La concepcion aristótelica del silogismo practico. En defensa de una interpretacion restrictiva.

AutorVigo, Alejandro G.
  1. Introducción

    La discusión sobre la concepción aristotélica del así llamado "silogismo práctico" se ha hecho, en tiempos recientes, cada vez más profusa. A pesar de ello --y en este caso puede decirse que, en alguna medida, también por ello--, imperan ampliamente no sólo el desacuerdo, sino también la confusión acerca de su preciso significado y alcance. Tal confusión se debe, en buena parte, al uso extendido de la expresión "silogismo práctico" en muchos sentidos diferentes que, con frecuencia, poco y nada tienen que ver con el sentido preciso que, en mi opinión, debe verse como el genuinamente aristotélico. Como se sabe, Aristóteles mismo no usa en ningún lugar la expresión [TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]. Con frecuencia, como lugar de origen de su empleo se cita el pasaje de EN VI 13, 1144a31-33, donde las palabras [TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII], tomadas conjuntamente, significarían algo así como "los silogismos concernientes a lo que resulta practicable" o "susceptible de ser realizado". Sin embargo, no queda completamente claro si el texto debe construirse sintácticamente de ese modo. (1) Por otra parte, aunque tal lectura fuera correcta, no sería, en modo alguno, obvio que lo que Aristóteles pretende describir en dicho pasaje corresponda efectivamente a lo que aquí designaré como "silogismo práctico", en el sentido preciso del término que considero el propiamente aristotélico. En efecto, como intentaré mostrar más adelante, resulta mucho más plausible tomar el pasaje de EN VI 13 como una referencia a lo que denominaré el "silogismo deliberativo". Se trata, en este último caso, de una estructura inferencial que debe ser distinguida nítidamente del silogismo práctico mismo, ya que la omisión de tal distinción constituye, precisamente, una de las principales causas de la confusión que he mencionado al comienzo. Desde luego, se puede usar legítimamente la expresión "silogismo práctico" en diversos sentidos, de modo que nadie está obligado a emplearla exclusivamente en el sentido que intentaré fijar aquí. Sin embargo, la cuestión a discutir no se refiere meramente al uso de las expresiones; lo que importa es, más bien, no incurrir en confusiones con respecto a los diferentes tipos de fenómenos y estructuras que Aristóteles intenta identificar y describir en diferentes contextos de análisis. Y, como es obvio, un uso cuidadoso de las expresiones puede ser de gran ayuda justamente a la hora de prevenir confusiones.

    En lo que sigue voy a proponer una interpretación restrictiva de la concepción aristotélica del silogismo práctico, como una concepción que apunta a proveer una explicación de la producción del movimiento animal voluntario y la acción humana, identificando los factores que dan cuenta de modo inmediato de su origen. En la reconstrucción de la concepción aristotélica que ofreceré asumo como punto de partida que Aristóteles defiende una determinada variante de la explicación de la producción del movimiento voluntario y la acción basada en el esquema "deseo + creencia", una variante que difiere fuertemente de las versiones más crudamente emotivistas, situadas en la línea de Hume. Adopto así una posición que no puede ser vista, en modo alguno, como original. Intérpretes como Georg Henrik von Wright, Donald Davidson, Martha C. Nussbaum y David Charles, por citar tan sólo aquellos que han influido de modo más decisivo en la elaboración de mi propia posición, han ofrecido interpretaciones similares de la concepción aristotélica.2 Mi intención es, pues, ofrecer un nuevo conjunto de razones sistemáticas en apoyo de esta línea de interpretación compartida que, en sus rasgos más generales, ha sido ya ampliamente elaborada por diversos estudiosos. En particular, deseo introducir aquí un conjunto de precisiones adicionales encaminadas a mostrar por qué el silogismo práctico aristotélico no debe ser confundido con otras estructuras inferenciales o formas de razonamiento, tales como el "silogismo deliberativo" y el "silogismo deóntico", que también pueden ser denominadas "prácticas", pero no en el mismo sentido del término. (3) Para ello, construiré sobre la base de los resultados alcanzados en otros trabajos ya publicados, que la presente discusión pretende complementar en algunos aspectos de detalle. (4)

  2. El lugar sistemático del silogismo práctico

    Comienzo con algunas observaciones concernientes al lugar sistemático que debe asignarse al silogismo práctico dentro del conjunto de la concepción aristotélica.

    Como es bien sabido, Aristóteles elabora su explicación de la estructura del silogismo práctico en el contexto de la discusión del movimiento animal, más precisamente, en el capítulo 7 de MA, y no en escritos éticos como EN, donde Aristóteles ciertamente se vale del silogismo práctico como un instrumento explicativo que tiene ya a disposición, pero no tematiza de modo específico su estructura. El contexto en el cual tiene lugar tal explicación es, pues, un contexto de carácter descriptivo, que concierne específicamente a la psicología del movimiento voluntario y la teoría de la acción, y no un contexto normativo correspondiente a la teoría ética. Más aún: el simple hecho de que en el contexto de EN los ejemplos más importantes del recurso al silogismo práctico como instrumento explicativo se encuentren en la discusión de la acción incontinente desarrollada en el libro VII (cfr. esp. VII 4, 1146b35-1147a10 y 1147a29-35) muestra ya claramente que el objetivo de la teoría del silogismo práctico no consiste en dar cuenta de la cualidad moral de las acciones, sino tan sólo del modo en el que éstas son producidas.

    Como se dijo ya, Aristóteles mismo no emplea la expresión "silogismo práctico", y el intento de retrotraer el origen de su posterior empleo generalizado a un texto como EN VI 13, 1144a31-33 tropieza con algunas dificultades gramaticales. Pero, aun cuando la lectura del texto que presupone esa interpretación fuera gramaticalmente indudable, hay razones sistemáticas de fondo que hacen desaconsejable el intento de señalarlo como el punto de partida para el empleo generalizado que la expresión llegó a tener posteriormente. En efecto, lo que se discute en dicho pasaje son las condiciones disposicionales específicas que dan cuenta de la capacidad propia del hombre virtuoso para captar o reconocer el verdadero bien en cada situación de acción: es la "virtud ética" ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) la que hace recta ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) la decisión deliberada y noble ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) el objetivo ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) al que se apunta en cada caso. Por lo tanto, la mera "habilidad" ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) para averiguar los medios que conducen en cada caso al fin --que, considerada por sí misma, es una capacidad privada de cualidad moral-- sólo adquiere el carácter constitutivo de la virtud intelectual de la "prudencia" o "sabiduría práctica" ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) allí don de opera con vistas a los fines que son propios de la virtud ética (cfr. 1144a23-28). Dicho de otro modo: la mera habilidad no se identifica con la prudencia, que es una peculiar disposición habitual ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) del "ojo del alma" ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]), que no se da sin la virtud ética ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) (cfr. 1144a28-30). En inmediata conexión con lo anterior, Aristóteles remite a la estructura de los razonamientos que contienen el principio de lo que es realizable ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]), y enfatiza el papel decisivo que cumple en dichos razonamientos la representación de aquello que ocupa el lugar del fin ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]), que es considerado, a la vez, como lo mejor ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) (cfr. 1144a31-33), en el preciso sentido de la ya señalada dependencia que la prudencia mantiene respecto de la virtud ética: es la referencia a fines virtuosos lo que convierte en virtuosos los procesos deliberativos encaminados a la averiguación de los medios para la realización de tales fines. Pero la verdadera cualidad moral del fin, vale decir, si se trata de un genuino bien o de un bien meramente aparente, sólo se le manifiesta ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]), en cada caso, a aquel que es él mismo bueno ([TEXTO IRREPRODUCIBLE EN ASCII]) (cfr. 1144a34).

    Como se puede ver, la referencia a los razonamientos prácticos contenida en el pasaje no pretende dar cuenta, en términos generales, del modo en el que tiene lugar la producción de la acción, cualquiera fuera su cualidad moral, sino que apunta a ilustrar en concreto la tesis referida a la dependencia de la cualidad moral de los procesos deliberativos respecto de la cualidad moral de los fines a los que quedan referidos. En suma, se trata, en el pasaje comentado, de un aspecto específico vinculado con la tesis de la dependencia estructural de la prudencia respecto de la virtud ética, que es el tema principal de la discusión desarrollada en EN VI 13. En oposición a lo que se sugiere con mucha frecuencia, el pasaje de 1144a31-33 no puede verse, por tanto, como uno de los textos centrales a la hora de ilustrar la concepción aristotélica del silogismo práctico, ya que si bien tematiza condiciones vinculadas con cierto tipo de razonamiento práctico, éste corresponde a lo que denomino el silogismo deliberativo, y no propiamente al silogismo práctico. En efecto, el foco del interés está puesto aquí en los procesos de deliberación, encaminados, como tales, a la averiguación de los medios conducentes a fines dados, y ello desde la perspectiva particular que apunta al origen de su cualidad moral. En cambio, la cuestión relativa al modo en el que tiene lugar la producción de la acción, en general, vale decir, con independencia de su cualidad moral, no desempeña ningún papel relevante en el pasaje. (5)

    Una posibilidad diferente de explicar el empleo generalizado de la expresión "silogismo práctico", aplicada tanto al movimiento animal voluntario como...

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