Bibliografía de Carlos María de Bustamante

AutorAndrés Henestrosa
Páginas452-453
452
ANDRÉS HEN ESTROS A
Bibliografía de Carlos María de Bustamante
Pese a lo abundante de la bibliografía de don Carlos María de Bustamante,
se puede decir que aún no se integra totalmente. En efecto, cuando menos se
espera nos da mos de manos a boca con una nueva pieza suya; ya or iginal,
ya traducida, ya solamente editada por él. Porque el lector no debe olvidar
que en esos tres campos ayudó Bustamante a la literatura de su tiempo. Y en
todos dejó las huellas inconfundibles de su espíritu. Debo recordar también
que, a pesar del siglo y medio que ha transcurrido, todavía no se le perdona,
no los a ltibajos de su tarea literar ia, sino su condición de insurgente y ene-
miga de to do rég imen despótico, en primer lugar el que E spaña implantó
en México. Es verdad que como literato, historiador, editor, su obra reg is-
tra numerosos defectos. Es verdad, pero en todos hay siempre atenuantes.
Como literato hay que recordar los tiempos difíciles en que viv ió y escribió
sus libros: época de acción, de peligros, de trastornos nacionales sin cuento,
que fatalmente repercutieron en su alma y en su acción. Sin embargo, hay en
todo ello algo que no han podido negar ni sus propios enemigos: su amor a la
patria, a la causa de la independencia, que era la de su conciencia; su muerte
misma la precipitó la tristeza de ver flotar en el Palacio Nacional la bande -
ra norteamericana. No será un dechado de estilo el suyo, pero el discurso
que pronunció Morelos en Chilpancingo es hijo de su pluma y c ontiene un
tesoro de saber y anhelos que ningún mexicano debe olvidar. Como historia-
dor es desbaratado, incongruente, a ratos ingenuo, con frecuencia crédulo,
cien veces contradictorio, dicen sus enemigos, L ucas Ala mán a la cabeza. Y
en esto también son injustos, porque no sólo olvidan las circunstancias en
que escr ibió, sino también que Bustamante dijo en muchas ocasiones que
él no era un historiador, ni sus libros historia, sino un diarista, un analista y
unos apuntes para que una pluma mejor cortada que la suya escr ibiera una
verdadera historia. Por lo que toca a editor, hay más cosas que aplaudir que
censurar. Es verdad que retocaba los textos ajenos y los llenaba de notas in-
oportunas, según algunos. Es verdad. Pero sin su generosidad de poner sus
pobrezas, que no sus riquezas, al servicio de la bibliograf ía y de la cultura
mexicana, mucho de los papeles que editó, salvando de seguro olvido, han
sido útiles después para que los sabios y discretos escriban h istorias verda-
deras de México. En este capítulo está al lado de Joaquín García Icazbalceta
comparación que necesaria mente es odiosa para los devotos de don Joaquín

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