Bulnes contra Juárez

AutorAndrés Henestrosa
Páginas51-53
AÑO 1951
ALACE NA DE MINUC IAS 51
olvidados, como lo estarían también los escritores que hemos apuntado como
de su familia. Pero como el arte es a un tiempo expresión y contenido, el vaso
y el vino, la llama y la brasa, aunque más el contenido, el vino y la brasa, estos
artistas de expresión torpe, según los puristas, burlan al tiempo y se quedan,
en tanto que los exquisitos desaparecen y se olvidan.
El campo en que Posada alcanzaba su mayor perfección de combatiente
y artista, era el grabado político. Con razón se le ha llamado un guerrillero de
la plástica mexicana, un soldado que disparó los primeros tiros en favor de la
Revolución. Las “calaveras”, que constituyen uno de los capítulos mejor escri-
tos de su obra, eran la muerte anticipada del enemigo. Eran la muerte del ten-
dero, del alcalde, del policía, del juez, y de todos aquellos que medran con la
tremenda realidad que agobia a los pobres. Las “calaveras”, entendidas como
coplas contra los enemigos públicos, se llaman así porque aparecían como ilus-
tración de aquellos grabados con que José Guadalupe Posada representaba la
muerte. Nuestro pueblo, aun ignorando al autor de estos grabados que, para
mayor condición de pueblo, son anónimos, como son anónimos los corridos y
los romances, se recrea ante estos grabados en que la muerte se vuelve tran-
quila, dócil, familiar como la vida.
28 de octubre de 1951
Bulnes contra Juárez
No hay elogio que no se haya tributado a Francisco Bulnes, aunque también
no hay diatriba que no se le haya endilgado. Los historiadores de nuestra lite-
ratura, de alguna manera hay que llamarlos, no han hecho otra cosa que repetir
las alabanzas no sólo porque son incapaces de renovarlas, sino porque, aparte de
carecer del criterio que suelen dar las lecturas personales –que no hacen– esas
alabanzas coinciden y halagan su personal punto de vista. Algo pa recido
ocurre con los dicterios, las diatribas y los denuestos que el famoso polemista
inspiró en sus enemigos psicológicos. La verdad es que los dos partidos pecan
por exageración. Bulnes no era el erudito, el espíritu intachable, la pluma in-
sobornable, la inteligencia soberana que creen sus partidarios; pero tampoco
el falsario, sofista, mendaz, antipatriota que creen los liberales. Más que un
gran escritor es un brillante periodista; más que un erudito era un hombre de

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