Cambio constitucional en el Chile contemporáneo y presente

AutorFernando Muñoz León
Páginas157-192

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I Introducción: un marco temporal para el estudio del cambio constitucional en Chile

En este trabajo analizaré el cambio constitucional en el Chile contemporáneo y la discusión actual sobre los caminos posibles para nuevos actos de este tipo de cambios. El eje conductor será aquello que he denominado como la cuestión constitucional que afecta a Chile; esto es, el hecho de que la Constitución política de la república, dictada en 1980 por la Junta militar presidida por el general Augusto Pinochet, "tiene déficits insalvables en materia de democracia y republicanismo" y que "años de reformas parciales no han logrado subsanar ese déficit".1El término que he empleado para enmarcar esta reflexión es deliberadamente amplio. Por cambio constitucional entiendo tanto las alteraciones materiales a los contenidos constitucionales como toda modificación formal expresada en actos oficiales promulgatorios. Esta distinción supone que hay casos en los cuales pueden ocurrir cambios materiales sin que haya cambios formales y viceversa. Así ocurre, por ejemplo, en el caso de la mutación de los contenidos constitucionales como resultado de cambios en los presupuestos fácticos o axiológicos que los intérpretes emplean para atribuir sentido a un texto constitucional inalterado. También ocurre allí donde hay cambios formales al texto constitucional que no alteren sustantivamente el modo de existencia de la unidad política; es decir, en términos schmittianos, cambios a la ley constitucional que dejen intacta la constitución.2

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Comenzaré haciendo explícita la estructura temporal que articula mi análisis. Distinguiré aquí entre lo histórico, lo contemporáneo y lo presente, a partir de la manera en que cada uno de estos periodos interactúa con la cuestión constitucional ya identificada. Lo histórico representa precisamente aquello con lo que la constitución de 1980 busca romper; es el periodo que va de 1833 a 1973, era de continuidad institucional casi ininterrumpida al alero de las constituciones de 1833 y 1925, paulatinamente modificadas para incrementar la participación política y aumentar la protección de los derechos fundamentales. Lo contemporáneo, el periodo que va de 1989 a 2010, es la época en que la Concertación de Partidos por la Democracia lidia con la herencia de la dictadura a través de la reforma gradual y consensuada de la constitución de 1980.

Lo presente, el periodo que va de 2010 a 2014, es el momento en el cual la protesta social, particularmente el movimiento estudiantil, cuestiona el consenso neoliberal y el pacto constitucional que prevalecieron durante la transición. Excluyo deliberadamente de esta periodificación el lapso que va de 1973 a 1989, a fin de representar simbólicamente la suspensión de la tradición constitucional chilena durante este periodo.3 Aun así, dado que lo contemporáneo está marcado por el desafío de confrontar el legado constitucional de aquel periodo, igualmente diré algo respecto al cambio constitucional realizado durante la noche larga de la dictadura, cuyo producto es precisamente la constitución de 1980.

La periodificación que aquí propongo ofrece una segmentación en horizontes temporales que visibiliza continuidades y cambios en el plano de la autocomprensión social. Asimismo, ella da cuenta de que las etapas temporales culturalmente construidas se nutren mutuamente y se transforman recíprocamente durante dicho proceso, en la medida en que nuevas formas históricamente articuladas de conciencia reinterpretan aquello que ya ha sido en función de lo que podrá ser. Lo presente, como agudamente percibió Orwell, sirve de gozne entre lo pasado, el cual interpreta y reinterpreta constantemente, y lo futuro, en función de lo cual actuamos en el aquí y el ahora. Lo que hoy es histórico, alguna vez fue un presente lleno de posibilidades; y si bien, a medida que se va alejando en el tiempo, lo histórico deja de estar indeterminado en el plano de la acción, su significado permanece abierto a través de nuestra conciencia de aquel. Lo que hay de abierto en el presente, es decir, la anti-cipación de lo futuro que hacemos en él, va arrojando nuevas luces sobre lo pasado y su significación presente.

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Haré una breve sinopsis de lo que sigue. En la sección I identificaré tres narrativas sobre lo histórico en materia de cambio constitucional; esto es, en mi definición, sobre el periodo que va desde la entrada en vigencia de la constitución de 1833 al golpe de estado de 1973. Estas narrativas proveerán al lector de un imprescindible contexto sobre el desarrollo político chileno, además de anunciar la existencia en el presente de lecturas discrepantes sobre lo contemporáneo a partir de las lecturas discrepantes sobre lo histórico.

