Aprendizaje de una lengua

AutorAndrés Henestrosa
Páginas765-766
produciendo obras ya no tan malas, sino de mayor valía, mientras le durara la
inteligencia y la vida. El alegato le valió no una pensión, pero sí una comisión
limitada que le permitiera visitar bibliotecas y archivos españoles de Italia,
tierra en que se habían lucido grandes españoles; el Infante don Enrique el
Senadir, los Borjas, el Gran Capitán y otros ciento. Pero –el pero inseparable
de la vida de Zorrilla– sobrevino la guerra civil y el sueldo de Zorrilla fue
reducido. A esa altura ya había concluido El Cid, pero no encontraba editor
responsable. Cánovas del Castillo acordó prolongarle la comisión por un año,
sin prórroga posible. El Cid no aparecía y crecía la sospecha de que Zorrilla
no hubiera trabajado. Sus amigos tuvieron entonces una ocurrencia salvadora:
que el poeta leyera su obra en el Ateneo de Madrid donde, en efecto, la leyó
durante varios miércoles, en el año de 1877.
En aquellas Lecturas Públicas, Zorrilla dio a conocer dos poemas de ins-
piración mexicana, mexicanísima: “Cabalgata mejicana” y “Jarabe mexicano”,
muy poco conocidas del lector mexicano no especializado. Y sobre los cuales
vamos a volver en una próxima Alacena.
23 de abril de 1961
Aprendizaje de una lengua
Hablar es el gran problema del hombre; t an grave que a diferencia de los
demás seres vivos que heredan las experiencias de su especie, el hombre no
aprendería a hablar si no se le enseñara. A medida que la inteligencia, la cu-
riosidad y la experiencia vital se enriquecen, hablar resulta todavía más difícil.
La comodidad de la lengua básica que servía para nombrar el pequeño mundo
circundante, desaparece; innumerables presencias, formas, actos y matices,
son perpetua incitación y casi no existen mientras no podemos nombrarlos.
Surge una nueva dificultad: el idioma es misterioso y reclama disciplinas y
obligaciones, y a medida que mejor se le conoce más temerosamente se le usa.
Hay varios caminos para aprender la lengua: el trato con los semejantes, la
atención a los sabios maestros, la lectura; todas, formas de relación, contacto
con los hombres, porque el idioma ya existe y lo único que hay que hacer es
incorporarlo en uno mismo. Lo más expedito sería que cada quien inventase
las palabras que ha menester para nombrar lo que ve, adivina o siente; mas por
AÑO 1961
ALACE NA DE MINUCI AS 765

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