La certeza de sí y este imposible sujeto

AutorCristina Pérez Díaz
CargoProfesora de Filosofía y de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
Páginas275-295
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Andamios
LA CERTEZA DE Y ESTE IMPOSIBLE SUJETO
Cristina Pérez Díaz*
RESUMEN. Para pensar lo real buscamos antes del giro subjetivo
kantiano a Descartes. Aunque parezca extraño este movimien-
to (Descartes, ¡el gran padre de la subjetividad!) lo damos
porque él intenta, por un lado, dar cuenta de la realidad en
tanto tal, aunque, por otro, vuelca la mirada hacia el sujeto para
preguntarse por ella. Pero, al encontrar la certeza subjetiva, un
movimiento metódico, retoma el preguntar metafísico, que, sin
embargo, queda truncado por la forma de concebir el yo. Nos
adentramos en las Meditaciones cartesianas para ver el nacimiento
de este concepto y, desde ahí, otras resonancias que empujan ha-
cia lo no subjetivo, sin perder el giro ya dado. Apuntamos al yo
como actividad extática infundamentada.
PALABRAS CLAVE. Sujeto, pensamiento, finito, infinito, exterioridad.
INTRODUCCIÓN
Pensar lo real. Tomarnos en serio el pensamiento como capacidad de pen-
sar lo real, y dejar de encerrarnos en el pensamiento que se piensa a sí
mismo. Para ello volvemos la mirada al pensamiento anterior al giro
subjetivo kantiano, comenzando por Descartes. Hay que ir al momen-
to anterior a Kant, porque no se trata de preguntarnos cómo conocemos
lo real y qué de lo real podemos conocer, sino de preguntarnos qué es lo
real. La pregunta griega, se insistirá: ¿Por qué partimos, entonces,
de Descartes y no de Grecia? Las preguntas son evidentemente distin-
tas. Descartes no se cuestiona, como lo hicieron los griegos, ¿qué es? La
pregunta moderna es: ¿cómo debo proceder para pensar certeramente
* Profesora de Filosofía y de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la
UNAM. Dirección electrónica: bokabierta@gmail.com
Volumen 9, número 20, septiembre-diciembre, 2012, pp. 275-295
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CRISTINA PÉREZ DÍAZ
lo real? Pero, si esta es la pregunta, entonces tampoco parecería jus-
tificada la selección del autor, puesto que no parecería llevarnos lejos
de la mediación subjetiva. Efectivamente, Descartes ocupa una extraña
posición en la historia de las preguntas filosóficas. Por un lado, intenta dar
cuenta de la realidad en tanto tal; pero, por otro, vuelca la mirada hacia
el sujeto para preguntarse por lo real. De manera que con él comienza el
giro subjetivo, marca distintiva de la modernidad. Sin embargo, todavía
en Descartes la vuelta hacia el sujeto es un movimiento metódico,
que no aleja el cuestionamiento metafísico. El cogito es la respuesta a
una pregunta por lo real, por lo verdadero, y metódicamente es la certe-
za que permite comenzar propiamente la indagación metafísica: a partir
de la certeza del cogito puede preguntarse por el ego, por lo extenso
y por Dios. La pregunta por el método es más bien un paso previo al
continuar del pensamiento. Luego de encontrar la certeza que le permite
llevar a cabo la investigación, Descartes retoma el preguntar metafísico:
¿qué soy?, ¿qué es la materia?, ¿existe Dios?
Lo que nos ocupa es, entonces, lo siguiente: ¿Qué sucede con la
certeza de sí y por qué entendemos que es un momento digno de ser
re-pensado? La certeza cartesiana es el surgimiento de un concepto: el
concepto yo. No se trata de un concepto cualquiera. Es, propiamente,
el concepto que marca a la filosofía moderna; un personaje que nos ha
acompañado a lo largo de siglos de pensamiento, y que no deja de tener
resonancias. Nuestro interés, sin embargo, no se limita a su importancia
histórica. Nos interesa adentrarnos en las meditaciones cartesianas
para ver el momento del parto del concepto y vislumbrar desde ahí
otras resonancias; los caminos recorridos y los no vistos por él, pero
constitutivos, vía negativa, de la historia posterior de la metafísica.
El pensamiento consciente de sí o reflejo, decimos, es lo vivo afir-
mándose ante sí mismo. Esto es propiamente la existencia: el ser
desdoblado que se reconoce, se sabe y se regocija en ello. La afirmación
“Yo soy, yo existo” es, pues, un éxtasis del ser, una certeza que lo lanza
inmediatamente al exterior. Y por ello no es contingente, sino necesaria,
porque la existencia se reafirma y confirma en ese su propio acto que
es el pensamiento: se pone ante sí misma como lo patente. El pensamien-
to está vivo y en la autoconciencia celebra su actividad. Sale de la

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