El Artículo Tercero, otra vez un aluvión

AutorAbel Camacho Guerrero
Páginas83-102

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La tarde va cayendo con su repetida melancolía. Es el sábado 16 de diciembre. En el teatro "Iturbide", el mismo escenario donde transcurrió el proceso que la República siguió a Fernando Maximiliano de Austria, Miguel Miramón y Tomás Mejía, los CC. Diputados Constituyentes asisten a una sesión más de las que enmarcaron el destino de nuestras instituciones. El pueblo, clases media y pobre, abarrotan las galerías cual testigo inquieto de los debates en que se enfrentan aquellos heterogéneos ciudadanos representantes populares.

La Comisión de Reformas a la Constitución ha seguido trabajando devotamente en el cumplimiento de su cometido. Sus miembros, cinco revolucionarios, son un haz de ideas y sentimientos que de noche estudian sus proyectos y de día definen la expresión de sus ideas.

Se hizo costumbre de los señores diputados en los días que transcurrieron su vida en la ciudad de Querétaro, de formar grupos que fuera de las sesiones formales se ocupaban en estudiar y discutir los artículos que al día siguiente se tratarían en el seno del Congreso.

Don Luis Manuel Rojas, revolucionario moderado, ligado a don Venustiano Carranza bajo el noble principio de que debería secundarlo, abandona otra vez interinamente la presidencia del Congreso al vicepresidente, general Cándido Aguilar, en virtud de que se pondrá a discusión de nuevo el proyecto del artículo 3o. que se ha vuelto un conflicto.

Don Luis Manuel Rojas, consciente de la trascendencia que tiene para la patria y para el prestigio del gobierno del Primer Jefe la materia de que se ocupará otra vez la asamblea, en aquella melancólica, por fría, tarde decembrina, ha decidido intervenir en la discusión.

El señor diputado que funge como secretario, con voz solemne, o que pretendió serlo, da lectura al dictamen modificado ligeramente por la que no tenemos inconveniente en llamar diabólica comisión, dictamen que es el mismo que fue presentado originalmente con una pequeña modificación.

Artículo 3o.- La enseñanza es libre; pero seré laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria, elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares.

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Ninguna corporación religiosa ni ministro de ningún culto podrán establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria.

Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia oficial.

En los establecimientos oficiales se impartirá gratuitamente la enseñanza primaria.

El diputado Luis Manuel Rojas habla y propone que se posponga el debate del proyecto del artículo 3o., a fin de que la Asamblea tenga tiempo de estudiarlo. Palavicini objeta la demora que propone el C. Rojas y en desplante de oratoria desesperada grita: "La tesis que sostiene el señor diputado Rojas es exacta; desde el momento en que se trata de un nuevo dictamen, tiene que sujetarse a los trámites adoptados para los artículos que se objetan; pero no encuentro ninguna razón política, ni social, ni de oportunidad, para demorar la discusión del dictamen".

El ambiente se caldea, la sesión se va convirtiendo en horno. Quienes hablaron en los días anteriores contra el proyecto de la comisión, insistieron en que éste trataba irreverentemente a don Venustiano Carranza, al decir escuetamente que no se aprobaba su proyecto del Artículo 3o., mas he aquí que la comisión modificó el suyo, eliminando en el nuevo tan áspera expresión pero conservando ideológica y políticamente el corazón del mismo, cosa que exaspera al señor Palavicini, quien estalla en ruidosa exclamación:

"Yo estimo mucho la opinión del licenciado Luis Manuel Rojas, pero voy a decir ahora en esta tribuna, a este respecto, todo lo que es preciso decir en cuanto a este asunto grave y trascendental que se está ventilando.

Yo no tengo ningún temor en que ese dictamen se discuta desde luego en el Congreso; yo no tengo miedo que desde luego se proceda a la votación; yo hice un pacto público aquí con la Comisión y no tengo temor para ir a la tribuna a hacer pública esta traición hecha por la Comisión al pacto público que hicimos aquí antes de ayer en la Asamblea". ¿Sinceridad? ¿Astucia aplicada a un desplante? ¿Otra vez habilidad política del señor Palavicini empeñado en desesperado esfuerzo porque no se aprobará el artículo 3o. como lo pretendía e insistía la comisión integrada por cinco revolucionarios radicales? El hecho es que la irrupción fogosa de Palavicini provocó que se produjera la siguiente escena:

El C. Calderón: "No es traición, somos honrados".

El C. Palavicini: "Me refiero a los de la comisión".

El C. Martínez de Escobar: "¡Fuera los reaccionarios de esta Cámara!...

Un secretario: "La presidencia pregunta a la asamblea si se toma en consideración la moción hecha por el C. diputado Rojas. Las personas que estén por la afirmativa que se sirvan poner de pie". (Una voz: "¿Afirmativa de qué?)" Afirmativa de que se aplace la discusión del dictamen. Desechada la moción de orden, subsiste el trámite. - Las personas que deseen hacer uso de la palabra pueden pasar a inscribirse en pro o en contra".

