Apatzingán: amanecer constitucional

AutorJuan Ramírez Marín
CargoDoctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Anáhuac. Profesor de cátedra del ITESM CCM
Páginas117-147
JURÍPOLIS, año 2015, No. 17 117
Apatzingán: amanecer constitucional
Juan Ramírez Marín1
Sumario: Introducción. I. Panorama sociopolítico y económico. II. Preludio inde-
pendentista. III. La Constitución de Apatzingán. IV. Nuevo tribunal en Ario.
V. A modo de conclusión. Bibliografía.
Introducción
Recién en 2014 se cumplió el Bicentenario de la Constitución de Apatzingán,
pero dejó de ser noticia muy rápidamente, de modo que resulta conveniente re-
cordar lo que significó para nosotros, más aún porque se aproxima el Centenario
de la Constitución de 1917, que finalmente es su descendiente.
El proceso emancipador americano y el mexicano en particular tienen un ori-
gen y un desarrollo profundo (diría que inconcluso a la fecha). Se gestan desde el
momento de la Conquista, maduran durante tres siglos de dominación española
(hoy siguen madurando) e irrumpen cuando las condiciones socioeconómicas,
culturales y políticas les son favorables, y casi todas las colonias alcanzan una es-
tructura cuasinacional.
La Independencia se ciñe frecuentemente a los años de la insurrección —una
década o dos a lo sumo (1802-1824)—, desde la abdicación de los monarcas espa-
ñoles, hasta Ayacucho. En el caso mexicano, se circunscribe de 1808, como lo
enuncia Lucas Alamán, hasta 1821. Sin embargo, una mirada cuidadosa nos revela
que no es así, sino que fue un proceso dinámico que desborda ampliamente esos
límites.
Podríamos convenir que arranca en la segunda mitad del siglo XVIII, con las
reformas borbónicas. Fernando VI y principalmente Carlos III reforman la eco-
nomía y dan impulso a la cultura. Los ilustrados españoles imponen también una
1 Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad Anáhuac.
Profesor de cátedra del ITESM CCM.
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centralización administrativa, integran las intendencias y crean el ejército novohis-
pano. Las colonias serán regidas por notables gobernantes, como Revillagigedo
y Bucareli en Nueva España; Amat, Guirior, Jáuregui y Croix en Perú; Gil Ta-
boada en Nueva Granada, y Flores, Vértiz y Arredondo en La Plata. En esa se-
gunda mitad del siglo XVIII también es dable observar la proverbial desigualdad
de la sociedad novohispana y, simultáneamente, el surgimiento de una clase diri-
gente burguesa local. Esa nueva clase dirigente, con plena conciencia de su res-
ponsabilidad, pero ambiciosa, así como la presencia amenazante del bajo pueblo,
en pésima situación, inquietaron al gobierno peninsular.
Por otro lado, las ideas políticas que habían hecho posible la independencia
de las 13 colonias inglesas en Norteamérica y la Revolución francesa, arribaron
finalmente a costas novohispanas e inquietaron más a los criollos codiciosos.2
Cabe destacar, que al lado de los grandes principios democráticos libera-
les, que sin duda integran el núcleo central del pensamiento de los patriotas
que iniciaron nuestra independencia, encontramos influencias “netamente
mexicanas”: la situación de los criollos en las postrimerías de la colonia y el
papel preponderante de la iglesia católica, que no solamente determinaron, en
buena medida, el curso de los acontecimientos, sino impulsaron un toque novo-
hispano, por ejemplo, en el artículo primero constitucional, que estableció la
religión católica apostólica y romana como la única que se debía profesar en el
Estado, lo que era contrario al liberalismo religioso francés, británico y nor-
teamericano.3
Paradójicamente, cuando en la Nueva España y en toda Hispanoamérica se
lucha por la independencia en nombre del liberalismo y la soberanía de los pue-
blos, en Europa la Restauración se ha impuesto.
Si dejamos de lado las veleidades de Rayón a favor de Fernando VII, pode-
mos afirmar que la vieja discusión acerca de la soberanía del pueblo o del monar-
ca quedó reducida a cenizas. Los fundamentos de un gobierno democrático y
representativo se incorporaron al cuerpo de nuestros principios políticos, y este
no es uno de los méritos menores de aquellos patricios.4
Son principalmente los criollos, quienes en la primera década del siglo XIX
encabezan los primeros movimientos de insurrección, algunos con antifaz fidelis-
ta, otros con carácter abiertamente separatista. Esa “nueva medianía” criolla,
2 DE LA TORRE VILLAR, Ernesto, La Constitución de Apatzingán y los creadores del Estado mexicano,
1a. reimp., IIH-UNAM, México, 2010, p. 17.
3 FLORES OLEA, Víctor, El trasfondo ideológico, en Estudios sobre el Decreto Constitucional de Apatzin-
gán, 1a. ed., Coordinación de Humanidades. UNAM, México, 1964, p. 146.
4 Ibidem, pp. 147-148.

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