El célebre soneto al Tiempo

AutorAndrés Henestrosa
Páginas718-720
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ANDRÉS HEN ESTROS A
una imagen perfecta de don Manuel Payno, a quien ninguna litografía pudo
captar mejor?
Y este prosista inimitable, este cronista carente de estilo y dueño sin em-
bargo de todas las formas de la expresión escrita, este coloso del periodismo
que jamás nos aquejó con la perfección literaria, poetizaba en la misma forma
tortuosa y despreocupada.
Su obra poética, de sobra conocida y enjuiciada, tuvo en ocasiones el ‘arre-
glo’ de sus panegiristas. Se corrigieron sus Me morias, pero acaso se destruyó
en ellas aquella bárbara, inimitable y bella prosa en que vuelca su espíritu
demoníaco a veces, romántico otras, fustigante luego, irónico casi siempre, el
inolvidable ‘Fidel’, verdadero arquetipo del genio aislado que para sublimarse
no necesita sino quererlo.
Tal es el retrato que el anónimo autor del reportaje de Siempre!, traza de
Guillermo Prieto, poeta y prosista.
Los poemas están escritos entre los años de 63 al 66, son 55 y el manuscri-
to alcanza hasta 281 páginas, según leemos. ¿Verificó el autor que los poemas
no habían sido publicados antes en volumen? Q uizá no tuvo tiemp o, como
yo no lo tengo ahora, para verificar si los poemas y fragmentos de poemas con
que el artículo se ilustra, se encuentran en los libros que Prieto publicó. Desde
ahora nos atrevemos a decir que es difícil. Prieto preparaba, cuando lo alcanzó
la muerte, un volumen más de sus poesías, en que quizá reuniera parte, si no
es que todo lo que se encuentra disperso en periódicos y revistas literarias de
su tiempo, que fue largo. Pero, ¿dónde fue a parar el manuscrito? ¿Se quedó en
manos de José Pagés Llergo? ¿Volvió a las de Antonio J. Bermúdez, su dueño?
¿No fuera bueno que alguien lo localizara y estableciera su legítima condición
y aun procurara publicarlo, cuando el nombre de Prieto ha vuelto en razón de
las efemérides que ahora celebra México?
14 de agosto de 1960
El célebre soneto al Tiempo
Mario Mariscal recitaba un soneto inspirado en el tiempo, de la pluma de
Joaquín Fernández de Lizardi, según él decía. Nunca, a pesar de su promesa,
documentó la afirmación, ni cumplió el ofrecimiento de pasarnos copia. Por

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