De las autonomías a la pluralidad de las repúblicas: ¿destino ineluctable?

AutorGermán A. de la Reza
Páginas9-34

Germán A. de la Reza. Profesor-investigador, UAM-Azcapotzalco, e investigador externo del Centro de Estudios Europeos, UNAM. Correo electrónico: delareza@correo.azc.uam.mx. El autor agradece las observaciones y recomendaciones de dos dictaminadores anónimos.

Page 10

Introducción

Al revés de la América sajona, cuyas Trece colonias primero se confederaron y luego se fusionaron dentro de un régimen federal, o del caso más cercano del Brasil, que por unos años encabezó al imperio portugués y logró controlar un intento de escisión en 1826, la Independencia de la América española condujo a su fraccionamiento en una pluralidad de repúblicas. Entre 1809 y 1823, cuatro virreinatos, dos de ellos creados en el siglo XVIII, se transformaron en seis países: el Imperio Mexicano, Colombia, Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile, Paraguay y Perú. Ese último año Centroamérica se separó de México y en 1838 fue sustituido por cinco pequeñas entidades, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Al sur, la guerra entre el Brasil y Buenos Aires se saldó con la creación del Uruguay, la tercera y última escisión del antiguo Virreinato de la Plata después del Paraguay y el Alto Perú (Bolivia). En 1830, Colombia, la potencia emergente, sucumbió a sus contradicciones dividiéndose en tres países: Ecuador, Nueva Granada –incorporando a Panamá hasta 1903– y Venezuela, esta última progresivamente mermada por la expansión británica en la Guyana. Entre la proclamación de la Junta de Charcas en 1809 y la disolución de la Federación del Centro, la parte continental de Hispanoamérica había estallado en quince repúblicas.1

¿Determinismo autonómico o proceso que modeló las fronteras republicanas en función de medios y objetivos variables? En el presente artículo se analizan las causas por las cuales las autonomías más acotadas prevalecieron en la definición de las nuevas soberanías. En su conjunto, se busca sustanciar la hipótesis del carácter sistémico y multifinal de la desintegración hispanoamericana.2 Con ese propósito se examinan ocho aspectos de la transición de la colonia a laPage 11 república: autonomías administrativas, arraigo municipal, discontinuidad en las formas de trabajo, fracturas comerciales, crisis económica en la Independencia, fronteras aduanales, acuerdos comerciales externos, e incomunicación de las nuevas repúblicas. Su compleja y dilatada evolución no puede ser tratada en el espacio de un artículo sin incurrir en riesgos de generalización e insuficiencia. Sin embargo, la problemática del fraccionamiento tampoco podría abordarse sin considerar la interrelación de distintas causas y niveles de causación. Para acotar el análisis, no se atienden las causas de la Independencia ni el problema de la formación de las naciones, sobreentendiendo que éstas son posteriores al periodo estudiado.3 Tampoco se estudian los aspectos integrales del fraccionamiento, sino aquellos relevantes para el objetivo del presente trabajo.

Estado económico

Según Alexander von Humboldt, la población de América en 1825 (incluyendo a Canadá, Estados Unidos y Brasil) era de 34 millones 284 mil habitantes.4 Lockhart y S.B. Schwartz calculan que de ese contingente le correspondían a Hispanoamérica 12 millones 557 mil habitantes.5 E.B. Burns arriba a un resultado similar, 12 millones 250 mil distribuidos en doce países, lista de la cual excluye a Ecuador, Paraguay y Uruguay.6 J.F. Rippy, en cambio, eleva la cifra a 16 millones 790 mil habitantes, aceptada por algunos historiadores.7Page 12 Las discrepancias, notables en el caso de los grandes agregados, no lo eran menos cuando se trataba de las repúblicas. De acuerdo con Rippy, en 1823 Colombia tenía 2 millones 790 mil habitantes (sin Ecuador); Burns estima esa población en 2 millones 9 mil (1825), mientras que el censo oficial de 1827, realizado en 37 provincias, la amplía a 2 millones 379 mil 888 habitantes.8 Esas variaciones, importantes para una serie de mediciones subsecuentes, eran inevitables. Según explicaba el propio Simón Bolívar:

[...] mil circunstancias hacen fallidos [los censos], sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres y muchas veces errantes, siendo labradores, pastores, nómadas, perdidos en medio de los espesos e inmensos bosques, llanuras solitarias y aisladas entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas?9

