El centro histórico de Bahía revisitado

AutorPaulo Ormindo de Azevedo
CargoArquitecto por la Universidad Federal de Bahía, Brasil.
Páginas95-113

Arquitecto por la Universidad Federal de Bahía, Brasil. Doctor en conservación y restauración de monumentos y sitios patrimoniales, Universidad La Sapienza de Roma, Italia. Fundador y coordinador del Inventario de Protección del Acervo Cultural de Bahía, proyecto de la Secretaría de Cultura y Turismo del estado de Bahía. Profesor de la Maestría en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Federal de Bahía (UFBA). Consultor de la UNESCO desde 1975 y restaurador de monumentos y sitios históricos. Miembro de la Academia de Letras de Bahía, del Consejo Consultivo del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (IPHAN), del Consejo Nacional de Política Cultural, y del Consejo Estatal de Cultura de Bahía. Recibió el premio Rodrigo Melo Franco de Andrade, do IPHAN. Autor de diversos libros y artículos.

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Salvador de Bahía, en Brasil, ha sido una de las primeras ciudades latinoamericanas en emprender una acción de recalificación de su centro histórico (CH), el barrio de Pelourinho:1 en 1967 bajo inspiración de Page 96 las recomendaciones de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y de las Normas de Quitode la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre el turismo cultural. El Proyecto Pelourinho ha tenido muchas fases y orientaciones, variando en función de las políticas de los gobiernos en turno y de la disponibilidad de recursos. Su implantación coincidió, además, con una grande reforma urbana, que tuvo un gran impacto en la centralidad de la ciudad.

No obstante estas particularidades, el CH de Salvador tiene muchos puntos en común con otras ciudades de Iberoamérica. Los fenómenos que analizaré aquí son típicos del CH de una gran ciudad, en este caso con 2.7 millones de habitantes actualmente, y cabeza de un área metropolitana industrial y de servicios. Muchos de los problemas de este centro histórico se gestaron en un proceso acelerado de urbanización verificado a partir de la mitad de la década de 1950, en función del inicio de la explotación del petróleo, que tuvo como consecuencias una gran descentralización y el abandono del centro antiguo.

La decadencia del centro histórico

La decadencia del centro histórico de Salvador empezó a finales del siglo XIX, con la crisis de la agroindustria de la caña de azúcar y la consecuente liberación de los esclavos. Esta enorme masa humana, sin empleo, ni calificación, migró hacia Salvador formando las primeras favelas (asentamientos irregulares auto construidos por población de bajos ingresos) y sobreviviendo como prestadores de servicios eventuales en el centro de la ciudad. La crisis urbana, que se reflejó en su centro, se agravó en los años 30, del siglo siguiente con la quiebra de la Bolsa de Nueva York y la paralización de la comercialización del nuevo producto que reemplazó el azúcar en las exportaciones bahianas, el cacao (Azevedo, 1990).

Pero fue a partir de la II Guerra mundial que dicha decadencia se agudizó, cuando el interés de los grandes capitales transnacionales se fijó en ciertos países periféricos a fin de aplicar en ellos sus excedentes, Page 97 abriendo nuevos mercados y aprovechándose de los bajos salarios locales. Así, se realizaron grandes inversiones productivas en países como Brasil y México, que ya poseían una razonable infraestructura industrial. Sin embargo, estas nuevas industrias ocuparon muy poca mano de obra, gracias a una intensiva inversión de capital y avanzada tecnología, y por otra parte, distorsionaron otras formas de producción menos modernas, especialmente en ciudades pequeñas y medianas.

A los desempleados urbanos se sumaron enormes contingentes de inmigrantes de la zona rural. Este proceso se vio favorecido con la implantación de la ferrovía y largos periodos de sequía en el interior. Se estima que más del 50% de la población activa actual de las grandes ciudades brasileñas no tiene empleo fijo. En el caso de Salvador, esta población pobre se estableció, no en un anillo periférico, como en muchas ciudades de la región, sino a lo largo de la línea férrea, ocupando terrenos de difícil accesibilidad, como empinadas cuestas y parte de la bahía, donde se instalan en favelasy palafitos que se construyen de manera irregular sobre lagunas, de ahí que reciban el nombre de "alagados" (alagunados en español).

