La cajita

AutorAndrés Henestrosa
Páginas460-461
460
ANDRÉS HEN ESTROS A
La cajita
Ya sé que esto no gusta a los poetas del momento, a la moda, es decir, pasajeros.
Pero creo que una de las formas de la consagración literaria es que nuestros
poemas sean letra en las canciones del pueblo. ¿No es uno de los móviles de la
literatura el afán de inmortalidad y la aspiración de que nuestro nombre quede
para siempre? Pues una de las formas de no morir es que nuestros poemas se
conviertan en propiedad colectiva y anónima y las cante el público sin siquiera
sospechar al autor. Hay melodías y letras de canciones que recorren el mundo
y que se atribuyen muchos pueblos como propiedad nacional. El poeta Luis
Cardoza y Aragón, por ejemplo, cuenta que en una aldea rusa oyó una noche
el vals “Sobre las olas” de Juventino Rosas y como lo elogiara, su interlocutor
le dijo orgullosamente que era uno de los mejores valses de su tierra. ¿Puede
haber gloria más grande para un artista que pueblos extraños reclamen como
suyas sus creaciones?
Los que hemos tenido la dicha de nacer en aldea, conocimos, aun antes
de aprender a leer, muchos poemas que creíamos de nuestra invención, y can-
tamos canciones que jamás hubiéramos sospechado ni al músico ni al poeta
que las compusieron. Todavía hoy, en Juchitán, cuando un deudo busca dar
expresión a sus dolores durante los entierros, pide a los músicos que toque lo
más triste de su repertorio, y entonces ocurre algo que no deja de asombrar,
y es que entonan y cantan el “Nocturno a Rosario” del infortunado Manuel
Acuña; pero es dudoso que alguno de la banda sepa quién fue Manuel Acuña.
¿Hay una forma más firme de consagración que el pueblo entone canciones
con la letra de nuestros poemas aun ignorando nuestro nombre?
Pero yo quería decir otra cosa. Quería contar que en una aldea apartada
del Istmo de Tehuantepec, hace cerca de cincuenta años, oí a un hombre
cantar una canción, muy triste, muy lánguida, muy penetrada de dolor. Pa-
saron muchos años y un día, por tierra de Michoacán la volví a oír, con una
ligera variante en la melodía. La canción se quedó en mí, trabajando. Y otro
día, al abrir el libro de Higinio Vázquez Santa Ana, Cancione s, cantares, corridos
mexicanos descubrí que la letra se atribuye a Luis G. Urbina, parece que con
razón. Escribo de memoria, pero puedo asegurar que esa letra no se encuentra
en los libros del autor del “Madrigal romántico”. ¿No es también una hermosa
forma de gloria que el pueblo atribuya a un poeta poemas que nunca llegó a
escribir?

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR