano de las doctrinas económicas. Y adviértase: el núcleo de estas docrinas ya se configura en el siglo pasado, cuando emerge la contrarrevolución marginalista (Jevons y Marshall en la Inglaterra de 1860-70, por los mismo años Walras en Suiza y Karl Menger en Austria, algo después Bohm-Bawerk) y ellas para nada son ajenas a las corrientes filosóficas tales o cuales. Los grandes economistas clásicos como Adam Smith fueron de hecho grandes impulsores del radicalismo utilitario. En autores como Marshall la influencia de Kant es explícitamente reconocida y, en líneas generales, el neoclasicismo marginalista suele estar muy asociado al subjetivismo filosófico. En todo caso, contemporáneamente se sigue una ruta cuya dirección es diferente: se parte de la teoría económica y desde ella se avanza a las elucubraciones políticas y filosóficas.

En la teoría económica neoclásica —que es la que nos preocupa por ser la base de la propuesta neoliberal— encontramos algunos rasgos más o menos sorprendentes y que nos advierten sobre su tremenda carga ideológica.

En el plano epistemológico, por ejemplo, hasta aproximadamente los años treinta de este siglo, los neoclásicos se declaraban fieles seguidores del apriorismo de corte kantiano.1 Como anotara Bunge, "hasta hace pocas décadas algunos famosos economistas, tales como von Mises, sostenían que las teorías económicas son verdaderas a priori y por lo tanto no necesitan de test empíricos. Y Hayek sostenía que la única parte empírica de la economía concierne a la adquisición de conocimientos. Otros, tales como Arrow y todos cuantos consideran a la economía como una ciencia de decisiones, pretenden que las teorías económicas no son descriptivas sino normativas, y por lo tanto incomprobables. Parecería que es la gente la que debe ser sometida a pruebas para averiguar si se comporta a la altura de los altos niveles de racionalidad propuestos por los teóricos".2 En la actualidad, no hay quien se sitúe al margen de las posturas desarrolladas por el "Círculo de Viena" y, muy en especial, por Karl Popper.3 Lo curioso —divertido o deshonesto— esPage 12 que se postulan los mismos teoremas y se los justifica sin el menor rubor con cargo a tan disímiles patrones epistemológicos.

En el plano de algunos teoremas de base —que más bien funcionan como axiomas o postulados iniciales— nos encontramos con posturas que desde el ángulo de la sociología y psicología científicas son sencillamente escandalosas. Menger, por ejemplo, señala que "el valor de los bienes es independiente de la existencia de la sociedad".4 Otro prócer neoclásico señala que cada nación no es más que "un agregado de individuos" y por ello el estudio de la economía debe comenzar y fundamentarse en el estudio de los deseos y necesidades individuales.5 El sueco Knut Wicksell no es menos enfático y sostiene que la teoría económica, en vez de empezar por la producción y la distribución, debe privilegiar el análisis de las necesidades (consumo) pues ellas operan como la "razón rectora" de los procesos económicos. Y sin el menor empacho, sostiene que "el ser humano, como es natural, no sólo es consumidor, sino también productor. Tanto filogenética como ontogenéticamente, así como por su desarrollo social e individual, el hombre es mucho antes un consumidor que un productor".6

En un plano más sustantivo la teoría sostiene un conjunto de proposiciones sobre la economía capitalista (a la que se le suele denominar "economía de mercado") que conviene recordar mínimamente. Siendo ultraselectivos, podemos anotar: a) una economía capitalista asegura el pleno empleo de los recursos, tanto de la fuerza de trabajo como de los medios de producción; b) los recursos se emplean del modo más eficiente y, por ende, se maximiza el producto y el crecimiento; c) la distribución del ingreso entre capitalistas y asalariados no hace sino retribuir a cada grupo social (y a cada individuo) de acuerdo a su contribución al producto. Es decir, no existe la explotación y los intereses económicos de capitalistas y asalariados son solidarios y convergentes; d) asimismo, sostiene que el sistema, abandonado a su propia suerte, es espontáneamente estable amén de eficiente. Más aún, en este contexto se señala que la eventual intervención estatal es fuente de ineficiencia e inestabilidad; e) en este contexto, también se señala que todo intervencionismo o regulación de las relaciones económicas con el exterior genera ineficienciasPage 13 en la asignación de los recursos y las consiguientes "pérdidas de bienestar". Por lo mismo, se aboga firmememente por el libre comercio y la plena libertad en el movimiento de los capitales.7

La doctrina puede someterse a un doble test: el de su coherencia lógica y el de su verificabilidad empírica. En el plano lógico, ha sido despedazada por autores como el mítico Sraffa8 y por Pierangelo Garegnani.9 En el plano empírico, buena parte de sus teoremas (pese al declarado popperismo de los neoclásicos de hoy) son imposibles de contrastar y se revelan como sustantivamente metafísicos. Y en los aspectos que sí son susceptibles de verificar, lo...

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