Cartas de don Caralampio Molinero

AutorAndrés Henestrosa
Páginas53-54
AÑO 1951
ALACE NA DE MINUC IAS 53
día Arturo Arnáiz y Freg, en cuyas manos puse este ejemplar, y seguro que
trasladó, ajustó y verificó. Mientras eso ocurre voy a resumir el juicio de Jesús
Galindo y Villa, deduciéndolo de las notas señaladas.
Este libro, pudo decir, no carece de mérito; su autor es hombre de talento
e ilustrado; pero carece del criterio que debe tener el historiógrafo, sobre todo
del que trata de seguir los acontecimientos en hombros de la filosofía de la
historia. Las numerosas contradicciones y apreciaciones falsas que contiene
esta obra, así lo demuestran. Cándidas, absurdas, precipitadas las afirmacio-
nes del autor se apoyan en fuentes parciales, aprovechadas a medias, cuando no
de existencia sospechosa, y lo presentan como ayuno de probidad histórica e
intelectual. Con estos elementos se propuso Galindo y Villa participar en la
contienda contra Bulnes, pero después la vida no le dejó cumplir la promesa.
11 de noviembre de 1951
Cartas de don Caralampio Molinero
Uno de los libros más curiosos de nuestra literatura es el que, anónimo, editó
el Dia rio de Avi sos en la imprenta de Vicente Segura, en 1860, con el largo,
larguísimo título de Cartas de don Ca ralampio Moli nero del cerro a doña Bi biana
Cerezo, su muje r, vecinos de la s Batuecas más remota s e ignoradas sobre la felicid ad y
ventura de vivir en la Cor te. Unos años más tarde, en 1868, se hizo de la obra,
que no es una novela como alguno cree, sino una serie de cuadros de costum-
bres, una segunda edición, con una nota a la vuelta de la portada que a la letra
dice: “Esta obra es propiedad de la familia del finado autor don Francisco
Belaunzarán”, un hombre que naturalmente no encuentro mencionado en nin-
guna de las dos más conocida s histo rias d e la liter atura mexica na. Per o hay
algo m ás. A rturo Torres Rioseco, catedrático de literatura hispanoamericana en
universidades estadounidenses, hombre de vastas lecturas, atribuye esas Car-
tas a Manuel Carpio, poeta y médico mexicano, muerto justamente el año de
la publicación de las Carta s. La atribución no puede ser producto de un mero
capricho, sino que en algo se funda el escritor chileno para hacerlo, aunque no
esté yo en condiciones de establecerlo.
El libro, escrito con soltura, desenfado y gracejo, muestra una evidente
influencia de Mariano José de Larra, hasta porque los personajes habitan unas

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