Uno de los cálculos afectados por esas variaciones era el bienestar hispanoamericano en vísperas de la Independencia. Según P. Bairoch y M. Lévy-Leboyer, el producto por habitante de Hispanoamérica y el Brasil en 1800 era de 245 dólares (a precios de 1960), monto ligeramente superior al producto estadounidense, 239 dólares.10 Es probable que la estimación subestime la población iberoamericana y, en consecuencia, infle las cifras de su bienestar.11 Con todo, el dato es significativo por cuanto erradica la conjetura de una primitiva debilidad económica frente a Estados Unidos. Las mediciones de la desigualdad en la distribución de la riqueza, otro dato inseguro, arrojan resultados que pueden considerarse convergentes. De acuerdo con L.L. Johnson, la brecha entre ricos y pobres en Buenos Aires disminuyó en el periodo 1800-1830 como producto de la desaparición de las fortunas ligadas al régimen colonial y creció durante el rosismo a la par que se expandía la producción ganadera. Para este autor, la diferencia entre elPage 13 menor y mayor ingreso era parecida a la registrada en Estados Unidos.12 Con base en el coeficiente Gini, J. Gelman confirma la idea de que las disparidades económicas de Buenos Aires eran similares a las estadounidenses, además de las británicas.13

Sistemas laborales

La situación del ingreso dice muy poco sobre las relaciones económicas que se encargaron de fracturar regiones y países del continente. Un mejor acercamiento lo proporciona el entramado de formas de trabajo de la Colonia.14 La primera de estas formas, denominada encomienda o concesión real, fue organizada al amparo de las Leyes de Burgos de 1512-1513 y reformada por las Nuevas Leyes de 1542. Consistía en una comunidad de indígenas entregada a los españoles como recompensa por los servicios prestados al rey. A cambio de una cantidad anual en metales preciosos o especies, el encomendero tenía el encargo de proteger y adoctrinar a los indígenas. Considerada como la “primera clave de la sociedad indiana”,15 la encomienda derivó en una excesiva presión laboral y, junto con la mala alimentación y las epidemias, provocó la destrucción de una parte de la población nativa. A finales del siglo XVII entró en crisis y fue abolida en 1791.16

De conformidad con lo dispuesto en reales cédulas del 21 de abril de 1574 y del 24 de noviembre de 1601, el repartimiento, otro importante sistemaPage 14 laboral, tuvo como propósito aprovechar las concentraciones indígenas para el trabajo rotativo y obligatorio a favor de los hacendados y de las ciudades (servicios ordinarios y extraordinarios). Para su reclutamiento, los conquistadores se sirvieron del coatequitl en México y la mita en el Perú, regímenes ancestrales de producción colectiva.17 En varias zonas de Hispanoamérica representó la institución económica más importante hasta finales del siglo XVII y en algunos casos (Potosí y Huancavelica, entre otros) sobrevivió a la Independencia. Legalmente suprimida por las Cortes de Cádiz, fue restablecida por la monarquía absoluta y luego derogada en la Independencia. Su presencia en América fue desigual, extensa y desarticulada. Su dinámica coercitiva “repartía, desmenuzaba y desmembraba las poblaciones indígenas”,18 con excepción del repartimiento de mercancías y dinero, el cual vinculaba la producción indígena a distintos mercados regionales.19

Un sistema con el cual se confundía el anterior fue la reducción. En su primera etapa, las Leyes de Burgos ordenaron el traslado de los indígenas cerca de los poblados españoles para facilitar su adoctrinamiento. Más tarde, empero, los abusos de estos últimos y las necesidades de empadronamiento llevaron a la Corona a promover las concentraciones indias. Su forma varió según las regiones en las que se instituyó, siendo las reducciones jesuitas del Paraguay las que alcanzaron mayor desarrollo y relevancia.20 El peonaje, por su parte, consistió en servicios gratuitos prestados por los nativos en las haciendas mediante el régimen de endeudamiento. Tuvo mayor presencia en las regiones no mineras del Perú, México y Bolivia, y también sobrevivióPage 15 a la Independencia en la zona andina y en Centroamérica. Su amplia presencia en México estuvo asociada a las actividades agrícolas rurales hasta su final abolición en 1917.21 En Nicaragua contribuyó al desarrollo de la industria cafetera también hasta el siglo XX.22 Su dualidad como trabajo libre y compulsivo le permitió sobrevivir a diversas prohibiciones al tiempo que sometió poblados enteros al arbitrio de los hacendados.

El trabajo libre, significativo al final del periodo colonial, despuntó en zonas correspondientes a las futuras repúblicas de Argentina, Uruguay, Chile y Costa Rica, involucrando casi en exclusividad a la capa de criollos empobrecidos. Su desarrollo acompañó el desenvolvimiento de centros portuarios ligados a la metrópoli y fue más exitoso en la captación de migrantes europeos. Esto acentuó su cada vez más diferenciada identidad respecto de los países vecinos. La esclavitud, finalmente, implantada en las costas de Venezuela, Nueva Granada y el Perú, en las islas de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, extremó las fracturas sociales y las...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR