Biblioteca 'José María Lafragua'. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

AutorManuel de Santiago Hernández
Páginas135-162
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La historia de la biblioteca “José María Lafragua” se puede remontar a la
obra educativa de la Compañía de Jesús, en la ciudad de Puebla, particu-
larmente al Colegio del Espíritu Santo, que fue la principal institución
de esa orden religiosa en la ciudad.
Podemos afirmar que el proceso histórico que devino finalmente en
la constitución de la Biblioteca “José María Lafragua” se encuentra liga-
do indisolublemente a la persistencia de la función educativa de las
instituciones que, con el correr del tiempo, llegarían a formar la Bene-
mérita Universidad Autónoma de Puebla, y el cual nos deja ver una se-
cuencia ininterrumpida de la formación y desarrollo de las bibliotecas
de los sucesivos establecimientos que iban tratando de adecuarse a las
necesidades del momento.
Aunque sea de manera abreviada y esquemática repasemos ese pro-
ceso. En el año de 1587 don Melchor de Covarrubias, rico comerciante
en “grana” avecindado en Puebla, es aceptado por la Compañía de Jesús
como fundador del Colegio del Espíritu Santo. En un codicilo anexo a
su testamento, hecho en el año 1592, el benefactor insistió en la necesi-
dad de que dicho Colegio adquiriera una “librería de libros” para satis-
facer las necesidades de los estudiantes. En el documento referido se
puede leer la cláusula correspondiente:
Que es su voluntad que el rector que es o fuere del dicho colegio, a costa
de su dotación, se compre una librería de los libros que suelen tener las
librerías principales, y ansí comprada se ponga en el dicho colegio donde
Biblioteca “José María Lafragua”.
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Manuel de Santiago Hernández
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esté para siempre jamá s, sin que ningún rector ni ot ra persona pueda
vender ni sacar del dicho colegio para los estudiantes, lectores y predica-
dores, lo cual sea obligado a cumplir el dicho colegio.1
El acervo bibliográfico que debió ser adquirido mediante la funda-
ción de Covarrubias, sirvió para apoyar el proyecto educativo jesuita.
La versión definitiva de la Ratio atque Instituto Estudiorum, el código
educativo de la compañía de Jesús, se publicó en 1599 y contiene, en
la parte correspondiente a las normas administrativas, la indicación
expresa para que el provincial asumiera la obligación de “[...] cuidar de
que se asignara una cantidad para el mantenimiento y el incremento
de la biblioteca en cada colegio”.
Los recursos para la adquisición de libros provenían de las rentas
que recibía anualmente la Provincia y en el caso de que éstas no fueran
suficientes se tomaría de los bienes del propio colegio y, además, que-
daba estrictamente prohibido que “[...] por razón alguna se cambiara el
destino de estos fondos: con ellos el Provincial compraba en Europa,
mediante el Procurador de la Provincia, los libros que consideraban
necesarios para aumentar las colecciones [...]”2
Por desgracia no contamos con documentos que nos permitan re-
crear íntegramente el proceso por el cual se fueron formando las bi-
bliotecas jesuíticas. Podemos suponer que lo hicieron por la compra de
libros y por donaciones. Un indicio de lo anterior nos lo proporcionan
dos folios sueltos, manuscritos, que se encuentran en el fondo reserva-
do de la Biblioteca Lafragua; dichos libros [folios] dan cuenta de la
distribución de los libros que donó al morir Francisco de Andrade al
colegio de San Ignacio de Puebla. El documento es testimonio del pro-
vincial A ntonio Xardón sobre las diligencias que Joseph de A rriola
hizo para identificar los libros, presumiblemente confundidos en el
acervo general.
1“Testimonio de la escritura en que se constituyó fundador del Colegio del Espíritu Santo el
Sr. Covarrubias, su testamento y un codicilo otorgados en el año de 1592 como dentro se expresa”
(1673). Fondo Reservado Biblioteca JMLF/BUAP. [Transcripción paleográfica del maestro Enrique
Aguirre Carrasco, publicada post mortem 2002.]
2 Ignacio Osorio Romero, Historia de las bibliotec as novohispanas, México, SEP/Direc ción
General de Bibliotecas, 1987, p. 65.

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