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El C. presidente: "Señores diputados: el artículo que se va a discutir, seguramente que es de los de más trascendencia de los que encontraremos dentro del proyecto de Constitución, y yo exhorto al patriotismo y al buen juicio de todos ustedes para que, al venir a la tribuna, lo hagan con toda serenidad y tomen en consideración la aflictiva situación porque atraviesa nuestra patria".

Un C. secretario: El artículo 106 del reglamento dice: ‘Siempre que al principio de la discusión lo pida algún individuo de la Cámara, la comisión dictaminadora deberá explicar los fundamentos de su dictamen y aun leer constancias del expediente si fuese necesario; acto continuo seguirá el debate’.

En tal virtud, tiene la palabra la comisión".

Francisco J. Múgica no ha tragado el anzuelo y decimos esto porque con extraño autodominio, al que no tiene acostumbrada a la Asamblea, justifica la actitud de la comisión que preside, en los siguientes términos:

"Señores diputados: la comisión cumple con informar a ustedes sobre las razones que ha tenido para presentar el dictamen en la forma en que lo ha hecho. La comisión tiene el deber de manifestarse serena, aunque no tenga una epidermis curtida para aguantar los banderillazos destemplados que se le dirijan, y por eso, al tomar la palabra para informar a ustedes sobre las razones que tuvo en cuenta para presentar, en esta forma el dictamen, no quiero tocar los destemplados gritos del señor Palavicini, sino que me reservo para cuando sea más oportuno contestar. En la sesión de antes de ayer, el sentido de la discusión fue éste: que el proyecto que toda la Cámara estaba conforme en aceptar, era el que contuviera los principios fundamentales del dictamen, es decir, en aceptar la enseñanza laica, tanto en las escuelas particulares como en las oficiales de instrucción primaria elemental y secundaria, con las restricciones que la comisión estableció; que no es más que el precepto que define la verdadera libertad de enseñanza, y la cual debería acomodarse en el artículo 27 o en otro lugar de la Constitución, donde cupiera. Que la comisión retiraría el concepto de que ninguna persona perteneciente a ninguna asociación religiosa pudiese impartir la enseñanza en alguna escuela; bajo estos puntos, bajo estas reglas, la comisión empezó a trabajar con todo empeño y con toda honradez; ha escuchado las razones aducidas por el señor Palavicini, ha escuchado todas sus argumentaciones, y antes de manifestar al señor Palavicini en qué sentido se ha formulado el dictamen, consultó a otro grupo de la Cámara, en cuya asamblea privada estuvieron personas aun de las que no estaban conformes en aprobar el dictamen. Del debate que se iniciara anoche en el salón de la escuela de Bellas Artes, se dijo que esas llamadas restricciones no cabían absolutamente en ningún artículo de la Constitución, porque si la razón que se ha aducido era precisamente seguir la ideología que debe tener la Constitución, es en el artículo 3o. donde con todo fundamento lógico debería tener cabida la restricción. Ese es todo el motivo y todas las razones que la comisión ha tenido para volver a presentar el dictamen en la forma como la ha hecho.

Con respecto a las ideas, cuando éstas fueron impugnadas, o con respecto al medio, cuando también lo sea, tendrá la comisión el derecho de sostener el dictamen".

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En verdad, hoy hemos olvidado el coraje, levemente desfigurado con intentos de caballerosa amistad, que animó a reaccionarios y "jacobinos" en los debates que sostuvieron frente a frente en su empeño de hacer triunfar cada uno de ellos sus ideas, sus principios, sus convicciones.

Apenas terminó el general Múgica de hacer su aclaración transcrita, el vicepresidente, en funciones de presidente, concedió la palabra al C. Luis Manuel Rojas quien pronunció otro extenso discurso del que extractamos como sobresaliente lo que sigue:

"Cuando se hizo la Constitución de 57, siguió la guerra de tres años porque esa Constitución no satisfizo a los liberales, no satisfizo a los conservadores. Todo el mundo se pronunció contra ella y siguió el conflicto de la guerra en el país. La nueva Constitución no satisfizo a nadie, ni a Comonfort ni a nadie. Eso es precisamente lo que se trata de evitar en esta ocasión".

"Había dicho también a un grupo de diputados que se había venido reuniendo en la Academia de Bellas Artes, este concepto, y les dije sinceramente: señores, si nosotros hemos venido a llenar una mera fórmula, a bajar siempre la cabeza y a aprobar el proyecto, yo no hubiera aceptado venir a este congreso, porque ese proceder sería indigno e indecoroso de los diputados, del Primer Jefe y de la república entera. Estoy interesado, como los demás, en que esa Constitución sea mejorada por la obra colectiva de vosotros. Lo único que reclamé en el fondo la vez anterior, era la forma en que se presentó el proyecto...

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