Carlos Salazar

AutorAngel Pola
Páginas393-399
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Carlos Salazar
1829-1865
HARAPIENTA, DEMACRADA y muerta de hambre
la hermana que le sobrevivía, vagaba calle
arriba y calle abajo por la Merced, sin que
alguien le diera de caridad ni un rincón cual-
quiera para dormir. A la infeliz, puestas en
fuga sus esperanzas por la mala suerte que
iba tras ella, la había impulsado un último
recurso a que su marido mendigase un em-
pleo de puerta en puerta de los que consi-
deraba sus parientes. Un día, después de
llamar mucho a otras, le abrieron la de Don
Luis Salazar, sobrino del General; pero no
volvió por segunda vez, a pesar de salir a su
encuentro la esperanza. La muerte, quizás
al ver a los esposos extenuados de hambre
y frío, quiso que descansaran y se apresuró
a abrirles de par en par sus lóbregas puertas.
Del frondoso árbol genealógico, que la fata-
lidad ha ido podando con saña implacable,
no quedan sino ramas lejanas, casi injertos,
sin la savia del tronco. Hasta un renuevo, su
hija Carlota, no vive ya. Ni recuerdos hay
del capitán Benito Salazar, un íntegro em-
pleado de la Aduana de Matamoros, padre
de Carlos.
Doña Tecla Preciado cuenta que nació
el valiente republicano en Matamoros, Ta-
maulipas. por el año de 1829, pues que de la
misma edad era ella. El muchacho parecía el
mismísimo demonio por sus peligrosas tra-
vesuras —“Cree usted, me decía la señora,
que de milagro vivía, porque una vez en el
puerto le tiró de la cola al caballo del capitán
y le dio una coz en la frente, que se la abrió.
Toda la vida le duró la cicatriz”.
De ocho años vino a México y lo pu-
sieron en una escuela particular y católica,
porque sus padres, y más Don Benito que
su madre la Sra. Merced Ruiz de Castañe-
da, eran antes que todo católicos y devotos.
Primero que nada, Carlos debía de aprender
el Ripalda, para que pudiese lograr la gracia
de rodillas en el confesionario; a renglón se-
guido vendrían como muy secundarias un
poco de Gramática, las cuatro reglas de la
Aritmética y las otras materias que por en-
cima constituían la instrucción primaria en
aquella época.
Realizando su sueño dorado, porque
desde pequeño fue de su agrado la milicia,

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