La Comisión Científica Francesa y sus exploraciones en el territorio insular mexicano, 1864-1867

AutorHugo Pichardo Hernández
CargoProfesor-investigador del Departamento de Política y Cultura, UAM-X
Introducción

El caso de la Comisión Científica Francesa en México, durante el llamado Segundo Imperio, ha sido estudiado hondamente en los últimos años. Si bien existen trabajos como el de Manuel Maldonado-Koerdell, escritos en los sesenta del siglo xx, es hasta la década de los noventa cuando aparecen investigaciones meticulosas, las cuales arrojan resultados que amplían el conocimiento sobre esta comisión científica.

En este sentido, hay que destacar los estudios al respecto de Alberto Soberanis, quien aporta fuentes directas no trabajadas hasta ahora y que son de utilidad relevante para la comprensión de los orígenes de esta expedición.

Centrados en el interés por enriquecer el conocimiento sobre las aportaciones realizadas a nuestro país por los científicos franceses de la segunda mitad del siglo xix, en esta ocasión presentamos sus estudios sobre el territorio insular; particularmente revisaremos los trabajos de Edmund Guillemin Tarayre, quien explora las costas del Pacífico mexicano y elabora un informe descriptivo sobre algunas de las islas de esta región.

Por otra parte, cabe señalar que los estudios históricos sobre el territorio insular mexicano se han abordado con anterioridad, el más completo es el encargado por la Secretaría de Gobernación a principios de la década de los noventa a un grupo de estudiosos sobre el tema. En dicho trabajo se resalta principalmente la cartografía relativa al territorio insular, sin dejar de mencionar el contexto histórico de las diferentes regiones litorales.

Es claro que el estudio de la configuración del espacio insular es un tema que aún está sujeto a estudio, por lo cual toda aportación sobre esta temática contribuye a su conocimiento.

Origen y contexto de la Comisión Científica Francesa

Las luchas entre liberales y conservadores durante la década de los sesenta del siglo xix, trajeron como consecuencia el debilitamiento de las arcas nacionales, provocando una crisis financiera en el gobierno liberal de Benito Juárez. Desde estas circunstancias, el presidente de la República decidió, en julio de 1861, suspender los pagos que adeudaba al exterior así como sus intereses. Inglaterra, España y Francia protestaron por la medida adoptada por México y decidieron, en la Convención de Londres celebrada en octubre de ese año, intervenir en el país deudor y cobrarse lo adeudado mediante la fuerza. Por otra parte, Francia, bajo el régimen de Napoleón III, deseaba frenar la influencia y expansión de Estados Unidos en México, aprovechando que la nación norteamericana se debatía en una guerra civil. Francia contó con el apoyo del grupo conservador mexicano quien deseaba el establecimiento de un segundo imperio.

Las tropas intervencionistas inglesas y españolas arribaron a Veracruz en diciembre de 1861, y las francesas en enero de 1862 con un pequeño ejército de 2 mil 500 hombres. El gobierno liberal consiguió que se retiraran las tropas inglesas y españolas, quedando sólo las francesas, las cuales avanzaron sobre el estado veracruzano apoyadas del ejército conservador, que se había comprometido a destituir del poder a los liberales. Las tropas del ejército expedicionario, comandadas por el general Lorencez, fueron derrotadas el 5 de mayo de 1862 en Puebla por el ejército liberal dirigido por el general Ignacio Zaragoza. Sin embargo el general francés Forey, quien conducía otra parte del ejército invasor, logró derrotar al ejército liberal, apoderándose de la capital de la República; según menciona Justo Sierra, el general Forey penetró a la ciudad "con su pintoresco y gallardo ejército, al son de sus alegres y sonoras fanfarrias, precedido por el fúnebre ejército de Márquez", en junio de 1863. El gobierno de Juárez se desplazó al norte del país y se estableció en la ciudad fronteriza de Paso del Norte, Chihuahua.

Napoleón III, una vez consumada la intervención en México, ofreció la corona del Imperio Mexicano a Maximiliano de Habsburgo, quien aceptó el ofrecimiento. Llegó al puerto de Veracruz el 28 de mayo y a la capital del país el 12 de junio de 1864.

Para sorpresa de los conservadores, el Emperador creó organismos gubernamentales como el registro civil; decretó la libertad de culto; mejoró las condiciones de trabajo y los salarios; nacionalizó los bienes de la Iglesia y estableció el sistema decimal de pesas y medidas. En síntesis, aplicó varias de las reformas por las cuales los liberales luchaban.

Esta actitud del Emperador permitió que varios liberales moderados colaboraran en el gobierno imperial y participaran en las instituciones creadas a iniciativa de Maximiliano. Particularmente, en lo referente a las actividades científicas, apoyó a las instituciones establecidas desde hacía varios años, como la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y fomentó los estudios sobre la naturaleza y la sociedad mexicana.

