Calvino: la educación política del protestantismo

AutorSheldon S. Wolin
Páginas202-234
202
VI. CALVINO: LA EDUCACIÓN POLÍTICA
DEL PROTESTANTISMO
Si caminas hacia el poniente […] pierdes la dirección
hacia el norte, el oriente y el sur. Si aceptas una concer-
tación, pierdes toda posibilidad de caos.
D. H. LAWRENCE
LA CRISIS DEL ORDEN Y LA CIVILIDAD
El problema político legado por Lutero y alimentado por las sectas radicales de la
Reforma giraba alrededor de una creciente crisis en el concepto de orden y en las
tradiciones occidentales de civilidad. Las críticas al papado de los primeros refor-
mistas en realidad habían consistido en una exigencia de liberación del creyente
individual de un cúmulo de controles institucionales y restricciones tradicionales
que hasta entonces habían gobernado su comportamiento. La Iglesia medieval ha-
bía sido muchas cosas; entre ellas, un sistema de gobierno. Había buscado, no
siempre con éxito, controlar la conducta de sus miembros mediante un código de-
finido de disciplina, forzarlos a la unidad mediante compromisos emocionales y
materiales y dirigir todo el empeño religioso mediante una estructura instituciona-
lizada de poder tan impresionante como jamás se había visto. En esencia, la Igle-
sia había proporcionado un conjunto racionalizado de restricciones ideadas para
moldear el comportamiento humano conforme a cierta imagen. Condenarla como
agente del Anticristo era obrar a favor de la liberación del comportamiento huma-
no del orden que lo había configurado. Esta tendencia liberadora fue alentada por
una de las grandes ideas de los primeros reformistas: la concepción de la Iglesia
como una hermandad unida por los lazos de la fe y fusionada en una búsqueda
común de la salvación. Este énfasis en la comunidad representó una versión poste-
rior del tema ya discutido en relación con el cristianismo primitivo: la superiori-
dad de una forma “social” sobre una forma “política”, de una fusión voluntaria de
los miembros sobre una sociedad sujeta a normas impuestas en forma externa:
Communicare significa tomar parte en esta hermandad o, como decimos, ir al sa-
cramento, porque Cristo y todos los santos son un solo cuerpo espiritual; así como
los habitantes de una ciudad son una sola comunidad y cuerpo, cada ciudadano es
miembro del otro y miembro de toda la ciudad […] En esto somos todos herma-
nos y hermanas, unidos tan apretadamente que no se puede concebir una relación
más estrecha […] ninguna otra hermandad es tan estrecha […]1
1 Works of Martin Luther [Las obras de Martín Lutero], Charles M. Jacobs (comp.), 6 vols., Mu l-
CALVINO: LA EDUCACION POLÍTICA DEL PROTESTANTISMO 203
No obstante, la dificultad era que la idea de la Genossenschaft carecía del
con cepto complementario de la Iglesia como un corpus regens, una sociedad
corporativa unificada por una estructura viable de poder. Se infería que los
hombres podían amoldarse a vivir en una comunidad ordenada sin la aplica-
ción rigurosa y sistemática de la fuerza, que podían ser miembros de un grupo
que era social, pero no político, y que sus “otras” funciones como miembros de
una sociedad po lítica implicaban una actividad en sí misma inferior. Estas ten-
dencias encontrarían su forma más extrema en el movimiento anabaptista, que
se produjo contemporáneamente al luteranismo. La obsesión predominante de
los anabaptistas era preservar la pureza de su Iglesia en medio de un mundo
contaminante. Querían lograr lo separando a su comunidad del mundo y negan-
do
que sus miembros tuvie ran alguna obligación con el orden político. En otras
palabras, la naturaleza “social” de su comunión se mantendría evitando el con-
tacto con el exterior “político”.
A este respecto, la breve y violenta dictadura anabaptista establecida en
Münster tenía afinidad con el punto de vista básico del movimiento, aun cuando
la dictadura contradecía el ideal anabaptista de no violencia.2 Los seguidores
de Thomas Münzer estaban motivados por el mismo odio hacia el mundo, el
mismo impulso antipolítico presente en la versión más pacífica del anabaptis-
mo. En lugar de rechazar el mal y huir del mundo, los adeptos de Münzer reac-
cionaron en una forma muy similar a la de algunos grupos marginales del puri-
tanismo del siglo XVII: lucharon con una “violencia sagrada” para vencer al mundo
corrupto, erradicar sus elementos viciosos y recrearlo conforme a la imagen de
una pura comunión de santos.3 Pacífico o sanguinario, el impulso antipolítico
fue común a esta mentalidad.
henberg Press, Filadelfia, 1915-1932, 2: 10, 29 y 30. En adelante se citará esta edición como Works.
