Bibliografía Mexicana del Siglo xvi

AutorAndrés Henestrosa
Páginas257-258
bermeja o dorada. Con mi madre y mis hermanas éramos cinco para atestiguar
el prodigio. Al principio creímos que se trataba de manchas producidas por el
deslumbramiento de ver el sol. Nos restregábamos los ojos, nos consultábamos
y volvíamos a mirar. No cabía duda: los discos giraban, se hacían esferas de luz;
se levantaban de la llanura y subían, se acercaban casi hasta el barandal en que
nos apoyábamos. Como trompo que zumbara en el aire, las esferas luminosas
rasgaban el tenue vapor ambiente. Hubiéramos dicho que la niebla misma se
cristalizaba, se acrisolaba para engendrar forma, movimiento y color. Asistíamos
al nacimiento de seres de luz. Conmovidos comentábamos, emitíamos gritos de
asombro, gozábamos como quien asiste a una revelación.
“En tantos años de lecturas diversas no he topado con una explicación del
caso, ni siquiera con un relato semejante y todavía no sé si vimos algo que nace
del concierto de las fuerzas físicas o padecimos una alucinación colectiva de
las que estudian los psicólogos.
¿No es ésta, lector, la descripción de los actuales discos voladores?
21 de noviembre de 1954
Bibliografía Mexicana del Siglo XVI
Ahora que el Fondo de Cultura Económica acaba de editar el famoso libro de
Joaquín García Icazbalceta Bibliografía Mexicana del Si glo XVI, desde su tiempo
ejemplar por el amor que le dio origen y por sus excelencias de trabajo pa-
ciente y de investigación depurada, está bien dedicarle unas líneas a la señora
Catarina A. Janvier, norteamericana, que en enero de 1889, publicó en Nueva
York un Índice que, incompleto y todo, facilitó a los investigadores de otro
tiempo el tránsito por ese monte de fechas y fichas, de noticias de toda índole
en materia de cultura mexicana que es la Bibliografía. Como para no contra-
decir a don Joaquín y mantenerse acorde con la edición limitada de su obra,
la edición del Índice fue de 25 ejemplares, de los cuales sólo llegaron a México
unos cuantos, quizá cinco, quizá seis.
Pendientes de esta circunstancia –la de su escasez– los señores Porrúa
Hermanos y Compañía decidieron en el año de 1938 imprimir una edición
española, encargándola a Manuel Toussaint y a Justino Fernández, quienes
la llevaron a cabo, gracias al ejemplar perteneciente a Federico G ómez de
AÑO 1954
ALACE NA DE MINUCI AS 257

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