En la sección II analizaré dos aspectos distintos del cambio constitucional en la contemporaneidad. El primero consiste en la construcción en torno a la constitución de 1980 de una constitución transicional a través de estrategias de transacción entre los líderes de la centroizquierda y la derecha. El segundo consiste en la reforma contemporánea de diversos contenidos constitucionales que, por no corresponder a determinaciones fundamentales sobre la unidad estatal, corresponde que sean calificados como parte de la ley constitucional. Debido a la celeridad y frecuencia con que se acometen estas otras reformas, acuñaré el término de legislador constitucional motorizado para referirme a ellas.

En la sección III observaré cómo la protesta social desencadenó una demanda ciudadana por un cambio constitucional significativo y cómo, frente al mismo, cada una de las narrativas ya enunciadas ofrece distintas respuestas.

Concluiré con una breve reflexión sobre el tipo de práctica constitucional o constitucionalismo que ha surgido en torno a la constitución vigente, que caracterizaré como un constitucionalismo autoritario y que, argumentaré, debe ser reemplazado por un constitucionalismo democrático.

II Tres narrativas sobre lo histórico: el discurso oficial, el relato de la denuncia y el relato de la redención

En esta sección revisaré algunas narrativas sobre lo histórico en materia de cambio constitucional; esto es, según lo he definido, sobre el periodo que va desde la entrada en vigencia de la constitución de 1833 al golpe de estado de 1973.4 Digo algunas porque el discurso sobre lo histórico no consiste en una acumulación desinteresada de fechas, sino en un ejercicio reflexivo cuyas premisas sobre el presente vuelven relevantes ciertos hechos y sucesos del pasado. Es inevitable que existan tantos relatos como miradas sobre el presente.5 Aquí me interesaré tan solo en tres de aque-

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llas narrativas sobre la historia constitucional de Chile; tres maneras de articular coherentemente los eventos y procesos de mediano y largo rango que contribuyeron a la promulgación de las cartas fundamentales de 1833 y 1925, y a la reforma de sus contenidos. Les llamaré: el discurso oficial, el relato de la denuncia y el relato de la redención.

El discurso oficial se construye en torno a la idea de la excepcional estabilidad institucional chilena. Aquel afirma la existencia durante el periodo histórico de una tradición constitucional que conjuga libertad y orden, democracia y estabilidad. Los orígenes de este discurso se remontan ya a mediados del siglo XIX. Según señala el historiador inglés Simón Collier, ya en un banquete celebrado en Valparaíso en 1852, Juan Bautista Alberdi -ni más ni menos que el padre de la Constitución argentina- proponía un brindis por "la excepción honrosa de la América del Sur".6 El historiador conservador Alberto Edwards, en 1927, ofrece en el siguiente párrafo un excelente ejemplo de este discurso:

La verdad de las cosas es que hemos constituido una excepción interesante entre las naciones hispano-americanas: el caso nuestro es digno de estudiarse. Por noventa años existió aquí la continuidad en el orden jurídico y una verdadera tradición política, cuyos cambios o mejor dicho evoluciones, se produjeron en forma gradual, pacífica, lógica, y presentan, por tanto, un carácter mucho más europeo que hispano-americano.7El discurso oficial, sin embargo, no necesariamente está vinculado a sectores políticamente conservadores.8 De hecho, a partir de la dictadura fue a menudo enarbolado por sectores de centro y de cierta parte de la izquierda para criticar la suspensión de la tradición constitucional en aquel periodo. "Es interesante analizar las experiencias que nos entrega a este respecto la Historia de Chile.",9 afirmaba en 1977 el entonces expresidente demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva. "La primera lección que se desprende de ese estudio es que las Cartas fundamentales nunca fueron impuestas, sino discutidas y votadas por el pueblo, de acuerdo, naturalmente, a las características de cada época."10 El eco de ese discurso se perpetúa hasta hoy en la retórica política de la centroizquierda. "Durante largos años los chilenos fuimos orgullosos de nuestro marco democrático, muchas veces casi soli-

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tario en la región.",11 afirmó el presidente socialista Ricardo Lagos al promulgar la reforma constitucional de 2005.

En aquella ocasión, Lagos también evidenció cómo el discurso oficial pudo acomodar la suspensión del estado constitucional de derecho entre 1973 y 1990. En palabras de Lagos, el "quiebre" del 11 de septiembre de 1973 "hizo que la República se apartara de su permanente aspiración de creciente democracia y consiguiente ampliación de las...

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