Para sobrevivir, esta enorme masa humana ha invadido el centro de la ciudad con comercios y servicios que se desarrollan en plena calle y plazas públicas. Los primitivos ocupantes, molestos por la expansión del sector terciario y por la ocupación de los espacios públicos por hordas de ambulantes, se desplazaron hacia ubicaciones menos céntricas, alquilando sus inmuebles a capas sociales menos favorecidas, que a su vez subalquilaron a personas aún más pobres, desencadenando el proceso endémico de "tugurización" del centro.

Con la implantación del sistema tranviario en Salvador, en el inicio del siglo XX, los pobladores, el comercio y los servicios del Pelourinho se fueron desplazando lentamente hacia el sur de la ciudad, en dirección a las playas. Otras actividades típicas del distrito central, como los lugares de esparcimiento, los espectáculos y la vida nocturna, han seguido el ejemplo de las demás funciones. Los viejos magazines y cines del centro tradicional cerraron sus puertas. Este proceso concluyó en la mitad del siglo XX (Azevedo y Berenstein, 1992). Page 98

Del centro partido y la descentralización desestructurante

Mientras que la clase media no entiende la función que cumple la población considerada por ellos, como económicamente marginal, muchos economistas, geógrafos y sociólogos de América Latina consideran que esa masa humana forma parte orgánica de las economías dependientes del Tercer Mundo. Muchos de ellos han desarrollado teorías para explicar el fenómeno. Coincido con el pensamiento del geógrafo brasileño Milton Santos y de otros autores que identifican dos subsistemas en la economía urbana de los países subdesarrollados: un circuito superior, o formal, que emana de la modernización tecnológica, controlado a nivel nacional y global, y otro inferior, o informal, constituido por actividades preindustriales o artesanales, de pequeña escala, que atienden a las demandas de las capas más bajas de nuestras sociedades. Actividades que tienen un ámbito exclusivamente local (Santos, 1978).

Las poblaciones pobres sin acceso al empleo industrial ni a sus productos, encontraron alternativas en los bienes y mercancías producidas por pequeñas manufacturas que utilizan mucha mano de obra, pero con relaciones informales de producción. Esta actividad informal es la que sostiene ese enorme contingente poblacional, impropiamente calificado como marginal. El circuito inferior, formado por ambulantes, el pequeño comercio, las manufacturas y servicios de baja tecnología, utilizan insumos industriales, atienden a una gran parte de la demanda de productos y servicios de la clase media, y regulan las variaciones del mercado formal de trabajo, rebajando sus sueldos debido a la gran oferta de mano de obra.

Los dos subsistemas se complementan, pero el inferior es dependiente del primero. El circuito superior tiene el apoyo y el financiamiento del gobierno, mientras el inferior carece de ellos e incluso, en muchos casos, es perseguido, como ocurre con el comercio ambulante. Es esa población informal la que habita y mueve el viejo centro. Una de las características de esa actividad es que se realiza, en su mayor parte, en espacios abiertos y públicos, de gran circulación peatonal. Hacia las calles del centro histórico convergen no solamente los que habitan en el mismo, sino los que viven en la periferia realizando Page 99 actividades en él, como ambulantes, lavacoches, prostitutas, limpiabotas, mendigos y pedigüeños.

Otra característica de la ciudad contemporánea que afecta nuestros centros históricos es la descentralización de las actividades urbanas. Esto no elimina, como llama la atención Castells, la existencia de un centro coordinador de las actividades descentralizadas, con exigencias que difícilmente se adaptan a la escala de las edificaciones y calles de nuestros centros históricos coloniales. Así, se forma un nuevo centro, generalmente vecino al centro tradicional, que pasa a tener una función complementaria, generalmente ligado a la informalidad. Los nuevos centros no son centros de sociabilidad e integración, sino de negocios, que se quedan vacíos a las seis de la tarde y los fines de semana. Es lo que los sociólogos norteamericanos llaman "central business district" (Castells, 1976: 262-276).

La división de la ciudad en un núcleo formal urbanizado y rico, y una periferia excluida no podría dejar de reflejarse en su centro, partido en dos. Por una parte, el centro antiguo, informal y pobre, pero de gran riqueza patrimonial y cultural. Por la otra, el centro moderno, formal y rico, pero pobre desde el punto de vista social y cultural. Esta división ocurrió en las...

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