En relación con la concepción de la sociedad que tenía Lutero, véase el trabajo de Charles
Trinkhaus, “The Religious Foundations of Luther’s Social Views” [Fundamentos religiosos de las
perspectivas sociales de Lutero], en Essays in Medieval Life and Thought, J. H. Mundy, R. W. Emery
y B. N. Nelson (comps.), Columbia University Press, Nueva York, 1955, pp. 71-87.
2 Véase la obra de F. H. Littell, The Anabaptist View of the Church [Perspectiva anabaptista de la
Iglesia], 2ª ed., Starr King Press, Boston, 1958, especialmente los capítulos 1 (B), 2 y 3.
3
La frase “sagrada violencia” aparece en los escritos de un autor puritano del siglo XVII, Richard
Sibbes, y es citada por Jerald C. Brauer en “Reflections on the Nature of English Puritanism” [Re-
flexiones sobre la naturaleza del puritanismo inglés], Church History, 22, 1954, pp. 99-108, en es-
pecial la p. 102. Para las características generales del pensamiento anabaptista, véanse los trabajos
de Robert Friedman, “Conception of the Anabaptists” [Concepción de los anabaptistas], Church His-
tory, 9, 1940, pp. 335-340; Harold S. Bender, “The Anabaptist Vision” [La visión anabaptista], Church
History, 13, 1944, pp. 3-24; Roland H. Bainton, The Reformation of the Sixteenth Century [La Refor-
ma del siglo XVI], Beacon Press, Boston, 1952, pp. 95 y ss.; J. S. Whale, The Protestant Tradition [La
tradición protestante], University Press, Nueva York, 1953, pp. 175 y ss. La estrecha relación entre
formas “pacíficas” y “violentas” de anabaptismo es examinada por Lowell H. Zuck en “Anabaptism:
Abortive Counter-Revolt within the Reformation” [El anabaptismo: una contrarrevuelta frustrada
dentro de la Reforma], Church History, 26, 1957, pp. 211-216.
204 PRIMERA PARTE
Lutero, como hemos visto, había llegado a entender que, a causa de la hete-
rogeneidad de sus miembros, la Iglesia visible era una sociedad defectuosa y,
por consiguiente, necesitaba mecanismos disciplinarios. Sin embargo, la para-
doja de este pensamiento era que, por una parte, desconfiaba de las institucio-
nes y personalidades políticas y a menudo las despreciaba, pero, como identifi-
caba a la Iglesia-sociedad con una unión voluntaria gracias al amor, la fe y la
venerada presencia de Cristo, se vio obligado a invitar al sospechoso orden po-
lítico para que controlara a la comunidad santa. La razón de esto residía en su
concepción de la Iglesia como una unidad esencialmente “social”; como era
una hermandad, no podía generar poder, dominación y autoridad. El gobierno
secular era entonces la única, pero indigna, encarnación de una disciplina or-
denadora eficaz; era la principal fuerza cohesiva en la sociedad. A pesar de su
importancia práctica, el ámbito político no era el de la virtud cristiana, sino el
de la coerción y la represión. El gobernante no era tanto el agente para alcanzar
los propósitos comunes de la comunidad como una especie de sumo sacerdote
que presidía los misterios profanos. En síntesis, la hostilidad hacia el orden
político fue también parte de la concepción de Lutero.
El resultado de estas ideas fue poner en riesgo toda una tradición de orden y
civilidad, pues, revestidas con el lenguaje de la religión y dirigidas a una audien-
cia
que tomaba seriamente la religión, no podían dejar de inculcar una serie de
actitudes que tendrían profundas repercusiones en el comportamiento político
y la mentalidad de sus seguidores.
En medio de esta crisis en desarrollo, Calvino propuso un sistema de ideas
que contuviera la fuga de la civilidad. En el aspecto político, intentó restablecer
la reputación del orden político, recordar al hombre protestante el lado político
de su naturaleza e instruirlo en los rudimentos de una educación política. Para
lograr estos propósitos, Calvino tuvo que romper con la enseñanza de Lutero
de que el gobierno era una poderosa máquina de represión y el orden político
resultaba superfluo para el cristiano.4 En el aspecto religioso, la eclesiología de
Calvino fue una exposición sistemática del principio de que una Iglesia-socie-
dad seguiría siendo incompleta e ineficaz si no poseía una estructura institu-
cional que pudiera sistematizar su vida. Una comunidad de creyentes no era
suficiente; se requería el elemento adicional del poder para asegurar la cohe-
rencia y la solidaridad del grupo. Las dificultades encontradas por los lutera-
nos y anabaptistas serían superadas por el remedio esencialmente político de
una sociedad eclesiástica. La Iglesia luterana parecía cada vez más vulnerable a
las
presiones políticas, mientras que las congregaciones anabaptistas aparente-
mente habían huido del mundo sólo para ser aquejadas por desórdenes inter-
nos. En
consecuencia, una Iglesia estaba plagada por la interferencia política;
la otra, por las confusiones de la democracia congregacional. Para hacer frente
4 Works, 5: 81.

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