Breve historia de la criminalística mexicana contemporánea. Siglo XIX a la fecha

AutorLuis Rafael Moreno González
Páginas643-656

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Es injusto hacer tabla rasa de todo el pasado, sin reconocer, por lo tanto, lo que en criminalística aportaron los que nos antecedieron.

LA CRIMINALÍSTICA, es decir, la aplicación de la ciencia y de la técnica en la investigación de los delitos, constituye una herramienta fundamental en el curso del procedimiento penal. Tan cierto es que, como decía el maestro Alfonso Quiroz Cuarón, "sin la ciencia y la técnica no es posible hacer justicia. Generalmente -continúa el distinguido y respetado maestro- donde aparece la ciencia aplicada, la corrupción tiende a desaparecer. Que la corrupción disminuya y resplandezca la justicia basada en las técnicas criminalísticas, en beneficio de México".1Estos deseos expresados en 1977, con motivo de la celebración del segundo año de vida de la Academia Mexicana de Criminalística de la que era socio, desafortunadamente no se han cumplido en su totalidad, ya que continúa la corrupción, la impunidad, así como la carencia de expertos, en el sentido estricto del término, y de suicientes laboratorios de cri-minalística con tecnología de punta.

Sin embargo, esto no quiere decir que en el transcurso de los años no hayan existido y existan criminalistas que han entregado todo de sí en beneficio de lo que la justicia mexicana se merece. De ellos pre-cisamente voy a tratar, en especial de los que dieron vida a la inves-tigación cientíica de los delitos y que dejaron escuela, al igual que de los alumnos y seguidores que nunca olvidaron su ejemplo ni sus lecciones.

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En México a ines del siglo XIX y principios del XX se empiezan a aplicar técnicas criminalísticas en la investigación de los delitos, prin-cipalmente, en la identiicación de los delincuentes, como es el caso de la antropometría y de la dactiloscopía. A partir de este momento, la criminalística siguió un lento ascenso, con periodos de franco es-tancamiento, iniciando su rápido avance en 1971, con la aplicación del método cientíico en el curso de la investigación y del examen analítico-instrumental de los indicios, con técnicas de certeza. O sea, que antes se aplicaban sólo técnicas analíticas químicas de orientación, de probabilidad, algunas de certeza y muy pocas instrumentales.

Demos un claro ejemplo, en 1931, Teodoro González Miranda introdujo en nuestro país la "prueba de la paraina" que en general detecta compuestos nitrados, para determinar si una persona había disparado o no un arma de fuego. Técnica que dejó de aplicarse en la Dirección General de Servicios Periciales de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, aproximadamente en 1975; no obstante, el Primer Seminario sobre Aspectos Cientíicos del Trabajo Policiaco, que celebró la Interpol en 1964, expresó que: "El Seminario no consideró que la tradicional prueba de la paraina tenga algún valor, ni como evidencia para llevarla ante las cortes, ni como segura indica-ción para el oicial de la policía. Por lo tanto, somos de la opinión que esta prueba no debería seguirse usando".2Sin embargo, la recomenda-ción de la Interpol sobre la "prueba de la paraina" se siguió aplicando en México durante 44 años, a pesar de su poca coniabilidad, hasta que en 1975 fue sustituida por la del "rodizonato de sodio" y la de "Harrison Gilroy", cuyos resultados, aunque también de orientación, son más coniables que la "de la paraina".

Aunque el Código de Procedimientos Penales del Distrito Federal y Territorios Federales, expedido el 6 de julio de 1894, establecía que "tan luego como se haya dictado auto de formal prisión preventiva contra alguna persona, se procederá, para asegurar su identidad, a retratarla y a tomar sus medidas antropométricas conforme al pro-cedimiento de Bertillón, cuando quede establecido este servicio".3El cumplimiento de esta disposición legal no fue sino hasta septiembre de 1895, con la inauguración del gabinete antropométrico de la Cár-

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cel de Belem, aunque le faltaba la base principal, es decir, la clasiicación de las ichas signalécticas. Para subsanar las deiciencias de la antropometría, el propio Bertillón propuso el uso complementario de un valioso auxiliar que denominó "retrato hablado". De igual manera, venciendo su resistencia, resolvió agregar las impresiones digitales a su famosa icha antropométrica.

