Bueno, bueno, probando..., uno, dos...

AutorGerardo Australia
Páginas47-89
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En 1921 el joven Pancho vio cómo le ponían rejas a Chapultepec, un bosque que
visitaba diario: corría sobre Reforma desde Chapultepec hasta la calle de Rosales,
cerca de donde estaba la estatua de El Caballito. Años después Herminio Kenny
Álvarez, El Tío Herminio, “pianista excéntrico”, como se anunciaba, compositor de
canciones picantes e infantiles –imitador autorizado de Agustín Lara–, inmortalizaría el
suceso con su canción Las rejas de Chapultepec:
Las rejas de Chapultepec,
las rejas de Chapultepec,
son buenas son buenas,
nomás para usted…
Están pintadas de rojo. No, no,
están pintadas de azul. No, no,
están pintadas de verde. Sí, sí,
las rejas de Chapultepec.
“Bueno, bueno,
probando…,
uno, dos…”
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1921 fue un año trascendental en la
historia de nuestro país. Aunque Pan-
cho en ese momento no lo sabía, el
hecho cambiaría su vida para siempre:
se dio la primera transmisión de radio,
iniciando así la era de los “relámpagos
hertzianos”, como escribió con fervor
futurista el poeta José Juan Tablada,
descargas “que traspasan redes y vibran
hacia el espacio infinito…”
Héctor de Mauleón, en su crónica de
la ciudad, El derrumbe de los ídolos (Cal
y Arena, 2010) narra:
El 27 de septiembre (1921), mientras la
celebración de centenario avanzaba a
su clímax, el médico militar Enrique Gó-
mez Fernández concluía, en los bajos
del Teatro Ideal (Dolores 6), la instala-
ción de un transmisor de radio marca De
Forest, de 20 watts de potencia. Fanático
de la ciencia, como lo describiría su hija
años más tarde, Gómez Fernández era
un experto en la construcción de apara-
tos eléctricos. Esa noche, un transmisor
recién incautado a un buque estadouni-
dense le daría la oportunidad de probar
lo que, durante años, solo había podido
leer en revistas extranjeras. Ahí, en los
bajos del teatro, el médico improvisó
una extraña cabina de cristal. Dentro de
esta esperaba el tenor José Mojica. Unas
calles más adelante, en el actual Palacio
de Bellas Artes, una planta radiorrecep-
tora, provista de audífonos, aguardaba
el inicio de la primera demostración pú-
blica de radio. A las 8 p.m., José Mojica
se acercó al micrófono y entonó una pie-
za de Paolo Totsi: Vorrei.
A partir de entonces las comunicaciones
no volvieron a ser las mismas.
En la década de los años treinta, la
aportación de Francisco Gabilondo So-
ler, Cri-Cri, a este medio, dejó una hue-
lla imborrable en la conciencia de los
mexicanos, convirtiéndolo en uno de
los grandes responsables de que la ra-
dio uniera a la familia mexicana física y
sentimentalmente.
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FOTO: Everett Collection

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