He aquí que todo se hizo de nuevo

AutorPedro Rojas
Páginas131-134
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La inscripción en la jambas del palacio arzobispal de la Ciudad de México,
en pleno siglo XVIII, es un indicio de la conciencia existente sobre lo que
era el Nuevo Mundo. Por la plena madurez de la dominación española, el
país iba acercándose a la época de la manumisión. Lo que al principio se
había encontrado con atravesar el Atlántico, lo que más tarde se hizo para
incorporar a los indios al cristianismo, lo que constantemente se trasplan-
tó de Europa a la América y se convirtió en fruto mestizo, todo esto era
fascinante y portentoso. De la Nueva España cantaron todas las excelsitu-
des Bernardo de Balbuena en su Grandeza mexicana y Rafael Landívar en
su Rusticatio mexicana.
La portada del arzobispado, con su frase lapidaria, bien pudo tomarse
como un ejemplo de la manera desconocida como se creaba la arquitectura.
No era una reproducción de alguna obra española, si no la interpretación
colonial mexicana de un estilo metropolitano. Así se venían haciendo infi-
nidad de obras de arte y todas eran reflejo de un nuevo género de vida.
En los albores de la colonización se dispuso que los españoles coexis-
tieran con los indios, para lo cual de manera general se mantuvo a éstos
en sus primitivas posesiones y se dio reconocimiento a su organización
social. Se establecieron, por tanto, dos ámbitos diferentes aunque relacio-
nados entre sí por muchos conceptos: el de los indios y el de los españoles.
He aquí que todo se hizo de nuevo*
Pedro Rojas
*Artículo publicado en el suplemento "México en la Cultura", núm. 791, tercera época, del
diario Novedades, 17 de mayo de 1964.

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