La campana

AutorAndrés Henestrosa
Páginas53-56
DESAN Vicente, patrón de Juchitán, se cuentan mila-
gros armoniosos; entre otros, haberse hecho él mis-
mo santo.
Era en una ciudad de la tierra, y niño hacía con
sus amigos los estériles trabajos de las travesu-
ras. Y así uno y otro día. Una mañana, cansado de los mismos
juegos, propuso jugar Tingui-bidoo. Dos niños juntaron los
brazos para formar la silla, y una vez formada, fue Vicente
quien se sentó en ella, y precedido de rezos dieron vueltas en
torno de un templo imaginario. Pesados los brazos de can-
sancio, quisieron bajarlo; pero el santo de mentiras ya era ver-
dadero. Convertido en madera, sus carnes estaban rígidas.
Desde ese día se le veneró en mi tierra.
Una vez dejó el pueblo y desapareció. Ninguna señal
dibujó su ausencia y nadie, por sabio que fuera, pudo decir
dónde se encontraba. Mientras no estuvo en su iglesia, imagi-
nada y construida en un instante, fabricó una campana; le
imprimió su sello y se acercó a la cinta blanca de la playa para
soltarla en los brazos verdes del mar. Y mandó a avisarnos que,
los ojos vigilantes, esperáramos a la orilla del agua a que las
olas la arrojaran. La noticia, forastera en la ciudad, recorrió
todas las calles y todo el mundo supo que el santo vivía y no
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