A la vez, en Francia se pensaba en crear instituciones en las colonias que fomentaran el conocimiento de sus recursos, fue así que surgió la Commission Scientifique du Mexique, la cual operó entre 1864 y 1867. La idea de crear una comisión científica francesa en México surgió en 1863, cuando apareció publicado en Francia un libro sobre México, éste se intitulaba México antiguo y moderno, del ingeniero en minas, economista y político francés Michel Chevalier.

La figura de Chevalier tenía relevancia e influencia en la política francesa, ya que había sido diputado por Avryon en 1845 y se había caracterizado por participar intensamente en los debates del Congreso en defensa de las políticas económicas y expansionistas del gobierno de Napoleón III. Esta actitud de Chevalier se reforzó cuando en 1860 se convirtió en senador y defendió la postura de que Francia ampliara sus colonias hacia regiones ricas en recursos. De esta manera, a raíz de la implantación del Imperio de Maximiliano en México, el senador debatió en el Congreso por la formación de una expedición a México similar a la realizada por Napoleón Bonaparte a Egipto.

Además, su insistencia por dicha expedición surgió a partir de haber visitado México en 1832, después de haber viajado por Estados Unidos a causa de una comisión que el gobierno francés le había encargado para estudiar las lenguas de los pueblos indios norteamericanos y escribir un tratado al respecto. Las relaciones que estableció con los científicos mexicanos, en su calidad de ingeniero en minas, no fueron del todo gratas, puesto que, según comentó en su momento el conde De la Cortina, este personaje se había dedicado a desprestigiar a nuestro país. Al respecto, el conde opinaba:

Un tal Miguel Chevalier, exaltado defensor de la secta del sansimonismo, según hemos sabido posteriormente, sin embargo de no haber residido en nuestro país más que unas cuantas semanas, no tuvo embarazo en publicar en algún periódico de París, bajo la forma de cartas, un tejido de injurias y vaciedades contra los mexicanos, tan neciamente concebidas como torpemente espresadas [sic]; sin considerar que la misma exageración que empleaba en ellas descubría su mala fe, o por lo menos la clase de gente con quien trató mientras residió en México, porque nuestra sociedad tiene sus heces, como las tiene cualquiera otra. Si el sansimonismo no cuenta con apóstoles de más talento, pocos progresos hará en el mundo.

Chevalier, en su libro sobre México mencionado anteriormente, presentaba una revisión histórica de los acontecimientos en el territorio mexicano hasta 1861, con un claro sentido político de promoción imperialista. En la última parte se relataba las riquezas naturales de México y se presentaban los motivos por los cuales Francia se podría apoderar del territorio mexicano y acrecentar su dominio imperial. En la serie de recomendaciones que este autor exponía, se encontraba una que proponía la creación de un grupo de científicos que acompañaran a las tropas:

Bajo este mismo aspecto es de desear, para mantener el renombre de la Francia, que la expedición [militar] francesa en México sea, en lo posible, acompañada de una exploración científica de este vasto país, en el que todo tiene un sello particular. ¿Qué quedaría al mundo civilizado de nuestra expedición a Egipto en 1798, si el general Bonaparte, sensible al progreso de los conocimientos humanos y orgulloso con su título de miembro del Instituto, no hubiese llevado consigo una reunión de ilustraciones [sic] científicas? Así es como se formó en Egipto un Instituto, desmembración o reflejo del gran cuerpo sabio de la Francia.

De esta manera, Napoleón III, inspirado en esta idea, mandó formar a través del Ministro de Instrucción Pública, Victor Duruy, la Commission Scientifique du Mexique el 27 de febrero de 1864. La Commission estuvo integrada por el ministro Duruy, como presidente; el mariscal Vaillant; el barón Gros, antiguo ministro plenipotenciario en México; Michel Chevalier; el vicealmirante Julien de la Gravière, comandante en jefe de las fuerzas navales francesas en México; Boussingault, naturalista y químico; M. Combes; Decaisne; Faye; De Longpérier; Maury; Milne-Edwards, zoólogo; De Quatrefages, autoridad sobre los Comités de ciencias naturales y médicas, de ciencias físico-químicas, de historia, lingüística, arqueología y etnología y de economía política, estadística, obras públicas y asuntos administrativos; Charles Sainte-Claire Deville, químico industrial; De Tessan; el barón Larrey, médico; Angrand; coronel Ribourt; Viollet-Leduc, arquitecto; César Daly; Marié-Davy, astrónomo; Vivien de Saint-Martin, geógrafo; abate Brasseur de Bourgbourg, arqueólogo y etnólogo; Aubin, anticuario y coleccionista; Bellaguet y Anatole Duruy.

La organización contó con un presupuesto de 200 mil...

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