A instancias de don Carlos Rougmanac, en 1908, se aplicó el siste-ma dactiloscópico del argentino Juan Vucetich en la Escuela Correccional para Mujeres Menores establecida en Coyoacán.4

En 1920 se funda -conforme apunta el profesor Ernesto Abreu Gómez- la primera oicina de identiicación dactiloscópica a cargo del profesor Benjamín A. Martínez, en el que fuera cuarto de baño del local que ocupaba la Inspección General de Policía del Distrito Federal, lugar en el que el benemérito profesor Martínez dio comienzo a su meritoria labor, dando muestras de auténtica vocación, al pagar con su exiguo sueldo, el primer millar de ichas.5

Oicina que, en 1926, convirtió en Laboratorio de Investigación Criminal, permaneciendo como su director hasta 1933, debido a ha-bérsele imputado el hecho de haber ofendido, a través de un artículo publicado en un semanario de la capital, al Poder Ejecutivo federal. De inmediato, se hizo cargo del Laboratorio hasta su muerte ocurrida en 1941, el señor Antonio B. Quijano.

Cuenta el profesor Ernesto Abreu Gómez, en su interesante obra La identiicación criminal y cientíica en México (1951),

que el antiguo Gabinete Antropométrico de la Penitenciaría del Distrito Federal se anexó al Laboratorio de Criminalística e Identiicación de la Jefatura de Policía y fue cuando comenzó a formarse un archivo dactilos-cópico doble, por lo que se le denominó Gabinete Dactilo-antropométrico y su principal misión consistía en identiicar a todos los detenidos contra los cuales se dictara auto de formal prisión y después expedir los documentos de identiicación para agregar a su expediente penal, como ordena la ley respectiva.6

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A continuación, me voy a permitir rememorar lo que, en el curso de 55 años (1960-2015), dedicado al cultivo de la criminalística, he vivi-do, haciendo especial mención de quienes considero fueron pilares e hicieron escuela, así como importantes aportaciones al desarrollo de esta disciplina. Me disculpo, de antemano, si he omitido alguno.

Me ocuparé en principio de las contribuciones de los profesores Carlos Roumagnac y Benjamín A. Martínez, que considero fueron en México los dos pilares del inicio de la identiicación criminalística de las personas.

Carlos Roumagnac (1875-1937)

Desde joven se dedicó al periodismo y a la traducción de obras francesas, fue miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y coautor, con Alberto Leduc y Luis Lara Pardo, del Diccionario de geografía, historia y biografía mexicanas, en el que redactó los temas geográicos. Profesor de la Escuela Cientíica de Policía de México, incursionó con éxito en los temas criminológicos y policiacos. Por lo que respecta a su obra Elementos de policía cientíica (1923), fue adoptada como texto en la escuela de la que era profesor.7

Benjamín A. Martínez Solís (¿?-1944)

Se le considera uno de los pilares de la criminalística mexicana, junto con Carlos Roumagnac de quien fue contemporáneo, fundó el Servicio de Identiicación Judicial Militar, el Servicio de Identiicación Dactiloscópica de la Policía de la Ciudad de México (1920), el Laboratorio de Investigación Criminal (1926) y el Servicio de Identiicación del Ejército. Socio de la International Identiication Aso-ciation y de la American Academy of Political and Social Science. Asimismo, presidente honorario de la Asociación Mexicana de Detectives y vice-presidente del Primer Congreso Nacional de Policía, en el cual fue laureado por aclamación como policiólogo. De su producción cientíica tenemos Guía del operador dactiloscopista (1923), Dactiloscopía. Mis lecciones (1930)...

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