Antecedentes normativos sobre monumentos en el siglo XIX mexicano

AutorBolfy Cottom
Páginas61-103
61
INTRODUCCIÓN
El tema de las leyes protectoras del patrimonio cultural del siglo XX en
México es muy complejo, sobre todo porque éstas han sido, resultado
de un proceso que se gesta y en buena medida se define en el siglo XIX.
Este marco jurídico no ha sido producto de la etapa contemporánea,
sino que tiene un trasfondo histórico que lo ha hecho conservar en
su sistemática una terminología distinta de la de patrimonio cultural
que a México llegó en la primera parte del siglo XX, como resultado
de influencias teóricas venidas de Europa. Así, podemos afirmar que
México ha creado su propia tradición, la cual me parece que apenas
empieza a conocerse en medio de un contexto muy adverso para las
distintas visiones nacionalistas.
En la parte que ahora presento abordo los que considero son los
antecedentes de dicho marco jurídico, a fin de demostrar cómo se
logra construir una idea de nación mexicana, para la defensa de sus
intereses, y la base simbólica cultural sobre la cual se edificó aquella
idea. Pienso que una manera de institucionalizar la valoración, el co-
nocimiento y, sobre todo, la preservación de los bienes sobre los cuales
se fundaba la idea de nación sería creando una serie de instrumentos
legales y entidades administrativas que serían la base para la protec-
ción de aquellos bienes.
Capítulo I
Antecedentes normativos sobre monumentos
en el siglo XIX mexicano
Bolfy Cottom62
EL SENTIMIENTO NACIONALISTA EN EL SIGLO XVIII
En el siglo XVIII existía ya en embrión el sentimiento de la nacionali-
dad; criollos y mestizos empiezan a considerarse americanos, como
respuesta a la discriminación de la que son objeto.
El sector criollo tuvo gran intervención en la polémica sobre las
posibilidades y capacidades de los hombres nacidos en las nuevas
tierras, enfrentándose a la leyenda del americano indolente y soñador,
creada como forma colonial y europea de racismo. Así, se muestra un
marcado interés por dignificar la cultura que ya por entonces se em-
pieza a llamar mexicana.
Luis González señala que hacia 1800 los criollos sumaban ya un
millón, que equivalía a 16 por ciento de la población; de ellos, por lo
menos la mitad vivía en las ciudades. Señala además que a los crio-
llos se debe el desarrollo urbano de México, que sobrepasó la cifra de
100,000 moradores; en Puebla, llegaron a los 70,000; en Guanajuato,
a 50,000 mientras que en Guadalajara, Zacatecas, Oaxaca y Valladolid
sumaron 20,000 cada uno.67 Otros estudios manejan cifras de orden gene-
ral; por ejemplo, a finales del periodo colonial y principios del siglo XIX
la población total era de 6 millones de habitantes, muy cercana a la
estimación de Humboldt, quien hablaba de 5.7 millones de habitan-
tes.68 David Brading afirma que hacia finales del siglo XVIII indígenas,
mulatos y mestizos representaban casi las cuatro quintas partes de la
población,69 lo que indicaría que la otra quinta parte se repartía entre
españoles y criollos. Como sea, la estimación de Luis González no es
tan alejada de la posible realidad y a pesar de su “escasa” presencia
cuantitativa, el sector criollo tuvo importante influencia en el devenir
urbano del país, para bien y para mal; para bien, porque fueron creado-
res de bellas ciudades o trazos urbanos, y para mal porque, retomando
el planteamiento del maestro Guillermo Tovar, el siglo XVI devastó a la
ciudad indígena; el siglo XVII, a la ciudad de los conquistadores, y el
siglo XIX, a la ciudad barroca de los siglos XVII y XVIII.70
67
L. González, 1995, p. 78.
68
INEGI, t. I, 1944, pp. 1-3.
69
D. Brading, 1973, p. 15.
70
Guillermo Tovar, 1992, p. 1.
Antecedentes normativos sobre monumentos en el siglo XIX mexicano 63
En una muy sucinta visión evolutiva, se estima que al finalizar el
siglo XVI la población indígena se encontraba en franco descenso; las
poblaciones europea y africana, al contrario, se incrementaban por
inmigración voluntaria, por esclavitud y por reproducción. Se estima
que entre 1568-1570 y 1646 el número de “europeos y españoles” en
la Nueva España se duplicó; el de “pardos” se triplicó y el de mestizos
se septuplicó; el número de “indios”, en cambio, se redujo a la mitad.71
Hacia la mitad del siglo XVIII se señalan ya diferencias regionales en
la composición racial: la población indígena, mayoritaria en la región
central del país, ya no lo era en la parte norte. Con datos de fines del
siglo XVIII se ha encontrado una diferente composición de la población
urbana comparada con la rural: en las zonas urbanas tendía a ser más
numerosa la población no indígena, mientras que en las rurales era
preponderante la indígena.72
Estos datos son útiles para tener idea de la importancia del papel
que desempeñó el elemento poblacional, puesto que, por lo menos en
el ámbito urbano, los criollos fueron de los sectores más importantes
en aquello que se empezaba a definir como la nación y la cultura
mexicanas, aunque haya sido solamente en el ámbito de las ideas y de
la política.73
Los personajes y las ideas de un incipiente nacionalismo
Sin duda este sector poblacional, representado por varios personajes,
desempeñó un papel preponderante en el empuje intelectual y político
de lo que a partir de entonces se va a conocer como cultura mexica-
na. Para ello las referencias nos conducen a personajes como Antonio
Alzate y Antonio León y Gama, por las exploraciones de Xochicalco y
el Tajín y por el estudio del calendario y la escultura aztecas. Además,
Mariano Veytia –quien aprovecha los manuscritos del Museo Indiano
71
Cook y Borah, 1974, citado en INEGI.
72
Idem.
73
Vale la pena recodar el importante papel que desempeñó la publicación de la obra Biblio-
teca Mexicana, en la que Juan José de Eguiara y Eguren refutaba las críticas de los españoles, que
cuestionaban el nivel cultural y educativo de los mexicanos.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR