Cartas a doña Carmen Romero Rubio y una anécdota de Múgica

AutorAbel Camacho Guerrero
Páginas61-65

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Para volver a Zamora de Michoacán antes regresemos el tiempo, vale decir, el calendario, entrelazando lo que escribimos a continuación con una de las anécdotas que dibujan y pintan espiritualmente cómo fue Francisco J. Múgica desde su plena juventud.

Se iba acercando la hora en que se cumpliría lo que tan certeramente anunció el viejo liberal don Sebastián Lerdo de Tejada en su testamento político que redactó allá en la fría Nueva York en el año de 1899: "Yo profetizo -escribió- para México en el término de diez años la más grande y poderosa de las revoluciones. No revolución de partidos, estéril y gastada, sino revolución social. Nada podrá evitarla ni contrarrestarla: Su desarrollo latente y pausado, semejante a esas fuerzas subterráneas que determinan las explosiones cósmicas". Tal dijo el viejo y triste patriarca de la Reforme en su destierro, y tal como lo dijo el caos iridiscente del volcán revolucionario sacudió a México con su pasión; ahogó en arroyos de sangre al país y levantó el espíritu nacional con el sacudimiento de una idea, como lo habían sacudido antes la insurgencia (1810-1821), la guerra por la Constitución (1857-1860) y la defensa de la república (1862-1867).

El sentido sociológico de Lerdo de Tejada para prever el provenir nacional con tanta precisión, lo llevó a tener acierto no sólo en cuanto al hecho que anunció, sino hasta en el tiempo en que previó se produciría éste, con la mínima diferencia de apenas un año.

El 5 de octubre de 1878, la casi adolescente, casi joven, Carmen Romero Rubio, escribió una carta a don Sebastián Lerdo de Tejada, enviándosela a su lugar de destierro, en Nueva York, donde vivía en calidad de presidente derribado por el general Porfirio Díaz.

Ese día Carmencita amaneció nostálgica. Sentía cariño sincero por el recuerdo de su buen padrino, licenciado Sebastián Lerdo de Tejada. ¡Cómo ha cambiado para ella la vida! En su carta le dice: "querido papá Lerdo: el mes de julio pasado cumplí dieciséis años. ¡Cuán triste fue el día de mi santo!... Ninguna de mis amiguitas del colegio, a excepción de Lola Gómez Parada, se acordó de mí. ¡Qué diferencia de cuando papá era ministro de usted!... entonces recibía muchas flores, muchas, hasta

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llenar una almohada de raso con ellas". (Pobre niña, no había sido preparada para el descenso de la cumbre)... "Conoce usted ya todas mis confidencias, las más íntimas, aquellas que no me he atrevido a confiar a mamá misma... Sabe usted que este año debía haberme casado con Pepe Negrete y así lo acordaron entre usted y papás... Esta unión que los dos hemos deseado no se verificará este año y mucho me temo que ni el siguiente".

La jovencita sigue contando a don Sebastián que su señor padre no se opone a su noviazgo con el joven Negrete y que lo único que objeta es que el novio no tenga "una carrera definida", aunque era abogado y periodista, concluyendo ella por decir a "Papá Lerdo"... "Aconséjeme usted a mí y escríbale a él" (se refería a Pepe Negrete)... "No puedo vivir sin él, es un pedazo de mi alma... Pidiendo a Dios volver a verlo, se despide de usted su amiga de corazón. Carmen Romero Rubio".

El relato que queremos engarzar en esta obra se dice como sigue: Los señores Manuel Romero Rubio y José Manuel Baz, quienes se auto desterraron con el Presidente don...

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